Opinión

El "mejor" sistema sanitario del mundo

El New York Times ha publicado en su edición online en español un artículo titulado ‘El secreto letal de España: no teníamos la mejor Sanidad del mundo’, donde expone las carencias de nuestro sistema asistencial, escasez de personal, precariedad, retribuciones… Y sin duda tiene razón -la tiene-, pero no ha sido esa la causa de la crisis del coronavirus, no al menos la causa principal.

Es cierto que no teníamos, ni de lejos, el mejor sistema sanitario del mundo, pero por una sencilla razón: porque el sistema sanitario es mucho más que el asistencial, al que equiparamos erróneamente con toda la Sanidad. El sistema sanitario es también la organización política que lo dirige, la estructura administrativa, son los medios de vigilancia epidemiológica y red de alerta, es la prevención, es la logística, es la industria farmacéutica y de material sanitario… Y todo eso, fundamentalmente la organización política y la estructura administrativa, aunque también y de forma especial la red de alerta, han fallado clamorosamente, colapsando el sistema asistencial, obviamente no preparado para esa avalancha de casos. Ningún país del mundo tiene un sistema asistencial capaz de absorber una emergencia extendida a la vez en todo su territorio que triplica o cuadruplica los máximos registrados nunca hasta entonces. Sólo los hospitales de campaña del Ejército han podido resolver parcialmente la escasez de camas y de UCIs. Habrá que dotarse de más, pero es obvio que no se puede ampliar mucho más la red asistencial para luego tenerla vacía en tiempos de normalidad.

Es cierto que hemos confundido la esperanza de vida, una de las más altas del planeta, debida en gran parte a nuestra alimentación y hábitos de vida, con la eficacia del sistema sanitario.

Pero aquí lo que ha fallado ha sido la política y no precisamente, o no sólo, los recortes, imputables a todos los partidos y más precisamente a quienes más los critican ahora. Andalucía, por ejemplo. Países con mucho peor sistema asistencial han reaccionado con mucha más inteligencia y eficacia ante la crisis sanitaria, aplicando medidas de prevención que aquí han faltado. Y cuando digo que ha fallado la política, me refiero a la organización, previsión y anticipación; es decir, a las medidas estrictamente políticas, a decisiones que se toman no en los consultorios, los quirófanos o las UCIs, sino en los despachos. Hablamos de las medidas de aislamiento (clamorosamente ignoradas por el Gobierno hasta el 8-M, cuando ya había una población -Haro, La Rioja- confinada desde dos días antes) y del control de fronteras (recordemos las acusaciones de xenofobia hacia quien lo propuso). Hablamos de los test masivos que se han hecho en Corea o Alemania y que ellos establecieron de forma temprana y poniendo todos los medios a su alcance, y nosotros no. Hablamos del abastecimiento de equipos de protección individual y la planificación de compras. Hablamos de la gestión informática de datos para el rastreo epidemiológico, la famosa trazabilidad, y el aislamiento de grupos sospechosos. Hablamos, insisto, de política. Hablamos de la política que no se ha hecho o se ha hecho tan mal.

Y finalmente, la división autonómica. Copio del New York Times: “El país tiene diecisiete modelos sanitarios, uno por cada una de sus comunidades autónomas, que fueron puestos bajo un mando único tras la declaración del estado de alarma. Hasta ese momento, políticos de diferentes partidos tomaron decisiones dispares, compitieron entre ellos y enviaron a la población mensajes contradictorios.” Ni siquiera ha habido acuerdo en el cómputo de fallecidos. Urge recuperar las competencias de Sanidad por el Estado. Que al menos seamos capaces de extraer esta lección, aunque tendremos que aprender muchas más.

Resultado: tenemos la mayor tasa de mortalidad del mundo, la economía sumida más que probablemente en una terrible recesión de la que tardaremos años en salir y nuestras libertades públicas amenazadas por un gobierno de izquierda radical, al que la crisis está sirviendo de coartada para imponer su programa intervencionista y totalitario.

(Mi admiración y agradecimiento emocionado a los sanitarios, miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado y todas las personas que han estado luchando en primera línea de batalla contra la enfermedad. Nunca se lo agradeceremos bastante)