Opinión

Sonoro aniversario

Francisco Javier Aguirre
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Existía en Teruel un dicho popular que afirmaba que cuando un forastero llegaba a la ciudad obligado por motivos laborales, destino funcionarial u otra circunstancia ineludible, lo hacía llorando. Tal vez se mantiene el dicho, que se completaba asegurando que también se derramaban lágrimas cuando, pasados unos años, cualesquiera de las circunstancias anteriores u otras del mismo signo obligaban a abandonar la ciudad como residencia permanente.

He de decir que en mi caso no se cumplieron ninguna de ambas premisas. Cuando llegué de Madrid, tras elegir voluntariamente ese destino funcionarial desestimando otras posibilidades a priori más atractivas (Valencia, Castellón o Zaragoza, por citar las más próximas) lo hice con una enorme satisfacción. Pasados diez años, al solicitar el traslado a Zaragoza, no derramé ninguna lágrima, sino todo lo contrario. Salí de la ciudad contento, quizá sabiendo que no me desligaba por completo de ella, por diversos motivos.

A los pocos días de llegar, en 1978, el director de la emisora, Carlos Hernández, me hizo una entrevista. Una de sus primeras preguntas fue: “¿Va usted a seguir investigando sobre los Amantes, como lo han hecho sus predecesores?”. Mi respuesta fue rápida y contundente: “No”. De momento se sorprendió, pero se la razoné: “Un archivero o un bibliotecario no tiene como tarea fundamental la investigación, sino que su papel debe consistir en ordenar documentos o libros para que otros lean, estudien o investiguen”. Aceptó mis explicaciones sin rechistar.

Pasaron cuatro décadas y, aunque tardé en hacerlo, sí investigué sobre los Amantes. Durante cinco años, de 1998 a 2002, residiendo ya en Zaragoza, me resultó una aventura apasionante. La desarrollé básicamente en París y Atenas, persiguiendo siempre el rastro artístico de un músico griego excepcional, Mikis Theodorakis. Descubrí que había estado de incógnito en Teruel, en 1957, para ambientar su primera obra sobre los Amantes en la película Luna de Miel, con Michael Powell, Antonio ‘el Bailarín’ y Luzmila Tcherina. Consulté a expertos, busqué en centros de investigación, hablé con su secretaria, encontré una película desconocida, descubrí que Edith Piaf había cantado a nuestros personajes, impliqué al embajador de España... porque entretanto, en el año 2000, por parte del CIT se le había concedido a Theodorakis la Medalla de Oro de los Amantes, que yo mismo le llevé a Atenas.

La historia concluyó, provisionalmente, con la creación por su parte de una Suite Sinfónica dedicada a los Amantes, editada a sus expensas y titulada en español, que la Orquesta Nacional de España estrenó en la ciudad el 12 de junio de 2002, haciéndolo al día siguiente en Zaragoza. Una importante aportación a la ‘otra vida’ de los Amantes.

Precisamente hoy se cumple el vigésimo aniversario de ese regalo sonoro, que ojalá alguien complete con la grabación de la mencionada Suite, como el maestro José Luis Temes ha hecho recientemente con las obras sinfónicas del compositor zaragozano Francisco Calés, fallecido en 1957.

Theodorakis nos dejó el año pasado, a los 96 años. Esperemos que no transcurran tantos decenios hasta que podamos disfrutar nuevamente de ese lujo musical que supone su Suite Sinfónica Los Amantes de Teruel.