Opinión

Los nietos de Calvo Alfaro

Enrique Guillen Pardos
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Después de haber nacido como un movimiento social que se ha revelado muy rentable electoralmente, Teruel existe se extiende a las provincias de Huesca y Zaragoza a través del partido Aragón existe. En Francia el Partido Socialista va a sumarse a la Unión Ecologista y Social que promueve La Francia Insumisa de Melenchón para combatir juntos a Le Pen y Macron en las próximas legislativas. Dos hechos sincrónicos, más alejados en el espacio que en la lógica que los produce.

En las democracias occidentales, los partidos tradicionales buscan desde hace tiempo fórmulas que les eviten zozobrar. Emmanuel Macron, ya en su segundo periodo presidencial, no dejó de ser un astuto y valiente proyecto nacido en las tripas del Partido Socialista de François Hollande para hacer frente a Marine Le Pen ante la crisis de los dos partidos centrales de la V República. Por momentos, Pedro Sánchez se ha macronizado dejando en hibernación la organización del Partido Socialista y buscando un hiperliderazgo que la realidad destroza cada día. Yolanda Díaz trabaja en un camino experiencial parecido para salvar los muebles de los que han sido acólitos de Podemos, ahora que el corcho principal amenaza con no flotar.

El desprestigio de los partidos como herramientas de participación política los podía haber llevado a revisar sus organizaciones con visión autocrítica y voluntad de cambio, pero lo poco que ensayaron tras el famoso 15 M se ha revelado maquillaje incapaz de ocultar sus carencias programáticas, su metamorfosis en vehículos de poder. Movimientos sociales como Teruel existe o Soria ya les han comido la tostada en los últimos procesos electorales a los dos partidos principales del Régimen del 78, en especial al PSOE.

Pero los resultados de las elecciones autonómicas en Castilla y León demostraron que, si triunfan en provincias donde han trabajado antes como activos movimientos sociales, también fracasan cuando aterrizan como partidos tradicionales en una circunscripción poco tiempo antes de la campaña electoral.  Manteniendo esa lógica, Teruel existe puede hasta ser la oferta electoral más votada en esa circunscripción electoral, mientras Aragón existe naufraga en Zaragoza y en Huesca ni siquiera llega a flotar.

Desde los Decretos de Nueva Planta, en los inicios del siglo XVIII, Aragón ha sido un territorio de quejas al Estado centralizado. Era un mecanismo hasta institucionalizado. Los representantes aragoneses iban cada año a Madrid a exponer sus aspiraciones no atendidas.  Después, el irredentismo demostró amplia rentabilidad electoral, como demostró Joaquín Costa. Más recientemente, el victimismo hizo de Hipólito Gómez de las Roces presidente del Gobierno de Aragón y ha sido argumento central del ideario del PAR. Tampoco CHA ha evitado la tentación de apelar a ese sentimiento de maltrato o desprecio. Incluso PSOE y PP lo usan cuando gobierna España el otro partido.

Parece dudoso, cuando menos, que reivindicar la existencia de Aragón pueda ser un argumento útil de un ideario político. Nuestro imaginario se alimenta de una historia milenaria que incluye haber sido, primero, reino y, luego, centro de una potente federación de estados medievales, pero también de una economía pujante no solo en Zaragoza y su entorno urbano, sino también en gran parte de la provincia de Huesca, más equilibrada que las otras dos. Incluso, la provincia de Teruel deja ver oasis de desarrollo en su despoblación evidente. En Aragón Estado, Julio Calvo Alfaro reivindicaba que Aragón existía, que debía dejar de ser una identidad troceada en tres provincias administrativas para recobrar su identidad política milenaria. Pero, desde 1932 esa foto está más que borrada.

Aragón existe tampoco va a poder vivir de la promesa expectante que genera lo nuevo porque su padre lleva una legislatura votando en el Congreso de la mano del PSOE. En las ocasiones más decisivas, su voto ha salvado al gobierno que preside Pedro Sánchez. Incluso, sin que se haya visto el beneficio que obtenían con ese apoyo los turolenses. Como esto no parece refutable, cabe pensar que la transversalidad famosa de lo que fue un movimiento social se reduzca en mayor o menor medida a la competencia de un partido en el segmento electoral de la izquierda.

Las encuestas anuncian cambio de ciclo político y la convulsa realidad de los últimos meses puede hacer buena esa realidad creada en las cocinas demoscópicas. Siguiendo esa lógica, Teruel existe y Aragón existe van a competir en el bloque donde el desgaste electoral va a ser mayor, sea en abstención o en transferencia de voto al otro bloque. Pero, si eso puede perjudicarles, les ayudará, en cambio, a recoger el voto desencantado de los partidos tradicionales, del PSOE con toda probabilidad, pero también de los que se han quedado sin voz o roncos en el Gobierno de Aragón estos años, Podemos, CHA y PAR. Cabe predecir los efectos que esa exagerada competencia entre pequeños partidos puede tener sobre su resultado electoral. Dudo que dé para nueve grupos parlamentarios en las Cortes de Aragón.