Opinión

Provisionalidad e improvisación

Después de un verano insólito marcado por los sucesivos rebrotes del coronavirus y por la ausencia total de eventos culturales y celebraciones festivas de todo tipo, llega el mes de septiembre, que marca el final de las vacaciones estivales y la vuelta al trabajo y a las actividades educativas. Y es precisamente en el ámbito educativo, que nos afecta a todos, directa o indirectamente, donde hay un clima de incertidumbre y unas incógnitas difíciles de resolver. Porque está claro que vivimos tiempos de provisionalidad, ya que nadie se atreve a programar eventos a medio o largo plazo. Y este frágil asidero en lo provisional nos lleva a la improvisación y a actuar casi sobre la marcha, según se comporte el incombustible Covid-19.

Es verdad que el paréntesis veraniego ha permitido a las autoridades sanitarias y educativas ir preparando el terreno para una vuelta a las aulas lo más tranquila posible dentro de la llamada nueva normalidad. Pero ni los más pesimistas se imaginaban que, ya a finales de junio, comenzarían a multiplicarse los rebrotes y nos fuéramos acercando a una segunda oleada. Ante esta situación, el regreso a las aulas en los próximos días va a ser un test muy exigente para comprobar si somos capaces de convivir con la pandemia y si todos los agentes sociales que participan en la tarea educativa –profesorado, alumnado, personal no docente, familias…– van a poder afrontar los posibles rebrotes con eficacia y responsabilidad. Son muchas las ideas, sugerencias y planteamientos que van a sentar las bases de un inicio de curso más o menos normalizado. Lo que está claro es que debe predominar la enseñanza presencial y que se deben extremar al máximo las medidas de higiene y distanciamiento.

Son muchos los interrogantes que se plantea la ciudadanía en estos primeros días de septiembre: ¿Qué ocurrirá cuando un alumno o alumna presente síntomas relacionados con el coronavirus? ¿Aislarán al afectado o afectada? ¿Pondrán en cuarentena a toda la clase? ¿Y si el rebrote se extiende en un centro educativo? ¿Cerrarán temporalmente el colegio o instituto? ¿Enviarán a los alumnos a su casa? ¿Quién cuidará de ellos si los padres trabajan? ¿Cómo se resolverá el problema de la conciliación familiar? Podrían ser muchas más las preguntas, pero las respuestas irán surgiendo a medida que aparezcan estas más que probables situaciones. De momento, tal como afirma el consejero de Educación de la DGA, Felipe Faci, “El curso será complicado. Nadie sabe cómo va a evolucionar el virus”. Él mismo reconoce que habrá que improvisar porque el comportamiento del virus es impredecible.

Este clima de provisionalidad e improvisación puede prolongarse durante meses e incluso durante todo el curso escolar 2020-2021. Lo importante es que sea una improvisación positiva, consensuada y acertada. Y que siempre exista un plan B, e incluso un plan C, si la situación se complica y se deteriora.

Es de esperar que la nueva vacuna llegue cuanto antes y resulte eficaz y adecuada. Mientras tanto, los meses otoñales se presentan complicados en todos los ámbitos. Porque se ha comprobado que el calor de julio y agosto no ha contribuido a reducir los efectos del virus. Y que las medidas no han sido suficientes para frenar su expansión. Eso sí, habrá que evitar a toda costa que los hospitales se saturen, como ya ocurrió a finales de marzo. Nadie quiere ni pensar en un segundo confinamiento general. Sería un caos en todos los sentidos. Y un golpe definitivo para la economía del país. Por eso es tan importante anticiparse, adoptar las medidas adecuadas y no caer en la improvisación.