El laberinto tecnológico de la enseñanza

Los profesores entienden como obstáculo la pérdida de la relación presencial educador-alumno
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¿Dónde está la salida, en este contexto de «estado de alarma», del laberinto tecnológico en la enseñanza? Me refiero a cuestiones como: ¿cuáles plataformas en línea utilizar?, ¿cómo utilizar las plataformas adecuadamente? Estas y otras preguntas se las hacen cada día un porcentaje importante de profesores. Al igual que en un laberinto las rutas son diversas; pero, solamente algunas de ellas permiten alcanzar la salida: alcanzar el objetivo. Se impone el criterio del profesorado que conoce y visualiza a su alumnado como el centro y objetivo de la enseñanza. No obstante, el contexto y las circunstancias de cada estudiante, en cualquiera de los niveles del sistema educativo, condiciona el aprendizaje.

La necesidad imperiosa del profesorado por trasladar sus aulas de clases, a las casas de sus estudiantes, es un reto semanal y casi diario. El sistema educativo, en algunos ámbitos, no estaba preparado para asumir el reto de la formación telepresencial o en línea.  No ha existido una estrategia coherente y consensuada en este proceso. Solamente aquellos centros o docentes que han tenido una experiencia previa con el uso de las TIC han podido ofrecer un plan eficaz y eficiente. El resto, con lo que ello conlleva, ha sido un aprendizaje forzado para profesorado, alumnado y familias.

La tendencia desde hace décadas indicaba que las TIC tendrían que integrarse al proceso de enseñanza-aprendizaje; pero, no se contaba con que se tuviera que realizar de manera imprevista, sin recursos y sin una estrategia adecuada, por parte de los centros, en el uso docente de los recursos tecnológicos en todas las asignaturas. Hay centros en los cuáles el alumnado no tiene un ordenador a su disposición, ¿se puede considerar factible la formación en línea o telepresencial?

El esfuerzo de los centros, de la mayoría del profesorado, del alumnado y de las familias no se cuestiona: es arduo y seguirá siéndolo en las próximas semanas. En especial para aquellos que no estaban preparados para este cambio de metodología de enseñanza. Sumar, además, la poca transparencia de algunas plataformas y aplicaciones tecnológicas que limitan su funcionalidad a versiones demo o que podrían poner en riesgo los datos personales de los usuarios. Las circunstancias actuales ponen en evidencia la cantidad de información inapropiada y desactualizada existente en la red. Efectivamente hay documentación y materiales de acceso libre, pero requieren de una revisión o actualización, por el profesorado, antes de su envío y uso al alumnado.

¿Dificultades propias de la tecnología? No todo el alumnado tiene a su disposición ordenadores. Hay quienes tienen ordenadores, pero con una configuración básica que les imposibilita entrar en aplicaciones complejas. Conexiones a internet limitadas que reducen la calidad o directamente impiden el acceso a videoconferencias o recursos TIC que ofrecen diversidad de materiales multimedia. Servicios en línea que solicitan autorización de cookies, con el riesgo que ello conlleva, para poder visualizar los materiales. Contenidos digitales que por su gran tamaño ralentiza el uso de los ordenadores.

Sin duda, hay experiencias docentes exitosas en centros públicos, concertados y privados. Otras experiencias demuestran la debilidad del sistema ante la integración de las TIC en la enseñanza. Eso sí, ha sido un aprendizaje que esperemos contribuya a considerar definitivamente varias cuestiones: la necesidad de políticas de emergencia consensuados, la asignación de recursos para actualizar o reforzar en competencias digitales al profesorado y al alumnado, reforzar los bancos de experiencias y buenas prácticas en línea de acceso libre para los centros educativos, valorar la importancia de la convivencia en la educación de niños y niñas.