Opinión

La fuerza, la economía y el poder

A partir de un artículo en prensa que leí el otro día sobre Rusia y de cómo se inmiscuye en no pocas ocasiones en los intereses de la UE (y en concreto de España) para tratar de desestabilizar y debilitarnos y, de ese modo, que perdamos influencia y poder en general y, en particular, en el este de Europa, zona histórica de influencia rusa, llegué a la conclusión de que la relevancia de un país o región en el mundo se consigue, básicamente, por dos variables: el dominio económico (comercio) y el dominio militar (fuerza). Y pueden darse varias combinaciones.

Así, los países que son ricos pero militarmente débiles serán sociedades prósperas (si la economía la basan en la fabricación/producto, si no, como los países con petróleo, serán estados ricos pero sociedades pobres y sometidas) pero, en general, poco de lo que hagan o digan influirá a nivel mundial (podemos poner como ejemplo a los países nórdicos y en menor medida incluso a Alemania).

A su vez, los países que militarmente son fuertes pero no los son económicamente, darán miedo y respeto a sus vecinos y rivales pero será difícil que puedan enfrascarse en una guerra o campaña de dominio político a nivel regional y menos mundial a largo plazo pues su economía no lo podría soportar y acabarían colapsando (como le ocurrió a la extinta URSS) salvo que, evidentemente, cuente con aliados más ricos que le financien o apoyen.

Y luego están los países que son fuertes en ambas cuestiones, que son los que realmente han mandado en el mundo y los que han forjado imperios relevantes y duraderos, los cuales duran todo el tiempo que pueden aguantar el dominio en ambos campos.

Dicho esto, si me permiten continuar con el ejemplo de la Rusia actual, potencia básicamente militar, estaría en ese grupo de países que solo destacan en cuanto a fuerza militar siendo débiles en lo económico (a pesar de que el estado ruso obtenga no pocos recursos de la explotación de materias primas su renta per cápita es la 50-60 del mundo) con lo que su papel sobre el tablero del poder mundial es, básicamente, molestar (y bastante) para mantener su estatus de potencia y tratar de obtener ventajas e incluso influir en otros países más débiles de su entorno. Rusia no podría mantener, ni a corto plazo, lo que sería una política de dominio mundial siendo, además, que su modelo político y cultural, poco amigable, no puede exportarse fuera de Rusia con lo que se dedican a lo que saben y pueden: tratar de desestabilizar y debilitar a occidente con, fundamentalmente, ataques informáticos y la amenaza militar constante la cual se plasma en algunas acciones militares rápidas en Ucrania (por ahora) con el ánimo añadido de conseguir, de paso, territorio e influencia política en su zona de influencia.

En conclusión, una posición dominante meramente de fuerza de un país (o región) permite que sea capaz de influir y decidir, al menos en cierta medida, lo que sucede en el mundo y que sea más independiente e impermeable a la injerencia de intereses extranjeros (e incluso interferir en estos como han hecho en algunas campañas electorales en occidente) si bien, es precisamente la ausencia de dominio económico y comercial, lo que imposibilita, siempre que exista y se mantenga un nivel similar de poderío militar o económico de otras potencias rivales, que pueda aspirar a cotas más altas, como configurar un imperio transnacional perdurable como ocurrió en el caso de Roma o España.