Contamos a los niños que la Luna nos mira siempre con la misma cara para no asustarnos con su cara tenebrosa. Por eso creen los niños que la Luna no gira sobre su propio eje. Pero lo hace. ¿Podríamos demostrar la rotación de la Luna sobre su eje con un jarrón, una mesa y el niño que se oculta tras todo buen lector?

El niño en la Luna

Contamos a los niños que la Luna nos mira siempre con la misma cara para no asustarnos con su cara tenebrosa. Por eso creen los niños que la Luna no gira sobre su propio eje. Pero lo hace. ¿Podríamos demostrar la rotación de la Luna sobre su eje con un jarrón, una mesa y el niño que se oculta tras todo buen lector?

Si no encuentras la solución PULSA AQUÍ
Situémonos frente a la mesa, mirando el jarrón en su centro. Demos una vuelta a la mesa sin perder de vista el jarrón. Así es como la Luna mira a la Tierra, siempre de frente. Al terminar habremos completado una traslación y, lo más sorprendente, una rotación sobre nosotros mismos. Veamos esa rotación:
Demos otra vuelta a la mesa, pero esta vez mirando hacia la pared detrás del jarrón. Mientras giramos iremos viendo, una tras otra, las cuatro paredes. También veríamos las cuatro paredes si simplemente diéramos un giro completo sobre nuestros pies. Luego es cierto que hemos completado una rotación sobre nuestro eje.
Queda por explicar por qué el jarrón (la Tierra) nunca ve nuestra espalda (la cara oculta de la Luna). Se debe a que, mientras en la Tierra, durante una traslación, se suceden 365 rotaciones, para la Luna, una traslación (en torno a la Tierra) dura exactamente el mismo tiempo que una rotación sobre su eje. Por eso la otra cara de la Luna permanezca siempre oculta, como nuestra espalda para el jarrón.