La vida tiene un final, pero…

El cocinero del canciller disponía de abundantes salchichas, pero de solo cinco patatas para los cinco comensales. Entonces, inesperadamente, se sumó a la mesa el propio canciller. ¿Qué podía hacer el cocinero para ofrecer a cada uno de los seis comensales su patata, sin incomodar al irascible canciller?
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Solución: Un puré.

A costa de las salchichas se ha dicho:
—«La vida tiene un final, pero la salchicha tiene dos». (Proverbio alemán)
—«Con las leyes pasa como con las salchichas: es mejor no ver cómo se hacen». (Canciller Bismarck)