Opinión

Pesebre

A veces siento ir renaciendo tras varias muertes no provocadas por mí, pero sí aplaudidas por la mediocridad, la vencedora de hoy en día. Los hombres grises de Momo siguen sembrando el caos organizado y apoyado por una sociedad indolente. Esa es la realidad.

Pocos vamos con la verdad por delante, y eso significa el infierno sobre la Tierra. Moviéndonos de aquí para allá sin posada posible para nosotros. Sin embargo, ahí está, una cueva aderezada para el acontecimiento cotidiano de un nuevo amanecer tras la noche oscura donde el espíritu se purifica.

Cobra significado la Navidad mostrada desde el alma, sin que nadie te la cuente ni se haga amago de bondad alguna por haber marcado unas fechas señaladas que, por cierto, se ve sucedieron en verano. Es más, no tendría que haber números especiales en el calendario, sino que cada dígito ha de ser valorado por la posibilidad de sonreír por muy mal que estén las cosas.

La vida va pasando y las personas que caminamos hacia adelante remendando corazones también zurcimos el nuestro, ya que la envidia sigue por todos los lados y tenemos que comer con ella cualquier día de supervivencia: Judas siempre está por algún lado y se muestra a traición. Lo sabemos, es inevitable. Lo peor es cuando se deja pasar su malevolencia, lo mismo que las lavadas de manos constantes a lo largo de los siglos y por siempre.

Nunca ha dejado de haber favoritos ni predilectos y los machacados nos cansamos de ceder sin tregua. Lo que no es justo no lo es, lo diga quien lo diga: es el tiempo el que habla a través de versos angelicales que se dejaron la piel sobre la capa del mundo.

Quienes son infelices pretenden inyectarnos su mal estar. No obstante, gentes sencillas y sin apariencia nos alzamos hacia arriba con los ojos puestos en el cielo y los pies en la senda contundente de la unión.

Siempre Teruel dentro de mí, esa Luz eterna que trasciende por todo el Universo. Ojalá del pesebre podamos pasar a lo merecido. Ya hemos estado en el abismo: toca celebrar la paz que llevamos en el interior y que nadie apague nuestro brillo ni lo mengue. Permitirlo es un delito que puede ahogar los recuerdos de quienes no tengan más remedio que pararse en la vejez y hacer acopio de acciones que pudieron cambiar el destino de los pueblos más queridos. Y tengan presente que nadie se libra de la obligación de pasar por su mente la película de su vida desde los latidos humanos que ciertos personajes quieren ahogar entre que el resto nadamos entre nuestras propias lágrimas inocentes.

No hay nombre ni rostro para quien deja pasar todo esto: cada cual sabe muy bien qué es lo que evitó, tuvo la moda de provocar, o, simplemente dejar de lado. Los asuntos que van con condiciones terminan por ir contra quienes las impusieron desde el atroz orgullo que no quieren reconocer y encima son abrazados por unos cuantos.

Los tiempos se repiten, pero puede haber algo tan grande como esto: la España vaciada llena de plenitud, de un sol capaz de calentar las conciencias mundiales y fundirnos en un beso infinito con las manos juntas mientras continuamos trabajando la labor de mejoría en todos los sentidos.