Javier Sebastián: "El escapista es una novela de identidad en la que nadie es quien parece ser"

"El escapista" es la última novela de este zaragozano afincado en Barcelona
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Javier Sebastián nació en Zaragoza aunque actualmente vive en Barcelona. Recibió el Prix de l’Europe en 2015 y sus novelas han sido traducidas al alemán, francés, holandés e italiano. En “El escapista”, este zaragozano trata de la figura del doble, no como mímesis, como reflejo, sino como sombra, el doble como lo otro de uno mismo.

Y es que ser uno de los hombres más altos del mundo implica ciertos inconvenientes. Sin embargo, también tiene sus ventajas. Sobre todo, si uno recibe un disparo, necesita un riñón de recambio y tiene un gemelo que se lo pueda prestar. Otra ventaja es que uno puede sustituir al otro, como hace Carmelo, uno de los dos protagonistas de la novela, cuando empieza a vivir la vida de su hermano, por quien se cambia para que salga de la cárcel. Pero ¿y si Rafael se hubiera estado ganando la vida con el tráfico de órganos? Por su parte, también Rafael empezará a hacerse preguntas. ¿O si Carmelo fuera el jefe de un grupo terrorista? En resumen: un crucero lleno de revelaciones inquietantes, unos días en Córcega, una fuga y la constatación de que sus vidas no volverán a ser las que fueron.

Pregunta.– Cuéntenos qué va a experimentar todo aquel que se adentre en “El escapista”
Respuesta.- En realidad eso es algo que el escritor nunca acaba de saber con exactitud, pues la lectura es un acto de comunicación que pasa por el filtro de lo privado, de manera que un mismo texto convoca reacciones diferentes en cada lector, según el catálogo de sus experiencias y expectativas. Sin embargo, creo que hay un par de aspectos en los que podrían más o menos coincidir los lectores. Uno es en que tal vez se sientan extrañados por lo inesperado que pueda parecerles lo que ocurre en la novela. Otro asunto es el de que nadie es quien parece ser.

P.- Es un libro en el que rebosan las duplicidades y la suplantación, ¿por qué?
R.- Es una novela sobre la identidad, no cabe duda, una indagación sobre la naturaleza de las personas puestas en una situación crítica, y a la vez fecunda, porque desemboca a diferentes respuestas. Somos lo que no es el otro y, para saberlo, necesitamos a ese otro, para mirarnos en él y aprender a distinguirnos de él, que es una manera de ser nosotros mismos. Pero cuando esa especie de espejo devuelve una imagen idéntica de quien se mira en él, al menos en apariencia, la identidad se vuelve problemática. Ese es el juego que propone la novela.

Portada del libro

P.– Además es una novela muy argumental…
R.- En efecto, ese es el gran protagonista de la novela, los hechos. Es una novela de trama, en la que la reflexión nace de los acontecimientos. Pero lo que se deriva de los acontecimientos se levanta en silencio, sin que los dos narradores propongan nada. En ese sentido, intento intervenir lo menos posible, dejando espacios al lector para que, en función de los hechos, proyecte en el texto el mayor número posible de sus experiencias. Es una manera de colaboración mutua entre el escritor y el lector.

P.– ¿Por qué una novela sobre dos hermanos gigantes?
R.– Lo extraordinario siempre me ha interesado más que lo que veo con mis propios ojos todos los días. Es cierto que la vida está en todos sitios, tanto en una mujer que se cepilla los dientes por la mañana como en un hombre de dos metros y trienta centímetros que se asoma a la ventana para tender la ropa. En ambos casos hay una vida doméstica que llena de pequeñas miserias humanas los días. Sin embargo, lo que les pase a dos hermanos gigantes nos sugiere un escenario distinto de acontecimientos.

P.– De alguna manera sus personajes quizá sean intercambiables, ¿no?
R.- Ah, claro, eso es lo que me preguntan algunos de los lectores de “El escapista”. Tal vez todos seamos bastante intercambiables, seamos hermanos o no, gigantes o no. Pero al mismo tiempo, puestos en un aprieto, estoy convencido de que cada cual actuaría de una manera distinta y, por lo tanto, inesperada. Si yo no me conozco a mí mismo, y dudo que alguna vez vaya a hacerlo, ¿cómo voy a conocer al otro? Yo y el otro, en el fondo, son una misma cosa, dos identidades que se contraponen con un propósito, que es el autoconocimiento.