Opinión

El Olimpo de los dioses

El socialista Javier Lambán, presidente de la Comunidad Autónoma de Aragón, a pesar de las “reprobaciones” (eso sí, por la comisura de los labios) lanzadas contra Pedro Sánchez con motivo de la posible reclamación judicial de 80 millones de euros del IVA de 2017, y por su interés con facciones separatistas y proetarras, le ha rendido finalmente plena sumisión. Así se constató en el último comité federal nacional del PSOE celebrado en Madrid. La justificación de Lambán a tal compromiso se fundamenta en dar cohesión territorial y social (sic), y respaldar a Sánchez para que sienta que su partido empuja detrás de él.

Dada la coyuntura política española y el futuro que se avecina, por cierto, nada halagüeño, en la Moncloa han arribado unos seres divinizados que, amamantados por sus incondicionales bucelarios y sayones, barones todos de pro y de estómagos agradecidos, han formado gobierno creando un idiosincrático Olimpo. Ocultando ahora alevosamente la expresión “casta”, los ministros (presidente y vicepresidentes también) ya no hacen gala a su terminología latina de servidores, ahora obedecen a la de magister, para organizarse como maestros de la mentira y de la manipulación.

Este gobierno misceláneo, refrendado por su más alta militancia, ha osado comer de la fruta prohibida con la intención de inocular a la sociedad un veneno ideológicamente tóxico y letal. El fin previsible urde la sospecha de querer tiranizar a la ciudadanía con imposiciones hueras de sentido común, con adoctrinamientos que descomponen las conciencias, quebrando con ello derechos y recortando libertades. Ante la jactancia de los prodigiosos 120 años de andadura socialista, la realidad muestra el reguero de sangre y desolación que acumula a sus espaldas. La historia lo ratifica, los archivos lo señalan. No bastó con la caída del muro de Berlín para que, contra todo pronóstico, el ave Fénix de las hordas comunistas haya resurgido. Y ahora, en España, socialismo y comunismo van juntos de la mano.

Los dioses progresistas van a devastar, entre otras, la ley natural con el propósito de imponer su dogmatismo doctrinario y su imperiosa e intransigente supremacía moral. Artífices de la farsa y de la manipulación, Zeus Sánchez, Apolo Iglesias, Artemisa Montero y Hestia Calvo huérfanos de la credibilidad, de la honestidad y de la integridad, cabalgan al galope para destruir la consolidación de principios y valores que les molestan. Detentan hábilmente el poder elaborando argucias alambicadas en los silos cenagosos de los consensos políticos, con grupos parlamentarios que hacen tambalear al Estado.

Este ominoso Olimpo descastado, con atrevido gesto totalitario y exaltadamente sectario, se erige como un todopoderoso que enarbola la verdad liquidable.

Establece lo que sobra, quién sobra, cuándo y a qué precio, sin atender a los debates de la opinión pública porque sus currículos personales no son lo suficientemente solventes como para tener vergüenza. Las guerras culturales y la confusión moral son herramientas políticas en sus manos con el objetivo de dividir a la sociedad y enfrentarla, en medio del odio, del caos y de la codicia. George Orwell escribió en su novela 1984 esta sentencia: “Quien controla el presente, controla el pasado, y quien controla el pasado, controlará el futuro”. Y no le falta razón.

La Moncloa se ha convertido en la conciencia de España donde dioses y diosas, por aquello del lenguaje inclusivo que tanto les gusta, el mismo que abofetea constantemente nuestra vasta y rica lingüística castellana, se beben el juicio a costa del sufrimiento ajeno. El tufillo crematístico opera sobre los hilos del Olimpo monclovita, donde instituciones externas y alienados mecenas pretenden convertir nuestra nación en una caja de resonancia de pensamiento único, haciéndonos creer que vivimos en una sociedad abierta, pero con vistas encubiertas al autoritarismo.

Con todo, sirvan de reflexión estas palabras que G.K. Chesterton nos brindó: “Al final no nos importará si escribimos bien o mal, si luchamos con cañas o lanzas. Solo nos importará, y muchísimo, en qué bando luchamos”. España se merece estar en un puesto de altura. Solo pido que, lo que este gobierno desgarre y arruine, se pueda subsanar sin tener que pagar un precio luctuosamente irremediable, porque a España, que lo sepan, jamás la hundirán.