Corteo, Cronista de sucesos y Por los pelos

Corteo

Durante la pasada semana se presentó en el Pabellón Príncipe Felipe el espectáculo ‘Corteo’, que representa un cortejo fúnebre, imaginario o fantástico, a partir del fallecimiento de uno de los artistas que forman parte del universo cinematográfico de Fellini. Es, quizás, el más circense de todos los montajes de la compañía canadiense, pero también el más teatral y narrativo. Circense por cuanto se desarrolla en una pista circular, con público a un lado y otro de la misma, que se encuentra de entrada con un doble telón repleto de ángeles y figuras ideales.

El argumento teatral es sencillo: Mauro, un payaso consagrado, sueña con su propio funeral y actúa como hilo conductor de toda la función, por la que van desfilando los personajes del circo (payasos, acróbatas, malabaristas, equilibristas, cómicos, músicos, arlequines, gimnastas, enanos, gigantes…) que lo han acompañado durante su vida. Sus sueños se mezclan con los recuerdos de la infancia, que reviven en la persona de los artistas de la troupe. Cada uno de ellos, en grupo o en solitario, aporta sus habilidades con una precisión y un ritmo espectacular, algo característico de la compañía canadiense en todos sus montajes,

En una sucesión de veinte números distintos, distribuidos en dos partes, todos los artistas giran en torno al tenue desarrollo argumental, con la presencia permanente del protagonista, que sigue siendo testigo desde el ‘más allá’, incluso recorriendo el cielo con una bicicleta. Consiguen dar forma a un sueño, y lo logran de una forma sorprendente, espectacular e inolvidable.

Hay números impactantes, como cuando Mauro aprende a volar con las alas que le entrega su ángel de la guarda, o cuando el Payaso Blanco cruza boca abajo el escenario con dos candelabros, ejercitando un equilibrio inverso. Sorprende también la propuesta metateatral que la pareja de enanos plantea, recreando la tragedia shakespiriana Romeo y Julieta en su Teatro Íntimo, un escenario en miniatura, casi de marionetas, colocado en el centro de la pista.

Creado y dirigido por el dramaturgo suizo Daniele Finzi, con un elenco que supera el medio centenar de artistas, ‘Corteo’ consigue una sorprendente simbiosis entre dos espectáculos, el circo y el teatro, que permite la expresión artística y la incorporación de significados más allá de la simple evasión.

Por los pelos

Hay ocasiones en los que una obra de teatro se salva por los pelos. Este es precisamente el título de la comedia que durante el pasado fin de semana se ha ofrecido en el Teatro Principal, anunciada como la más representada de la historia en los Estados Unidos. Puede ser cierto, pero, a pesar de su comicidad, la obra tiene un ritmo discontinuo que lastra su desarrollo. La pieza del alemán Paul Pörtner, en versión y dirección de Santiago Sánchez, tiene un reparto muy cualificado en manos de Rafael Alarcón, Carles Montoliu, Carles Castillo, Juan Gea, Lola Moltó y Marta Chiner, en una producción de la compañía valenciana L’Om Imprebís.

‘Por los pelos’ pertenece al género de la farsa, con un peluquero gay, un comerciante de antigüedades embaucador, un falso galán que resulta ser un policía embozado, una rompecorazones sexy, una ricachona repelente y un comisario intachable. Hay un séptimo personaje ‘oculto’, que dará origen a la tragicomedia. Se trata de una señora extranjera, que vive encima de la peluquería y toca muy bien el piano. Sus interpretaciones de Rachmaninoff y Chopin animan la escena, aunque contraríen al peluquero, que parece harto de tan buena música.

La primera parte es un tanto embarullada, con la presentación de los personajes que van llegando a la peluquería y dan a conocer sus situaciones personales. La acción cambia radicalmente cuando alguno de los clientes, o el mismo peluquero, la asesina. Inmediatamente llega la policía que, al parecer, sospechaba el crimen y tenía vigilado el edificio.

Tras una primera indagación, los agentes deciden hacer participar al público en la búsqueda del asesino. Hay una pausa en la que algunos espectadores se prestan a ello dialogando con los policías en el vestíbulo, tras lo cual todos regresan a la sala y prosigue la indagación con el público, que espontáneamente va aportando sus opiniones sobre los indicios de criminalidad que afectan a los cuatro implicados.

Es la parte más cómica de la obra, aunque también se desarrolla de una manera deslavazada. La investigación da como resultado que uno de los cuatro sospechosos es el responsable del crimen, tras la votación del público, pero podía ser cualquier otro, y ahí radica la novedad. El guión está preparado para que las votaciones acusen a cualquiera de los implicados y el culpable deba explicar cómo y por qué cometió el crimen.

La comedia se hace un tanto larga y reiterativa, aunque su chispa radica, como se ha dicho, en que siempre queda la posibilidad de que la resolución del asesinato pueda ir por otros derroteros.

Cronista de sucesos

Bajo la dirección de Ángela Conde, el monologuista Juan Gamba ha ofrecido durante la pasada semana en el Teatro del Mercado un espectáculo de creación apoyado en textos narrativos de Andrés Berlanga, Roald Dahl, Max Aub, Cornell Woolrich, Liliana Cinetto, Pía Barros y en varios relatos tradicionales.

Un periodista de investigación criminal va describiendo algunos casos conocidos a través de los documentos que en una carpeta le proporcionó su progenitor, que se dedicaba a esta especialidad de la información. Acompañado y apoyado por una música de acento trágico, o al menos vinculada a situaciones de intriga, va contando con un estilo muy personal los sucesivos episodios delictivos de los que es conocedor.

Es un espectáculo a medio camino entre el monólogo reflexivo, la expresión corporal en forma de flashes instantáneos apoyados en el juego de luces, y la narración oral que coloca al espectador en situación de imaginar cada uno de los sucesos narrados.

Juan Gamba se desenvuelve con soltura, aunque de inicio se echa en falta un mayor aplomo en sus intervenciones, que van ganando densidad a medida que se asienta el discurso expositivo.

Hay finalmente una reivindicación del arriesgado papel que desarrollan los periodistas en general, y en particular aquellos que exponen su vida en lugares de conflicto, para quienes hay un emocionado recuerdo.