Opinión

La magia de las palabras

La escritora chilena Isabel Allende, que acaba de publicar Violeta, una joya narrativa más en su ya dilatada trayectoria literaria, habló en una entrevista de “La magia de las palabras” como “el medio maravilloso que tiene el escritor para crear el mundo literario, provocar la emoción del lector y llamarlo a la ‘conversión’. Una conversión que solo se llevará a cabo si la creación literaria –sea novela, ensayo, poesía e incluso teatro– discurre por la vía del acierto expresivo, de una empatía con el lector, de la cortesía de la corrección ortográfica, de un estilo personal lúcido y transparente y de un léxico adecuado al contenido. No se trata, sin embargo, de orillar la fantasía, el suspense o la imaginación. Pero está claro, como nos demostró hace poco más de dos años la escritora zaragozana Irene Vallejo con la publicación de El infinito en un junco – que ha alcanzado ya más de cuarenta ediciones y su traducción a numerosos idiomas–, que la magia está en cómo bucea en la historia del libro y cómo expresa con acierto cada una de sus emociones, sentimientos o hallazgos documentales.

Se trata, por tanto, de dar más importancia al estilo, de mimar la redacción de cada oración, de cada párrafo, de cada capítulo o secuencia. Y también –¿por qué no decirlo? – de cuidar la ortografía. Como asiduo e impenitente lector de todo tipo de libros, como filólogo, como redactor de reseñas y artículos periodísticos, y como crítico literario y corrector de estilo, han pasado por mis manos varios libros que, a pesar de una fama infundada, de un marketing excesivo e incluso como ‘best-sellers’, dejan mucho que desear por sus carencias expresivas y gramaticales. Muchos lectores se sorprenderían –si prestan atención a los aspectos formales– de los errores sintácticos, léxicos y ortográficos de obras que están en el vértice más alto de las más vendidas y en las estanterías privilegiadas de los grandes almacenes. Y algunas se te caen de las manos cuando te sumerges en sus primeras páginas.

¿A qué se debe esto? Puede deberse a diversos motivos. Sin quitar mérito a la labor de los profesionales de la Literatura, hay que dirigir la mirada a las editoriales –o a la autoedición– que carecen de buenos correctores y estilistas y se fían del manido corrector ortográfico que, como un pequeño robot lingüístico, no distingue expresiones similares, tildes diacríticas, palabras homónimas y otros detalles aparentemente menos relevantes. Precisamente el pasado día 14 de enero, en el acto de presentación del último libro de la zaragozana Almu Bree, Casi Certezas, en el vestíbulo del teatro Principal, comenté con la autora cómo en cada uno de los relatos y poemas que conforman el libro, la expresión adecuada es un ingrediente esencial para hechizar al lector y, como decía Isabel Allende, hacerle disfrutar y despertar su emoción con la lectura.

Aunque se trata de otro vehículo de comunicación escrita, la prensa también debería tener en cuenta estos criterios de estilo y corrección expresiva. A veces lo consigue, otras no tanto. Pero habrá que dejar el tema para otro artículo. De momento, a disfrutar con la buena Literatura. Que la hay y mucha.