Opinión

"Sin ansiedad, con confianza, pero con prudencia”

Los medios de comunicación, y sobre todo las redes sociales, nos están “amargando” la vida desde que la Covid-19 entró en ella como lo hace un elefante en una cacharrería. Y eso tiene una explicación psicopatológica: el cerebro emocional (sistema límbico) es muy poderoso y, no solo controla muchas de nuestras actitudes y comportamientos, sino que incluso provoca conductas irracionales y primitivas. Podíamos afirmar que una gran parte de la ciudadanía estaríamos a merced de la “infodemia” e “inforragia” (epidemia y hemorragia de información) que se están produciendo.

Sin perderle el respeto a la Covid-19, faltaría más, y sin dejar de lado la información veraz y contrastada que nos llega, una reflexión sosegada y serena nos puede ayudar a evitar la ansiedad, incrementar nuestro sistema inmunitario al disminuir el estrés y, en suma, mejorar nuestra calidad y cantidad de vida.

Lo primero que parece claro es que el virus está mutando hacia formas “menos agresivas”; parece que ello podría ser debido a una delección genómica en el OFR 7b-8. Y esto no es algo excepcional, sino habitual en la mayoría de las infecciones víricas y también, a veces, en las bacterianas.

Por otro lado, cada vez hay más datos que apuntan a la existencia de una inmunidad cruzada con los virus del resfriado común controlada por Linfocitos T. Por ello, son cada vez más las personas que, sin tener anticuerpos de la Covid-19, están inmunizadas y no se infectan por este virus o si lo hacen son asintomáticos.

También, y como dicen sesudos virólogos: “Las PCRs no miden carga viral, sólo informan de la presencia de alguna de las tres fracciones del genoma del virus, pero nada más”. Por lo tanto, ser PCR ++ (“casos confirmados”, como denominan los medios y las redes) no es equivalente a estar enfermo (la mayoría, de hecho, son asintomáticos y no desarrollan la enfermedad).

Ser PCR ++ no consiste en otra cosa en que nos han detectado alguno de los fragmentos, pero no un virus viable, ni mucho menos replicable y patógeno”. Por si no queda clara la afirmación, quizá este ejemplo lo haga más fácilmente comprensible. “Si usted encuentra, al hacer una obra pública, restos humanos, pongamos del paleolítico, son restos humanos sin duda, pero son inofensivos: no les van a atacar. También pasa esto con muchas PCRs: son restos de virus rotos” (tomado del Dr. Martín, Hospital de Torrecárdenas).

 También es una evidencia (diferenciarlo de creencia u opinión) es que el incremento de casos confirmados, no se sigue de un aumento significativo de hospitalizaciones. Dicho de otra forma: la enfermedad es, a fecha de hoy, menos agresiva (añádanle toda la prudencia que quieran, pero es lo que hay).

Por otro lado, y por lo que respecta los menores, estos enferman menos y cuando lo hacen, los cuadros clínicos son mucho menos severos, probablemente porque tienen menos carga viral y, en consecuencia, la sintomatología y capacidad de contagio se reduce. Ahí estaría, entre otras, una explicación para afirmar que la vuelta al colegio no conlleva un riesgo tan elevado como algunos chat y redes sociales pretenden transmitir. Si se siguen unas normas básicas de lavado de manos, uso de mascarilla y distancia de seguridad no hay peligro. Lo que desde luego no es saludable es entrar en una espiral de pánico, de “dimes y diretes”, que lo único que consigue es crear malestar, incertidumbre y ansiedad general.

Tenemos virus para rato, dicen los expertos en virología y en epidemiología. La vacuna, según afirman noticias provenientes de la industria farmacéutica seria, no llegará hasta finales de 2021. Pero también sabemos que, poco a poco, la Covid-19 pasará a ser una historia triste, dramática, para algunos incluso, imborrable por haberse llevado vidas de seres muy queridos. Pero como decía Heráclito de Éfeso: “Todo pasa”, y esta pandemia, no tengan la menor duda, también lo hará.

¿Qué es lo que tenemos que hacer mientras tanto para ayudar a que la “película de la Covid-19” llegue pronto a su final? Pues poner en práctica el sentido común y llevar a cabo conductas muy sencillas. 1º) Lavarnos las manos muchas veces al día (es decir, practicar las normas de higiene básica, pero con más frecuencia); 2º) Airear lo mejor posible los espacios cerrados; 3º) Guardar una distancia física (que no es lo mismo que social) de unos 2 metros; 4º) Evitar las efusiones cariñosas a las que tan dados somos los mediterráneos; 5º) Soportar con estoicismo la mascarilla, y recordar que no es un complemento o adorno que se ha puesto de moda, sino un elemento preventivo de una pandemia vírica. 6º) Cuidar a nuestros mayores y a los seres más vulnerables evitando contactos innecesarios.

La transmisión comunitaria al decir de los epidemiólogos es inevitable y los rastreos generales son útiles más que con fines diagnósticos, como método de propaganda y de marketing sociopolítico de que se está haciendo algo, y de esta forma empezar competiciones entre comunidades y seguir una demagogia repugnante y nauseabunda.

Me uno y suscribo las palabras de mi colega el Dr. Nicasio Martín, Internista del Hospital de Torrecárdenas, cuando dice: “Sigan con sus vidas, apliquen las medidas básicas, y, sobre todo, tengan una visión racional, sistemática y analítica de la pandemia; no se dejen influir tanto y no tengan miedo, sino esperanza.