Opinión

El “optimismo” tóxico

¡Hay que ser positivo!, nos dicen unos y otros, y personalmente nada tengo que cuestionar a esa afirmación. Pero, cuidado, una cosa es ser positivo emocionalmente e intentar ver el vaso medio lleno, y otra muy distinta ser un optimista “tóxico” y ver un vaso cuando no hay nada.

El optimismo “tóxico” es un optimismo absurdo, contra viento y marea, sin lógica, sin sentido. Es, en definitiva, una forma burda de querer autoengañarse y de ser correcto ante una sociedad pueril e inmadura que no tolera la adversidad y la desgracia.

Pensar que la vida es bella y que “querer es siempre poder” no es en sí mismo ni malo ni un error. Pero no lo es si no se convierten en un mantra incuestionable y con el que se puede salir siempre airoso de cualquier situación por incómoda o negativa que sea.

Hoy está de moda este “buenismo” generalizado, este “positivismo” a ultranza, esta forma pazguata de responder ante las adversidades vitales. Todos, en mayor o menor medida, echamos mano de estas jaculatorias, pero también todos sabemos que son una gran mentira, que quizá puedan quedar bien, pero que son una falacia que no se sostiene al más mínimo análisis.

La mayor parte de los llamados libros de autoayuda se basan en estas teorías, que insisten en algo básico, y, a mi modo de ver, extremadamente peligroso para la salud mental. ¡Si quieres puedes! ¡Tú decides! ¡Conseguirlo está en tu mano! ¡La voluntad mueve montañas! ¡Ser feliz depende de ti! Y por supuesto, la más manida y usada de todas ellas, ¡Querer es poder!

Digo que estos mensajes no solo son falsos sino que, además, pueden resultar peligrosos para la salud mental porque si el individuo se los cree a pies juntillas y no consigue el objetivo propuesto (como es muy fácil que así suceda), lo resultante; esto es, el fracaso, se debe a que la persona no ha “querido conseguirlo” con suficiente intensidad, no ha hecho “todo lo que está en su mano” por alcanzar la meta y no se “ha esforzado al máximo”. Y eso es simple y llanamente una falsedad enorme que nos lleva a la frustración malsana, a los complejos de inferioridad y a considerarse una persona incompetente e inútil.

Bajo esos mensajes disfrazados de radiante positividad, optimismo vital y buenos ánimos lo que realmente se produce es un daño a la autoestima, sobre todo de aquellos que son más inseguros e inmaduros, que, por otro lado, son los que más acuden a este tipo de pseudoexpertos, a esos libros de autoayuda y a los blogs de psicología llamada positiva.

Conviene tener cuidado a la hora de lanzar un mensaje estimulante. Huyamos de esta moda tan absurda como dañina del optimismo “tóxico”. Una cosa es alimentar la motivación y otra crear falsas esperanzas y realidades inexistentes. Ni todo el mundo tiene la misma capacidad, ni la misma aptitud, ni la suerte se distribuye por igual, ni es suficiente con querer para conseguir una meta.

¡Cuidado con los optimistas “tóxicos”! Son tan peligrosos para la salud mental como los pesimistas patológicos. La vida no es idílica y querer no siempre es poder, a pesar del “buenísimo” imperante. El mensaje realista gusta mucho menos, pero es más honesto y, a la postre, más eficaz.