La magia de la Carrasca de Lecina

Y como por arte de hechizos de brujas y duendes, la Carrasca de Lecina resurgió del olvido y consiguió el reconocimiento que tanto merece.

La Carrasca Milenaria de Lecina o la castañera, como la conocen sus vecinos, es un árbol con más de mil años de historia entre sus raíces. Pertenece a la especie de las encinas y tiene la friolera altura de 16 metros y medio, 28 metros de diámetro y cubre una superficie de 615 metros cuadrados.

A pesar de que en los últimos años este magnífico monumento natural ha comenzado a ser conocido más allá de los habitantes de Lecina, lo cierto es que durante muchos años ha sufrido el mismo abandono que muchas zonas rurales aragonesas.

Esta carrasca milenaria se encuentra en el pueblo de Lecina, en la comarca de Sobrarbe justo en la frontera con el Somontano, que pertenece al Ayuntamiento de Bárcabo. A pesar de que este municipio tiene poco más de cien habitantes, la población censada del pueblo casi se puede contar con dos manos. Entre sus trece ciudadanos, la juventud ya no es una característica física que los pueda describir ya que muchos de ellos han sido testigo como desde los años sesenta, muchos de sus vecinos iban migrando a localidades más urbanizadas en busca de trabajo y una vida más sencilla.

Junto con el pueblo, la carrasca se fue quedando en el olvido. Los habitantes de Lecina cuentan que recuerdan jugar entre sus ramas y recolectar bellotas para asarlas en el fogón del colegio, pero cuando crecieron el árbol poco o poco fue perdiendo importancia y la maleza que lo rodeaba se fue apoderando de la zona. Y así pasaron años. Hasta que un guardia forestal decidió limpiarlo para casarse bajo sus ramas. Desde entonces el pueblo ha buscado cuidarlo, y cada día se ve a alguien paseando para contemplarlo.

La carrasca milenaria de Lecina es un símbolo que refleja la fortaleza y el temperamento de todas esas personas que se quedan o vuelven a las zonas rurales de Aragón. A pesar de las dificultades, siguen adelante y persisten ante la adversidad.

En el año 2015 se nombró a la carrasca como árbol singular y se construyó una vaya a su alrededor para protegerla de los visitantes. Pero en 2021 ha sido cuando comenzó a tener más renombre al conseguir el título de Árbol del Año en España 2021 consiguiendo así su plaza para postularse como Árbol de Año de Europa. El propio Javier Lambán ha dado su apoyo a la carrasca y ha invitado a todos los aragoneses a votar por este maravilloso árbol que ha visto pasar por delante de sus hojas tantas pestes, pandemias e innumerables guerras. 

Las votaciones para el Árbol del año de Europa comenzaron el mes de enero y ya están en su recta final. El 28 de febrero se cierra el plazo para votar y, para darle más intriga al concurso, durante esta semana los resultados serán secretos. 

Además el Ayuntamiento ha puesto en marcha un concurso en el que además de buscar fomentar la participación de los aragoneses en las votaciones, intenta involucrar a  los más pequeños en la historia del municipio. Se trata de un concurso de dibujo en deben crear un cartel para que la Carrasca de Lecina se convierta en el Árbol Europeo del Año y podrán participar hasta el 28 de febrero. 

Al final la magia que albergan en las raíces de la Carrasca de Lecina ha conseguido que esté a punto de cumplir el sueño de un pequeño árbol que un día consiguió echar a las brujas del bosque.

UNA LEYENDA DE BRUJAS Y DUENDES

Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, el pueblo de Lecina estaba rodeado por un impenetrable y misterioso bosque de encinas y robles. En él se ocultaban los animales más peligrosos de la montaña, pero también era el lugar dónde vivían las temibles brujas que buscaban las ramas de estos grandes árboles para poder dormir.

Los vecinos de Lecina vivían atemorizados por la presencia de las brujas ya que causaban enfermedades, muertes, lazaban tempestades y crueles desgracias sobre sus habitantes. Pero a pesar de ello, las carrascas del bosque vivían felices porque era tal el miedo que causaban a los pueblerinos que estos no se atrevían a pisar el bosque para recolectar leña.

Un día una de las carrascas más jóvenes empezó a protestar por la mala fama que se había ganado el bosque. Estaba cansada de sentir la pena y miedo que sentían los lecinenses. Pero ninguno de los árboles le hacía caso. Así que en señal de protesta no dejó que las brujas se refugiasen entre sus ramas. 

La actitud de la pequeña carrasca trajo muchas discusiones en el bosque, tantas fueron que al final las brujas cansadas de oír a la joven quejarse, y para agradecer el apoyo prestado por las más viejas, decidieron marcharse. Pero antes les concedieron a cada una de ellas un deseo. 

Las carrascas contentas y emocionadas por el deseo comenzaron a pedir: las más presumidas quisieron hacer sus ramas de oro. Otras desearon desprender los más deliciosos perfumes, y el resto pidieron que sus hojas fuesen de cristal para brillar como el sol. Pero hubo una carrasca que no deseó nada, la pequeña carrasca quiso continuar siendo como siempre. 

Las brujas les concedieron sus deseos. Al tercer día, cuando las brujas abandonaron el bosque, se desató una terrible tormenta de viento y nieve que hizo que todas las hojas de cristal cayesen al suelo y se hicieran añicos. Todos esos esos árboles terminaron muriendo.

Otro día, un pastor no pudo impedir que su rebaño se escapase al ser atraído por el delicioso aroma de las hojas de algunas carrascas. Viendo el interés de los animales, los aldeanos decidieron cortar las encinas para alimentar a sus ganados. Y así poco a poco fueron muriendo todas, solo quedaba la pequeña carrasca y los árboles que habían decidido convertirse en oro. Pero los ladrones y maleantes fueron talándolos para venderlos. 

De pronto aquel bosque impenetrable había desaparecido y solo quedaba una pequeña carrasca que no paró de crecer y crecer ganándose el respeto y cuidado de los vecinos.