Opinión

Joyas patrimoniales de las tres culturas

Arquitectura y mobiliario utilitario, para pequeñas comunidades, Aragón alberga o produjo un pequeño rosario de bienes que representan su fecundo pasado con cruce de credos y culturas, como lugar de paso entre Asia, África y el centro de Europa, con efecto rebote pirenaico.

Glosaremos las que no son tan evidentes ni gozan de figuras de protección relevante como las más espectaculares realizaciones del Mudéjar, palacio de la Aljafería incluido. Más bien nos referiremos a las que simbolizan esa vida cotidiana en convivencia imperfecta, que la hubo.

A escasos dos kilómetros del espectacular casco histórico con judería importante y catedral en huerta de Tarazona, la mezquita de Tórtoles justificaría de por sí una nueva visita a la ciudad del camino Soria. Su singularidad es que se construyó para el culto de la población musulmana que se estableció en este barrio, reconquistada la ciudad, bajo dominio de los reyes de Aragón en la reconquista. Aunque pequeña y recoleta, contiene celosías, salas, artesonado y elementos como el mihrab de las grandes. Debe imaginarse que la plaza y calle circular que la rodean debió ser un patio de abluciones semejante al que se disfruta en el exterior de la mezquita de Córdoba o pudo vislumbrarse que sería el patio de los naranjos de la Aljafería.

En la cercana Borja, la Casa de la Estanca del siglo XVI se levanta como principal edificio civil del mudéjar aragonés a unos siete kilómetros de la ciudad. Recuerda su construcción al del torreón de la Zuda zaragozano, es utilitaria con cenefas de ladrillo. Erigida con la misión de albergar a un guarda de aguas a fin de controlar las que se dejaban pasar para el riego derivado de las aguas remansadas de la Acequia de Sobán.

Como homenaje a Javier Lambán en su momento de preocupación personal, cabe reconocerse su trabajo como presidente de la Diputación Provincial de Zaragoza de consolidación, inventariado y casi musealización de las juderías de Cinco Villas. Un eficiente y conmovedor proyecto político técnico en que tuvo una importancia descollante el profesor Miguel Ángel Motis Dolader, autor de una fascinante guía. Entre todas, como descendiente de sefardís, he gozado especialmente las del Frago y Biel. La primera localidad, pródiga en buenas chacinas, alberga fundamentales grabados en piedra o epigrafías en elementos patrimoniales y lápidas, las mejores de Aragón.

Cuando visité Safed en Galil o Galilea, me llamó la atención la relevancia e importancia de apellidos judíos aragoneses aun hoy entre su población. Las primeras expulsiones en la Baja Edad Media de la abundante población judía aragonesa de sus barrios con aljamas tuvieron como destino el Mediterráneo, el más seguro Reino de Navarra (Sangüesa es el origen de mis antepasados sefardíes) o incluso ciertas comunidades emigraron al actual territorio de Israel, entonces administrado por turcos selyúcidas y cruzados.

En este entorno acastillado, fue la localidad mencionada, de piedra caliza, rodeada de olivos, que tanto me recordó a Castellote, la que heredó a cargo de los Caro, los Rambán, los Cresques o los Cresp (denominación de las actuales sinagogas sefardíes de esta ciudad tan aragonesa y especializada en la formación de médicos), la tradición que conserva de elaboración de libros sagrados del judaísmo.

Safed aún hoy, insisto, es renombrada en toda la comunidad judía universal que es extensísima por la calidad de sus pergaminos y torás de papel casi transparente con tapa de cuero ligero. Remembranza de la célebre industria del valle del Aranda.

La Escuela de Safed, auspiciada principalmente por sefardíes aragoneses de los que guardan el llavón de su casa de la judería de Híjar, es fundamental para la pervivencia de la corriente mística judía. Vamos, pariente del surrealismo aragonés.

Aquellos que se quedaron, agrupados en pequeñas sinagogas como la que se vislumbra en la Iglesia de San Antón de Híjar –donde se han conservado una menorá e inscripciones en hebreo- produjeron monumentos y bienes que dieron culto a poblaciones que alcanzaron en el Bajo Aragón a más del diez por ciento de los fuegos o familias.

Aún tuvieron tiempo antes de convertirse o ser expulsados para disfrutar de la imprenta de Guttenberg para imprimir textos en hebreo. Esas ediciones impulsadas por Eliezer Alantansí, cuyos primos es probable que las estuvieran repitiendo en Safed.

En los pequeños bienes de interés cultural se advierte un legado de alcance mundial del que pocos territorios gozan. El trabajo de aproximación a Israel y nuestros parientes culturales, o Uzbekistan y nuestros primos constructores debe ser continuado.