Opinión

Fin de año con Pla

Hace cien años Josep Pla tenía veintitrés y aún no era corresponsal de La Vanguardia. Ni había escrito estas gloriosas crónicas de la vida cotidiana, gastronomía o efemérides políticas de los felices y amargos años antes y después de la Gran Depresión.

Sí que se refleja este periodo en los momentos o personalidades que aparecen en sus memorias, en metáfora gris de cuaderno y mina.

Pla procuró siempre escribir para que se le entendiera, los estudiosos de su obra destacan su estilo de narrador adquirido como periodista. Esa prosa para entretener que es, según él y sigue, tan poco valorada es en la España retórica, conceptista o culteranista. Siempre un tanto barroca.

Eran tiempos hace un siglo de familias de comerciantes y banqueros enriquecidos por la neutralidad española en la Primera Guerra Mundial, de maurismo sin Carmen y semanas trágicas. De anarquistas yihadistas magnicidas, en Barcelona como en la Sarajevo que se quedó y sigue en Turquía.

Santiago Ramón y Cajal creaba escuela mientras que la denominada gripe española amplificaba la leyenda negra de charanga y pandereta en pleno siglo XX. A duras penas información real se distribuía a los medios de comunicación sobre los afectados y gravedad de la situación. Lo que desembocó en una dictablanda con Borbón y parece ser que orden, que nos ha legado urbanismo como la Gran Vía madrileña o el Paseo de Independencia zaragozano.

En este ejercicio la información sobre la magnitud de la realidad que vivimos ha sido desde críptica a exagerada, desde alarmista hasta negacionista por conveniencia y según quincenas. La historia dirá que narradores periodísticos de nuestro presente estuvieron afilados o circunspectos como el maestro de Palafrugell, que legó una serie de descripciones convendremos que todavía vigentes por no superadas:

Están hombres, como Largo Caballero, alma de un partido extremista, cuyas características temperamentales son las de un conservador: es un hombre, tenaz, gris, frío, trabajador, igual. Está, en cambio, Maura, jefe de los conservadores, con su temperamento de demagogo, y pasional, llameante, agitado, desigual. Al decir de la gente, hay bien pocas personas en el lugar que les corresponde.

Hay hombres y mujeres –rústicos o refinados, inteligentes o espesos- que siempre van a necesitar de alguien que les resuelva los problemas políticos.

Todo político es un oligarca más o menos disimulado… La esencia de la política es la oligarquía…

Hay muchos madrileños que hablan de Barcelona como una ciudad de confort, de placer, de sensualidad, de vida fácil… de una subespecie hedonística… La vieja rivalidad con Barcelona ha tenido peso en la transformación de Madrid (en la vida de España).

El paisaje castellano extenso de los campos de Castilla es muy poco republicano

Lo que ha hundido a la Monarquía (se refiere a Alfonso XIII) no ha sido la tendencia temperamental del Rey hacia la política personal sino el ansia de ejercer una política de popularidad y calle –de frivolidad-.

Los pelos como escarpias pone revisar a Pla. Oyendo en los medios que estamos regidos por un régimen social comunista, dando cera el socialismo oscense a sus coaligados en el Gobierno de Aragón por el estado de las carreteras de la provincia de Fleta y Sender, mientras que siempre se ve como  una deslealtad cuestionar por los socios de que se trate las políticas educativas, sociales y sanitarias o las intervenciones del Gobierno aragonés en residencias. Que siempre estarán en manos de los partidos de esta especie de restauración con elementos de los descritos por Pla.

Feliz año de empezar por gatear.