Opinión

Antiguos y modernos

Francisco Javier Aguirre
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En las diversas maneras de expresar el arte, sea a través de la música, el teatro, la danza, la narrativa, la poesía, la pintura, etc., podemos diferenciar dos grandes grupos de creadores: los antiguos y los modernos.

De los primeros, solo sobreviven los más notables, aquellos que han tenido la fortuna de encontrar un investigador o un restaurador de sus obras, poniéndolas nuevamente a disposición de los interesados.

De los segundos, abundantísimos hoy día tanto en el terreno de la literatura, como en el de la música, incluso en el del teatro y el cine, y no digamos en las artes plásticas, el relieve procede a veces de la calidad, pero otras muchas de la publicidad.

Se conoce en los círculos literarios la condición de algunos de los grandes premios que están predestinados, incluso antes de inscribirse el ganador, porque sus patrocinadores buscan más la cantidad que la calidad.

Se trata de vender muchos libros, lo cual es mucho más sencillo si el autor es conocido. Que luego se lean o no, es cosa secundaria porque, como decía Paco Umbral, en este país se escribe mucho, se vende bastante, pero no se lee nada.

Sin llegar a conclusiones tan drásticas, parece claro que centrándonos en el tema de los libros, su caducidad es cada vez mayor, o dicho de otra manera, su permanencia en las estanterías y en la atención del lector es cada vez menor.

Sobre la fugacidad de la música, poco se podría añadir. Muchas canciones modernas pasan como centellas por los programas radiofónicos, o por las salas de conciertos, para luego perderse en una nebulosa que reúne multitud de temas antiguos que pudiéramos considerar descatalogados. Y algo parecido con las artes plásticas, sobre todo con la pintura y la escultura. Basta acercarse al taller de un pintor o de un escultor, donde se recoge la mayor parte de su producción tras haber sido expuesta.

El fenómeno es aún más restrictivo en el mundo de la música clásica, porque los programas educativos han desarrollado un escaso interés por este arte. Sin embargo, hay autores antiguos, casi olvidados, que han conseguido resucitar por la mano hábil de un investigador. Me estoy refiriendo a la recuperación que se ha hecho de las dos Sinfonías de Francisco Calés Pina, un zaragozano nacido en 1886 y fallecido en 1957, a través del empeño de José Luis Temes, musicólogo y director de orquesta, además de escritor, que tras rescatar las partituras consiguió que fueran interpretadas por la Orquesta de Córdoba, que él mismo dirigió, y que recientemente se han plasmado en un CD merced al patrocinio, entre otros, del Gobierno de Aragón. Algo que honra a sus promotores, desde el maestro Temes hasta la Fundación SGAE y el Departamento de Educación. Cultura y Deporte que ha financiado y difundido la recuperación.

Y ya que hablamos de música clásica, hay que mencionar el primer CD grabado por un joven violonchelista zaragozano, Eros Jaca, residente en Suiza, que actualmente prepara su segundo empeño musical como director de orquesta. Parfums Sonores se presentó hace unos días en el Auditorio, concierto incluido, con la circunstancia de coincidir en distinto lugar, pero a la misma hora, con la presentación de las sinfonías de Francisco Calés en el Museo Pablo Serrano.

Pero al margen de esta negativa coincidencia, por la frecuente acumulación de actos del mismo sesgo, podemos estar satisfechos de que un músico antiguo y otro moderno, ambos zaragozanos, tengan sus primeros CD en el mercado.