Opinión

Aragonesxs: Octavio Serret de Vall de Roures

Pensaba que estaba cerrada su iba a decir librería, pero allí me colé, en su fiesta me planté. Ahora Octavio Serret vende también vino y productos delicatesen de su Matarranya y de la Terra Alta. Pero mantiene su selección literaria con abundantes guías y monografías de Prames, y una sección de literatura especializada y emotiva sobre la guerra civil única, que convierten a su rincón en las cuatro esquinas de Vall de Roures (Valderrobres) en un escenario que podría haber elegido Isabel Coixet para su magnífica película “La Librería”, grabada cerca de Belfast.

Abierto a todos los vientos. Para todos los que amamos los libros, en conexión afortunada con la raíz de garnacha.

Dice la Coixet, como sucede con las aventuras en que se mete Serret, que en sus películas los escenarios importan. Que no es casual, pensemos que en ninguna lo es, dónde se lee o dónde se rema.

Sucede que la comarca del polifacético librero está especializada en ser escenario de zona roja, de Carmelas y libertarias. Parece que no se relacione a esa tierra de oliveras y viñas milenarias con el remanso de paisaje lúcido humanizado que es. Porque todos empezamos por los muertos, que parece lo único que tengamos.

En un viaje de ida y vuelta, incapaz tras la pandemia de vivir el presente, visité el final del Ebro para, desde el presente y lo que se ha escrito sobre él, regresar al sabor de las naranjas en sazón, al olor de la jotas en catalán del Delta, al color del café de casino en els Ports, al tacto de las hojas de garnacha peluda de otoño. En un peregrinaje del todo compartido hacia la literatura de Cercas.

Octavio Serret no viene, aun siendo aragonés catalanoparlante, de mi mismo mundo. El Aragón oriental movía dinero y la vida no fue tan primitiva, difícil y neolítica como donde no llega el bochorno de sal. Nos une que en nuestras respectivas comarcas sí sucedía que no se encontraba lo que uno se quisiera comprar y con un poco de suerte sí podías tener cerca una Jaca con un comercio de tres plantas en que pegar las narices al cristal helau viendo juguetes.

De allí que su viaje sea tan poético, al alcance los bienes materiales o cuando la comida nos ha salido a casi todos por las orejas, él ha pasado a vender alma pasada por manos y ojos. A poner una pica del mejor Aragón con retrogusto a melocotón con vino. Pensaba que lo había concluido y para mí se habría derrumbado para siempre la mitad de Valderrobres, que no me interesa como escenario como me pasa con Alquézar si no hay cabalgadas de caballeros y amazonas andantes.

Como proviene de una familia y comarca que ya movían antes el dinero, de gen comerciante, no se trata Octavio de alguien que se deje la vida tratando de entrar a ningún recinto amurallado, que tenga vedado el ascenso social. Pero sí habrá experimentado como su sociedad, el vaciamiento, la falta de nacimientos y venta de libros escolares, ha cambiado con más rapidez en pocos años que nosotros y nuestras administraciones. Pero se ha mantenido como un líder silencioso sin cáscara amarga en ese tránsito.

Te escribo a sabiendas que es imposible mencionarte como hablar de la manera en que utiliza dichos que son mitos mi propia madre, sin cometer un cierto grado de traición.

Pero crear y conservar esta relación entre nosotros, que distamos casi un día en llegar con 90 caballos de pueblo a pueblo, es mantener mi condición de aragonés sin que dependa de que mi madre se muera. Porque para mí Aragón es mi madre y su entorno de conversación entre guiñote y mezquindad.

Ninguno de nosotros dos somos aragoneses estandarizados, ni que pretendan ser nobles, ni que se impongan en argumentación en volumen. Vuestro vino, almendras y pan son indiscutiblemente mejores, aún tienen sabor.

Me eduqué en el amor por Aragón cuando era casi niño, amamantado por la generación de mi pueblo diez años mayor, Andalán y el grupo de Labordeta. Pero me he salido mentalmente y me he ido. Soy apátrida dentro.

Ahora que soy hombre de gustos y posibles, encuentros como el tuyo me ha devuelto a mi mundo de Berdún en que una persona llamaba o atravesaba una puerta abierta y le abrían o atendían para ensanchar la vida, para oír, contar y celebrar nuevas historias. Para renovar el catálogo de la vida sin necesidad de viernes negros.

Esa puerta abierta no solo estuvo para nosotros los que la visitamos hace dos domingos, la tenéis en Valderrobles todos los que necesitéis sentir que no solo vuestra madre o vuestra compañera o compañero de vida, trabajo o lo que elijáis es vuestra patria.