Laia Alegret: “Jamás imaginé que quedara todo un continente por explorar en nuestro propio planeta”

Alegret acaba de arrojar nuevos datos sobre el origen y la formación de Zelandia, el continente sumergido. Foto: Universidad de Zaragoza
photo_camera Alegret acaba de arrojar nuevos datos sobre el origen y la formación de Zelandia, el continente sumergido. Foto: Universidad de Zaragoza

Hace poco más de mes y medio, la paleontóloga Laia Alegret contribuía a demostrar que fue el impacto de un asteroide lo que extinguió a los dinosaurios, un hallazgo que fue publicado en la prestigiosa revista Science. Ahora, Alegret, que trabaja en el Instituto Universitario de Ciencias Ambientales de Aragón (IUCA) de la Universidad de Zaragoza y es miembro de la Real Academia de Ciencias Físicas, Exactas y Naturales desde marzo de 2018, acaba de arrojar nuevos datos sobre el origen y la formación de Zelandia, el continente sumergido.

Alegret acaba de regresar del viaje a Nueva Zelanda, donde ha compartido los resultados obtenidos con los científicos que formaron parte de la expedición que se dedicó a realizar una primera descripción del continente en 2017. Estos resultados han sido publicados recientemente por la revista científica Geology, que revela que Zelandia fue arrancado de Australia y la Antártida hace 80 millones de años y, después, fue moldeado por las fuerzas que iniciaron el Anillo de Fuego del Pacífico, una zona de volcanes y terremotos que se extiende a lo largo de las costas occidentales de América del Norte y del Sur, pasando Alaska y Japón, y luego a través del Pacífico occidental hasta Nueva Zelanda.

Pregunta.- ¿Cuándo tuvo la sensación de que estaban ante algo que nadie había observado antes?
Respuesta.- Fui realmente consciente de la novedad cuando, durante la expedición a Zelandia, recuperamos el primer sondeo de los muchos que perforamos durante dos meses en el fondo marino del Pacífico Suroeste, en el Mar de Tasmania. Quedan ya pocos lugares por explorar en nuestro planeta, y Zelandia permanecía oculto bajo las aguas del Pacífico, dejando asomar únicamente sus montañas más altas, que son Nueva Zelanda y Nueva Caledonia.

Es difícil describir la emoción que sentimos los científicos del equipo al ver llegar a la superficie el núcleo de sondeo que contenía estos sedimentos. Entre todo el equipo se hizo un silencio absoluto, un silencio de expectación y curiosidad. El primer sondeo era toda una incógnita y, a pesar de que habíamos hecho apuestas entre nosotros sobre qué íbamos a descubrir, lo que obtuvimos nos dejó asombrados.

En ese momento me di cuenta de que toda la información que íbamos a obtener en la expedición iba a cambiar lo poco que se sabía hasta entonces sobre este nuevo continente. Y así ha sido, ya hemos publicado los primeros resultados y hemos cambiado la idea convencional que se tenía sobre la evolución de este continente desde que se separó de Australia y la Antártida hace 80 millones de años.

P.- Cuando eligió esta rama del conocimiento, ¿imaginó que formaría parte de un descubrimiento de esta envergadura?
R.- No, con los avances científicos del último siglo y la mirada puesta cada vez más en el espacio, en la exploración de otros planetas y galaxias, jamás imaginé que quedara todo un continente por explorar en nuestro propio planeta.

Elegí estudiar Paleontología porque, como a muchos niños, me gustaban los dinosaurios. Luego el destino me llevó a estudiar fósiles microscópicos en lugar de grandes reptiles, y pronto me di cuenta de que en realidad resultaban mucho más útiles, puesto que se emplean para datar rocas y caracterizar los ambientes del pasado, para estudiar el cambio climático, temas de contaminación, etcétera, y son uno de los grupos más empleados por empresas petroleras y de explotación de recursos. Pero nunca imaginé que fuera a participar en la exploración de un nuevo continente, ha sido una sorpresa en mi carrera profesional.

P.- ¿Son los microfósiles que usted estudia la clave para entender lo que ocurrió hace tantos años?
R.- Sí, porque están íntimamente ligados a las condiciones ambientales de cada momento como la temperatura, la productividad oceánica, la oxigenación de las aguas, las corrientes marinas o la profundidad en los océanos. El estudio de estos microfósiles -llamados foraminíferos- en las distintas capas del sedimento nos permite reconstruir todos estos parámetros a lo largo del tiempo.

En el caso de la expedición a Zelandia, han sido un grupo clave para demostrar que este continente ha sufrido movimientos verticales de hasta 2 o 3 kilómetros a lo largo del tiempo, estando sumergido a gran profundidad en algunos momentos o emergiendo hasta la superficie en otros. Esto tiene importantes implicaciones para comprender cómo se produce el movimiento de las placas tectónicas. Cuando una placa se hunde por debajo de otra, se originan fuerzas y calor, que generan recursos naturales y riesgos geológicos como volcanes o terremotos. Además, este grupo de fósiles microscópicos es una herramienta estrella para reconstruir los cambios climáticos a lo largo del tiempo. En eso se centrarán las próximas publicaciones.

P.- Acaba de llegar de Nueva Zelanda, donde ha compartido los resultados con los científicos de la expedición. ¿Qué valoración hace del encuentro?
R.- El reencuentro ha sido muy positivo, porque hace ya dos años desde que concluyó la expedición y durante todo este tiempo hemos estado analizando miles de muestras y obteniendo una gran cantidad de datos que ahora hemos integrado y puesto en común. Durante la reunión hemos discutido los resultados y hemos planificado las publicaciones en las que mostraremos los principales hallazgos.

Alegret trabaja en el Instituto Universitario de Ciencias Ambientales de Aragón (IUCA) de la UZ. Foto: Universidad de Zaragoza

P.- ¿Cree que este descubrimiento puede ser la base para futuros hallazgos?
R.- Sí, los datos obtenidos son novedosos y contribuirán a llenar un vacío en el conocimiento sobre la zona, a cambiar hipótesis sobre la evolución de Zelandia, sobre el movimiento de las placas tectónicas y sobre los mecanismos asociados a las zonas de subducción y los riesgos geológicos asociados. También contribuirán a conocer mejor la evolución de las especies en esta zona del planeta y a describir la evolución climática durante los últimos 67 millones de años. Todo este cuerpo de conocimiento contribuirá al avance de la ciencia, a la propuesta de nuevas hipótesis y a nuevos descubrimientos.

P.- Y particularmente usted, ¿hacia dónde enfoca ahora sus estudios?
R.- Además de analizar la evolución de las especies y reconstruir los ambientes del pasado, mi investigación se centra en el estudio del cambio climático. Concretamente, analizo eventos de calentamiento del pasado que son análogos al actual cambio climático y contribuyo a mejorar los modelos predictivos para tratar de conocer sobre sus posibles consecuencias en el futuro.

P.- ¿Observa con preocupación el actual calentamiento global?
R.- Sí, porque si se compara con el mayor evento de calentamiento de los últimos 70 millones de años, el del Paleoceno-Eoceno -hace 55 millones de años-, vemos que la tasa de calentamiento es mucho más rápida en la actualidad. Durante el evento del Paleoceno-Eoceno la temperatura global aumentó unos 6 grados centígrados y 4 en los fondos oceánicos.

Como consecuencia, hubo extinciones en los fondos oceánicos y grandes migraciones en medios marinos y terrestres, porque las especies tropicales pudieron colonizar los polos. De hecho, hemos encontrado restos de cocodrilos, tortugas, nenúfares y muchas otras especies tropicales en el Ártico. En ese momento se produjeron grandes cambios en las corrientes marinas y se liberaron los hidratos del metano en los márgenes continentales, lo cual contribuyó a retroalimentar el calentamiento.

De esta comparación podemos aprender que, si no disminuyen las emisiones de gases invernadero a la atmósfera y el calentamiento asociado, llegará un punto de no retorno en el que se desencadenarán una serie de procesos a nivel global que estarán fuera de nuestro control.

P- Es usted miembro de la Real Academia de Ciencias Físicas, Exactas y Naturales desde hace casi un año. ¿Qué le aporta este cargo a su día a día profesional?
R.- Además de ser un honor, me aporta una gran dosis de responsabilidad para avanzar en los objetivos de la Real Academia. Además, contribuyo realizando investigación al más alto nivel posible y divulgando los resultados entre toda la sociedad, poniendo en valor la ciencia como algo absolutamente necesario para conseguir un país moderno, competitivo y que funcione.

Alegret acaba de regresar del viaje a Nueva Zelanda, donde ha compartido los resultados obtenidos con los científicos que formaron parte de la expedición. Foto: Universidad de Zaragoza

P.- Ingresó muy joven y la institución cuenta con muy poca participación femenina. ¿Cree que eso está cambiando?
R.- Sí, si no yo no habría entrado. Y no soy la única mujer entre las últimas incorporaciones. Se trata de un proceso de cambio que se está produciendo ahora.

P.- Es profesora titular de la Universidad de Zaragoza. ¿Qué valor le da a la docencia en su sector?
R.- Para mí la docencia es muy importante, la considero como una oportunidad de transmitir a los alumnos no solo conocimientos básicos, sino también una visión actualizada de la ciencia, de los últimos descubrimientos, métodos y aplicaciones.

P.- ¿Se valora lo suficiente la ciencia en las sociedades actuales?
R.- Cada vez se valora más en algunos sectores, por razones obvias, pero en mi opinión queda mucho por avanzar. Me preocupan los resultados de algunas encuestas donde la ciencia ocupa un lugar secundario en los valores de la sociedad. Es algo en lo que podemos y debemos trabajar desde la Real Academia.