«Adiós»: Los miserables de las 3000

Hay otros mundos, pero están en éste. Dos títulos estrenados este fin de semana de finales de noviembre se desarrollan en países y ciudades distintas, pero el escenario es el mismo. En los Miserables de Ladj Ly es París y un barrio donde etnias y religiones conviven haciendo una fuerza común frente al invasor, que es la Policía. Lejos de allí, en Sevilla, encontramos situaciones similares, un polvorín ubicado en el barrio de las 3.000 viviendas, una de las zonas más peligrosas de la ciudad. Lugares todos ellos en los que el caos, la delincuencia y la dificultad de poner orden y marcar las pautas que garanticen una convivencia pacífica ocasiona que aflore la violencia, la corrupción y, en última instancia, muerte y dolor.

A este lugar regresa Juan, un chaval que sale de permiso para asistir a la comunión de su hija y hacer vida normal con la condición de regresar a dormir por la noche a la cárcel. Nada más salir, su entorno le provoca para meterse en trapicheos, algo que él quiere evitar pues aspira a llevar una existencia tranquila con su mujer y su niña. Pero un desgraciado accidente cambiará radicalmente su forma de pensar y, lo que parece un hecho aislado, desembocará en un tsunami de violencia y muerte que pondrá de manifiesto la dificultad de llevar una vida honrada al margen del delito en un entorno tan hostil.

Hace poco me comentaba un amigo cinéfilo que, lo malo de haber visto mucho cine, es que hay pocas cosas que te sorprendan. Y más cuando se repiten esquemas argumentales. La historia que cuenta Adiós ya la hemos visto y su desarrollo puede dar una cierta sensación de “dejavu”. Un hecho aislado que desencadena otros sucesos hasta formar una bola de nieve que baja por la ladera sin control. La inclusión de un par de giros de guión hacia la mitad de la película permite cerrar el circulo y engullir en el lio a la totalidad del reparto.

La clave de la historia, el hilo argumental común a los personajes y que desencadena la tragedia viene dado por la familia y por la defensa de los hijos por encima de todas las cosas. Todos los personajes deciden sus acciones para proteger, encubrir o vengar a sus hijos. Esto da a la película una entidad casi de drama de reminiscencias lorquianas y el tiempo que dedica el director a mostrar el dolor de esos padres justifica los acontecimientos que se van a desencadenar.

Una película, Carne de Neón, sirvió al sevillano Paco Cabezas para ser reclamado por Hollywood donde ha rodado episodios de series tan prestigiosas como El Alienista, Penny Dreadful o American Gods, y películas como Tokarev con Nicolas Cage. Con este aprendizaje vuelve a su tierra para rodar un guión co escrito con Carmen Jiménez y José Rodríguez. Hay algo en la dirección de Cabezas que me saca de la película, y es que se le notan demasiado las trampas a la hora de rodar las escenas de acción. Emplea la técnica de montar diversas secuencias que suceden alternativamente para tratar de transmitir tensión y emocionar al espectador. Conmigo no funciona pues me parece estar viendo una fórmula matemática que mezcla montaje, música y acción en vez de ver a un director hacer cine. Además intensifica las escenas de duelo de los padres, ralentizando el ritmo de un film que le cuesta arrancar.

Mario Casas sigue en su empeño de ganarse el respeto de la crítica como actor y ha abandonado la vía comercial de sus primeros trabajos dirigidos claramente a un público juvenil para asumir otros más comprometidos y menos taquilleros, en los que interpreta papeles más marginales, ambiguos y complejos como en el Fotógrafo de Manthausen, Bajo la piel del lobo o Toro. Aquí da un paso más en su crecimiento como actor al encarnar a un personaje con el que el publico empatiza y comprende a pesar de las discutibles decisiones que adopta. Junto a él, Natalia de Molina borda una vez más su papel encarnando a una madre doliente, un digno trabajo de una actriz ganadora ya de dos Goyas que parece que no tiene que demostrar nada y a la que ya no se le exige tanto como al propio Casas.

El resto de los secundarios incluye a lo mejor ( y a los habituales) de los actores y actrices andaluces. Comenzando por Ruth Diaz, en un papel clave en la trama pero que a mi francamente no me ha convencido, no encuentro nada de verdad en su actuación. Salva Reina, conocido por su divertido papel en la serie Allí abajo, asume un rol de drogadicto, un deshecho humano, papel completamente distinto a los de comedia que suele interpretar. Vicente Romero o Mona Martínez, ambos presentes también en Intemperie de Benito Zambrano y Carlos Bardem, completan el estupendo reparto de este film.

Adiós es un thriller que conecta con títulos como Grupo 7 o la isla mínima que se ubican en el sur de España, trabajos todos ellos caracterizados por su intensidad y por la importancia del entorno físico y social en el que se desarrollan. Una historia casi lorquiana que mezcla el drama más desgarrador, con la acción, la intriga y la venganza. Lastima que los ingredientes no se encuentren bien medidos, que la pretendida intensidad no se traduzca en credibilidad y que la acción sea tan artificial pues al final resulta un producto un tanto fallido desde mi punto de vista.

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LO MEJOR: El desgarrador retrato que se ofrece de estas zonas marginales. Las escenas protagonizadas por Mona Martínez, una actriz de físico y voz contundente que no deja indiferente.

LO PEOR: El a veces difícil acento que impide el total entendimiento de los diálogos.

VALORACIÓN:

Fotografía: 7

Banda Sonora: 7

Interpretaciones : 7

Dirección: 5,5

Guión: 6,5

Satisfacción: 5,5

NOTA FINAL: 6,42