Opinión

Aragón y 40 años de autonomía

“Nos, que somos tanto como vos, pero juntos más que vos, os hacemos Principal, Rey y Señor entre los iguales, con tal que guardéis nuestros fueros y libertades; y si no, no”.

Con esta fórmula nombraban Rey los representantes aragoneses. El elegido prestaba juramento ante el Justicia de Aragón y comenzaba su reinado.

Esta costumbre de juramento, basada en los antiguos Fueros de Sobrarbe, surgió a finales del siglo XII y se mantuvo hasta el Siglo XVIII.

Gerónimo de Martel, en su tratado “Forma de celebrar cortes en Aragón” de 1641, relata que en Aragón para hacer leyes es necesario que concuerde la voluntad del Rey con todos los que intervienen en Cortes.

Este año 2022 conmemoramos el XL aniversario del Estatuto de Autonomía de Aragón y es bueno recordar estas cosas que demuestran que, en Aragón, antes fueron leyes que Reyes y no son pocos los momentos históricos relevantes en los que el pacto, la lealtad y la defensa de las libertades han sido puestos de manifiesto. Son los valores en los que se fundamenta la identidad aragonesa, como relata el preámbulo de nuestro Estatuto de 23 de abril de 2007.

El anteproyecto de Estatuto de Caspe de 1936, que no vio la luz como consecuencia del estallido de la guerra civil, cumple 86 años. Y, recientemente, celebrábamos en la Iglesia de San Pedro de los Francos de Calatayud la primera constitución de la Diputación General de Aragón hace 44 años.

Las ansias y reivindicaciones autonomistas con más o menos frecuencia han sido constantes desde que nuestras instituciones aragonesas fueron suprimidas por derecho de conquista con los Decretos de Nueva Planta de Felipe V.
Hoy nuestro Estatuto de Autonomía, con sus 40 años, es sin duda fruto del trabajo de hombres y mujeres que aportaron su talento y esfuerzo a través del diálogo, del pacto y del acuerdo para avanzar a los máximos niveles de autogobierno y conseguir un Aragón más próspero.

Dispone nuestra norma fundamental que Aragón, al amparo de la Constitución española, es nacionalidad histórica y ostenta por su historia una identidad propia en virtud de sus instituciones tradicionales su derecho foral y su cultura. Y establece como uno de los principales principios rectores de las administraciones públicas, promover la corrección de los desequilibrios económicos, sociales y culturales entre los diferentes territorios de Aragón, fomentando su mutua solidaridad.

El derecho a la salud universal, la garantía de una renta básica o de una educación pública de calidad son regulados en nuestro Estatuto, que nos mandata dirigir nuestras políticas públicas a resolver de forma prioritaria la prestación de unos servicios públicos de calidad para todos los aragoneses y aragonesas.

Nos permite exigir que en el sistema de financiación incorporemos las variables que explican el mayor coste de los servicios en el territorio y en el medio rural (porque las carreteras no se miden por habitantes sino por kilómetros y una escuela rural cuesta tres veces más mantenerla en un pueblo aragonés que en la capital de España) o acordar un modelo financiero propio complementario al sistema común si éste nos perjudica.

La capacidad normativa que el Estatuto nos otorga ha permitido al Gobierno de Aragón abordar con la mayor seguridad jurídica el periodo más complicado que hemos sufrido como consecuencia de la pandemia. Hemos impulsado dos leyes pioneras para agilizar la tramitación administrativa de todos aquellos proyectos de empresarios y emprendedores que nos ayudarán a generar riqueza y empleo a lo largo y ancho de nuestro territorio y finalmente nos ha permitido aprobar el Proyecto de Ley de dinamización del medio rural del Aragón que incorpora una fiscalidad diferenciada para los habitantes de los asentamientos más vulnerables y en riesgo extremo de despoblación.

El mejor homenaje que podemos brindar a nuestra norma fundamental es desarrollar sus preceptos y exigir su cumplimiento a todas las administraciones públicas.

Sin ninguna duda, el ejercicio óptimo de las competencias que el Estatuto nos proporciona ha permitido situar a Aragón, con la inestimable colaboración de los agentes sociales, en una posición de liderazgo en buena parte de los indicadores económicos y en el centro neurálgico de la logística a nivel internacional.

Hoy, 40 años después de que nuestro Estatuto originario viera la luz con Gaspar Castellano como presidente de Aragón, les invito a renovar nuestro compromiso con los aragoneses para seguir profundizando en la consolidación del autogobierno, para depender menos de los que toman decisiones sin contar con nuestra aprobación y para encauzar en la negociación política, entre iguales, los asuntos que el pueblo aragonés nos reclama como prioritarios.

Javier Lambán. Presidente de Aragón