Opinión

¿Nos hemos vuelto locos?

Seguramente la Orden de convocatoria de ayudas estaba ya preparada de días atrás y no ha habido tiempo de suspender su publicación en el Boletín Oficial de la Provincia, ni nadie ha reparado en la oportunidad de hacerlo. Me refiero a las ayudas de la Diputación de la Provincia de Zaragoza (DPZ) que repartirán otros 150.000 euros (ya lleva años haciéndolo) entre asociaciones que lleven a cabo actuaciones relacionadas con la memoria histórica, tales como exhumaciones e identificaciones de víctimas, estudios, publicaciones, actos de difusión o exposiciones relacionadas con la Segunda República, la Guerra Civil y la dictadura franquista. Una urgencia, por lo que se ve, en plena crisis del coronavirus COVID-19.

Rajoy, no lo olvidemos nunca, tuvo la oportunidad -realmente tuvo el mandato expreso de una mayoría absoluta de los votantes- de acabar con ese disparate. Pero el disparate sigue allí, malgastando dinero y esfuerzos, dividiendo absurdamente a la sociedad española.

Ese gasto me duele y me repugna a la vista de las necesidades que tenemos y de nuestro nivel de deuda, pero hoy -precisamente ahora- lo percibo como una bofetada, como una afrenta, como un escarnio a toda la sociedad española. Difícilmente se puede imaginar un destino más absurdo al dinero público en estos precisos momentos. Y quien ha tomado esa decisión o no ha reparado en la necesidad urgente de revocar esa orden, de impedir su publicación, gobierna una institución española. Qué pena, qué horror…

Todas las instituciones españolas, todas, al igual que muchas otras a nivel mundial van a tener que reconsiderar las prioridades presupuestarias, aprobadas hace tan poco. Todas las instituciones que han aprobado sus presupuestos, las comunidades autónomas (y entre ellas la de Aragón), la Diputación Provincial de Zaragoza y el Ayuntamiento de Zaragoza han aprobado unas cuentas que ya no sirven, que ya han sido desbordadas por los acontecimientos.

Vamos a tener que aprobar en breve modificaciones presupuestarias muy importantes, y adaptar las cuentas públicas a una economía de guerra, casi de guerra. Y la primera determinación va a ser dejarse de tonterías como esa de la memoria histórica y similares. Hace tiempo que debiéramos haber desterrado esas frivolidades y esas estupideces de nuestras partidas presupuestarias. Ahora va a ser urgente hacerlo.

Vamos a tener que ser sensatos, espero, pero como siempre lo somos, a la fuerza, y nunca por convicción.