Opinión

Un viaje a ninguna parte

Hace ya nueve años –y parece que fue ayer– comenzó la dolorosa y errática andadura del Real Zaragoza por los campos de segunda división. Y, a falta de poco más de un mes para que termine la temporada 2021-2022, solo se ven densos nubarrones en el horizonte. Eso sí, una sola cosa es cierta: el equipo de la capital del Ebro va a seguir un año más en la llamada categoría de plata del fútbol español.  En este momento está –al igual que la Sociedad Deportiva Huesca– en la llamada tierra de nadie, sin más alicientes que finalizar en la situación más digna posible y arañar algún euro de los derechos de televisión.

Esta situación me evoca las peripecias de un grupo de actores ambulantes por los pueblos de España en la película de Fernando Fernán Gómez El viaje a ninguna parte. Porque, en estos momentos de incertidumbre deportiva, económica y accionarial, este club histórico se encuentra en una encrucijada que esperemos se vaya despejando en los próximos meses. Son tantos los interrogantes que se plantean en estos momentos que habrá que estudiarlos con calma y adoptar decisiones difíciles pero necesarias: ¿Qué decisiones de calado van a tomar los nuevos accionistas? ¿Cómo quedará la plantilla para la próxima temporada? ¿Qué inyección económica hará falta para poder aspirar, por fin, al regreso a primera división? ¿Qué ocurrirá con las perlas de la cantera? ¿Cuál será la ubicación del nuevo estadio de La Romareda?

Es de desear que los nuevos propietarios del Real Zaragoza cumplan con sus promesas y devuelvan al club al lugar que le corresponde. Eso sí, habrá que estar atentos al rumbo de los acontecimientos durante los próximos meses y al acierto en las decisiones. Todo ello para evitar lo que les ocurrió a los protagonistas de la ya clásica película, que iban dando tumbos de pueblo en pueblo con la improvisación como bandera y un rosario de desencantos. Porque, ya en los últimos compases de la temporada, las cifras son decepcionantes: un récord de empates, una sequía goleadora crónica, una plantilla descompensada y una dirección deportiva poco acertada.

En medio de todas estas sombras, solo hay una luz que brilla por encima de todas las demás: la fidelidad de la afición, a pesar de los pesares. Una afición que no se merece espectáculos como el que se contempló en el último partido en La Romareda contra el Burgos Club de Fútbol: un juego anodino, un equipo aparentemente desmotivado y una falta total de acierto en la portería contraria.

Va a ser un viaje largo, tortuoso, por caminos empedrados y senderos laberínticos. Pero habrá que buscar la manera de mantener la ilusión de los aficionados para que estos meses previos al inicio de la próxima temporada no sean un paréntesis más, sino que marquen, por fin, el objetivo soñado. Todo ello supondrá un acierto si se opta por reforzar la plantilla, por seguir potenciando la cantera y por elevar el listón cualitativo de los jugadores. Eso sí, habrá que esperar. Una espera que puede prolongarse hasta comienzos del verano. Porque el tiempo es un factor a tener en cuenta y hay mucha rivalidad en todos los ámbitos. No les vaya a ocurrir a los nuevos dirigentes lo que les sucedió a los cómicos en la película de Fernán Gómez: que el cine se anticipó al teatro y los protagonistas continuaron deambulando sin rumbo fijo.