El Gobierno de Aragón envía pautas para desinfectar correctamente bienes patrimoniales

Para la desinfección de lugares públicos se usan soluciones cloradas que no se deben emplear en conjuntos monumentales
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El Gobierno de Aragón ha enviado a los ayuntamientos e instituciones eclesiásticas una serie de recomendaciones de cómo se deben desinfectar los bienes patrimoniales sin que pueda llegar a afectar a su estado de conservación.

La Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Aragón ha remitido a los municipios aragoneses e instituciones eclesiásticas una serie de recomendaciones relativas a la desinfección a la que deben verse sometidos los bienes culturales como consecuencia de la pandemia y que pueden llegar a afectar a la conservación de dichos bienes. Por este motivo, y siguiendo las pautas que el Instituto de Patrimonio Cultural de España (IPCE), del Ministerio de Cultura y Deporte, ha dirigido a las comunidades autónomas y a las Fuerzas de Seguridad del Estado, desde el Departamento de Educación se pretende garantizar, en definitiva, que dichas medidas de desinfección sean compatibles con la protección del patrimonio cultural. Su aplicación es recomendable tanto durante la vigencia del estado de alarma, en que los monumentos y museos están cerrados al público, como cuando se produzca su reapertura, momento en el que será preciso extremar las precauciones, pero también el cuidado de los bienes y la preservación de su integridad.

En este sentido, la Dirección General de Patrimonio Cultural se ha dirigido a las entidades responsables de la conservación de dichos bienes para que observen las medidas propuestas escrupulosamente. “No debemos olvidar que el patrimonio cultural es un bien no renovable, y por lo tanto cada acción que pueda afectar a su estado de conservación debe ser adecuadamente valorada y llevada a cabo con la máxima responsabilidad”, continúan desde la DGA.

Así las cosas, las instrucciones remitidas establecen que es importante no utilizar productos corrosivos o agresivos, como lejía, amoniaco o detergentes. Para la desinfección de lugares públicos se usan soluciones cloradas que no se deben emplear en conjuntos monumentales, edificios históricos, yacimientos arqueológicos ni objetos, ya que son corrosivos, alteran los colores, afectan a los pigmentos y eliminan parcialmente la pátina de protección. Mucha menos justificación tiene este tipo de prácticas en el interior de museos, edificios históricos, iglesias, etc. que llevan cerrados varias semanas, lo que hace imposible la permanencia de cualquier contaminación vírica previa a su cierre.

En los casos necesarios, y siguiendo las recomendaciones de las autoridades sanitarias, se pueden utilizar soluciones hidroalcohólicas diluidas o jabones neutros, aplicados siempre con presión controlada. En cualquier caso, se desaconseja totalmente la aplicación directa de cualquier desinfectante o biocida.

Por lo que respecta al exterior de los monumentos y museos, las instrucciones establecen lo siguiente: En el caso de bienes culturales situados en espacios públicos (cascos históricos, plazas públicas, parques o calles), hay que evitar rociarlos de manera directa. En el entorno directo de los edificios (a menos de 1 metro de distancia) se utilizará una disolución de etanol disuelto al 70% en agua proyectada a baja presión, evitando el rociamiento de los zócalos. Esta solución desinfectante resulta efectiva frente al virus y a su vez su pulverización resulta menos dañina que la de hipoclorito sódico (lejía) sobre materiales como la piedra, el ladrillo, la madera y el metal.

Los tratamientos desinfectantes deben evitarse muy especialmente en las proximidades de los bienes culturales policromados (portadas de edificios, superficies murales) y se propone como alternativa el vallado perimetral para evitar la aproximación y el contacto directo de las personas. Las personas encargadas de estas labores deberán observar las medidas generales de protección que garanticen su seguridad.

En cuanto a las pautas a seguir para la limpieza en el interior de monumentos y museos, se aconseja no realizar fumigaciones o pulverizaciones generalizadas.

También recomiendan que la desinfección de suelos o de elementos sin valor histórico-artístico puede hacerse con etanol disuelto al 70% en agua o con una disolución de jabón neutro (tipo jabón verde o marsella) en agua. Para las superficies exteriores de vitrinas y cristales, igualmente se aconseja etanol disuelto al 70% en agua. Esta medida de desinfección debería estar contemplada con anterioridad en los protocolos de limpieza, y en todo caso se recomienda mantenerla permanentemente, una vez se vuelva a la normalidad, para evitar la futura difusión de cualquier patógeno.

No hay que tocar directamente las obras de arte. Para limpiarlas se evitará aplicar soluciones desinfectantes o productos agresivos. Tampoco hay que realizar limpiezas excesivas, ni mucho menos un frotado manual. Hay que limitarse a efectuar una limpieza superficial con un plumero suave, tal como se hace habitualmente. Tras la limpieza, es muy importante ventilar los espacios.

En paralelo a todo lo anterior, se deberán realizar las necesarias visitas periódicas para garantizar la seguridad de los bienes ante posibles robos o actos vandálicos, termina la DGA.

Tal y como reconocen tanto al IPCE como la Unesco, el Gobierno de Aragón considera que el patrimonio cultural “suministra a la sociedad un caudal de recursos que se heredan del pasado, se disfrutan en el presente y se transmiten a las generaciones futuras para su beneficio. Esos recursos son una riqueza frágil, y como tal requieren políticas y modelos de desarrollo que preserven y respeten su diversidad y su singularidad, ya que una vez perdidos no son recuperables. Cuando finalice esta situación, el patrimonio cultural será parte importante en el proceso de recuperación de la normalidad, y también un elemento necesario tras estos tiempos de confinamiento y aislamiento social. Y no solo considerado como importante recurso ligado al turismo”.

Por este motivo, el Ejecutivo aragonés quiere garantizar la conservación y el futuro del patrimonio cultural, por su incidencia tanto en el aspecto económico como en su valor fundamental como elemento de cohesión social y de identidad.