Opinión

Injusticia subsanada

A mediados del pasado año, un gran amigo de nuestra familia, D. Carlos Melús, persona noble y culta donde las haya, con el que me da gusto conversar abriendo mi alma a la Historia, daba un paseo por la parte antigua del cementerio de Zaragoza.

Entre reposos decimonónicos, entre mujeres y hombres ora relevantes ora desconocidos, su vista alcanzó un nicho sin lápida, en cuya argamasa, puerta al eterno descanso, figuraba un nombre con un breve: “Ocupado por”.

Un nombre que nos sonará a calle, quizá de esas que conoces pero que nunca ubicas, o a parque y, a los estudiantes, les sonará a una conocida copistería en la que reproducir los apuntes de clase.

Pero, D. Bruno Solano Torres es mucho más que una dirección o que un comercio.

Otro gran amigo, D. Santiago Gonzalo, persona igualmente erudita, profesor, químico y escolapio de pro, conocedor de tal hecho por nuestro mutuo amigo Carlos, intentó poner de manifiesto ese estado de total abandono, pero el medio elegido no mostró ningún interés pues el personaje, parece ser, no merecía el tiempo a emplear.

Felizmente y gracias a la decisión de un grupo de químicos y del colegio Oficial de Químicos de Zaragoza, se colocó una lápida de mármol en su nicho, pagada por suscripción entre sus compañeros, el 6 de octubre de 2020.

Dicho lo cual, aprovechando este espacio aragonés y con la información facilitada por mi querido amigo Carlos, complementada por propia investigación, quiero romper una lanza a favor de este importante personaje en la vida de nuestros antepasados.

D. Bruno Solano Torres nació un 6 de octubre de 1840 en el seno de una familia calatorense. Se trasladó a Zaragoza para cursar sus estudios. Los de Bachiller (entre los años 1853 y 1859) fueron concluidos con la calificación de Sobresaliente en todas las materias, obteniendo el Premio Extraordinario y la Medalla de Oro de su Promoción.

Haciendo un Ex Cursus, la segunda mitad del S. XIX fue convulsa en lo relativo a los estudios universitarios. Así, como botón de muestra, el Plan Pidal de 1845 trae consigo la degradación a Instituto de Enseñanza Secundaria de la Universidad de Huesca y, en Zaragoza, desaparecen los estudios de Medicina. Las Facultades de Ciencias ni siquiera se definen. Años más tarde, en 1857, con la Ley Moyano, los estudios de Ciencias sí aparecen, aunque con restricciones. Diez años más tarde, vuelve a aparecer la Medicina, de la mano del Marqués de Orovio; y, podríamos decir que, afortunadamente pues poco después, en 1869, cursaba sus estudios D. Santiago Ramón y Cajal.

Y volviendo al personaje central de estas líneas, podemos auxiliarnos de las opiniones como alumno de nuestro insigne Premio Nobel cuando describe al Sr. Solano como un docente “elocuente, fogoso, afable…” y, una persona de referencia en lo ético.

Con esta brevísima semblanza no nos extraña algún dato que nos arroja la biografía de D. Bruno como, por ejemplo, el hecho de que mientras ejerce en Sevilla el cargo de Auxiliar de las Cátedras correspondientes a la Sección de Ciencias (1867), aprende inglés y alemán con, parece ser, notable perfección. Este conocimiento de idiomas le permitirá viajar años más tarde(pagándolo de su propio bolsillo) a París, para estudiar con los profesores Nicloux (París) y Jörgensen (Copenhague) en relación con la lacra de la Filoxera.

Creo interesante hacer un resumen de los desempeños de Bruno Solano para dejar patente su valía y repercusión. Desde:

1868. Catedrático interino de Química de la Escuela Libre.
1868. Profesor de Aritmética y Geometría en la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza.
1876. Profesor en el Preparatorio de Medicina.
1879. Doctor en la Universidad Central.
1880. Profesor de la Estación Vitícola y Enológica de Zaragoza.
1881. Catedrático de Química General.
1882. Profesor de la Granja Modelo.
1885. Diploma de Mérito en la Exposición Aragonesa.
1886. Presidente de la Real Sociedad Aragonesa de Amigos del País.
1887. Decano de la Facultad de Ciencias.

Para terminar esta breve semblanza de este aragonés de pro, referir el episodio del cólera de 1885. En este año se desató una terrible epidemia poniendo bajo sospecha el Canal Imperial. Para el estudio de sus aguas y poner remedio a la enfermedad se hizo cargo gratuitamente de la investigación concluyéndola con una frase lapidaria que fue “trending topic” en la época cuando aseveró al entonces alcalde de Zaragoza D. Pedro Lucas Gallego: “El sueño de mi vida, mi vida misma es mi madre. Pues bien, para tranquilidad de todos, yo no tengo inconveniente en dar de beber a mi madre las aguas consideradas sospechosas”.

Llegamos al 19 de febrero de 1899. En este infausto día, a consecuencia de una operación, fallece en Santander en la más absoluta pobreza. Tanto es así, que su traslado y parte de su funeral es costeado por sus alumnos de la Facultad de Ciencias.

Sus restos descansan en el Cementerio de Torrero. Manzana n.º 3. Números del 1 al 185. Nicho n.º 94. 5ª fila. Curiosamente, cerca de él (nicho 89) reposa otro prohombre zaragozano que, tras haberlo dado todo por la ciudad, murió igualmente en la ruina. Si D. Bruno Solano era el nombre de una calle, este personaje aledaño da su nombre a una popular plaza; D. Miguel Salamero, Héroe de Los Sitios de Zaragoza.

Fuentes

Melús Abós, Carlos. Apuntes sobre Bruno Solano Torres.

Bartolomé, Fernando: “Bruno Solano y los inicios de la Facultad de Ciencias de
Zaragoza”. conCIENCIAS.digital. Mayo 2020.

Cuadernos de Barbacana. N.º 2: “Bruno Solano Torres. Nacido en Calatorao en 1840. Fundador de la Escuela de Químicas de Zaragoza”. Iniciativa Cultural Barbacana de
Calatorao. Febrero 1999.

Gran Enciclopedia Aragonesa: “Solano Torres, Bruno”. http://www.enciclopedia-aragonesa.com/voz.asp?voz_id=11875