Opinión

Infierno

Mª LUISA RUBIO ORÚS, Profesional de la Educación, escritora y pintora.


De acuerdo que las olas de calor y que el extremo sol llegado de plano puedan generar incendios, pero las conductas imprudentes de continuo sin descanso, además de la provocación del fuego intencionado por varias vías de ejecución, no tienen perdón.

Cortinas de fuego que terminan con la existencia de las personas, sus casas, bienes y pertenencias, con cuanto se han ido labrando con gran esfuerzo durante largos años de sus vidas. Ígneas cascadas horizontales finalizando con lugares, a veces, completamente.

Desde el interior de los cercos, las gentes sitiadas por el tremendo ardor que les rodea no dan crédito a una circunstancia presentada por una sorpresa fatal. Afección de áreas, montículos de ceniza. Castigo para inocentes paisajes enfermos por la imprudencia de algunos, la insensatez de otros y la psicosis de los que restan. Vistas desesperanzadoras y vestigios de un pasado reciente adivinado dentro de las mentes que habitaron más o menos cerca de los bosques. Al final estos solamente van a tener su aparición en los cuentos de hadas. O tal vez ni siquiera historias fantásticas queden para narrar.

¿Qué va a subsistir realmente? Nuestro país parece semejar el boceto de un esqueleto que pronto no va a poder estar de pie durante mucho tiempo. Nos estamos convirtiendo en una tierra consumida por las llamas, potentes asesinas cuya potenciación viene, en numerosas ocasiones, de la pérfida mano de unos impresentables que no se duelen de estas matanzas tan graves así como tampoco de los tantos destrozos materiales y morales que su malignidad conlleva. De sus cabezas es desde donde salen estos planes miserables.

Agonizando la certidumbre, quemándose la seguridad, avivando la muerte. No hay derecho. Mientras tanto, los indecentes macabros por ahí sueltos. ¿Es que nada se puede hacer para su atrapamiento?

Entre la búsqueda de la diversión y el entretenimiento por parte de una generalidad global, la fogata insolidaria cargando balas letales y hasta bolas de cañón que recuerdan el pasado. De algún modo hay que intentar explicar este bombardeo de lenguas de lumbre insalubre que nos están cubriendo por quizás ya demasiados espacios de la península de manera vehemente, rauda y sin piedad.

Además del gusto de los individuos por esparcirse sin pararse a pensar ni siquiera un segundo, también están las tareas de las que somos esclavos para poder comer, altas notas requeridas que revientan las máquinas, y excelencia incluso en lo que no ha de haber si no sencillez por pura lógica y sentido común. Eso es lo que importa. Sin embargo, escasamente se habla de ciertos comportamientos “humanos”, base fundamental para cualquier asunto de no importa qué enjundia. Ninguna penalización. Increíble pero cierto.

Descomunal falta de control, asimismo de escrúpulos. Es la aberrante barbaridad del escándalo y la vergüenza plena. Si trabajo falta, que se dé para el cuidado del territorio. Inconmensurable pena, rabia más fuerte que las ráfagas del fulgor de los arrebatos. La guerra del calor, como la otra de la armamentística puesta en praxis. Paralelas en cuanto a aniquilación se refiere, reduciendo a polvo cuanto hallan por el camino que se empeñaron en emprender para malograr los pasos bien dados.

España se desangra entre el naranja y el amarillo. La locura visita los campos, el llanto del alma supone la única acuosidad que se percibe y una impotencia radical rompe la fe en el destino. El rojo Corazón palidece.