Armazenados, ¡Habla, coño, habla!, Flock, Toc Toc, Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte

La última semana de noviembre ha sido pródiga en espectáculos teatrales. Todas las salas grandes han estado en plena actividad, ofreciendo un total de 7 obras distintas, algunas en representación única y otras con tres o cuatro sesiones. Como ocurre en estos casos de acumulación, son todas las que están, pero no están todas las que han sido.

Armazenados

El teatro portugués es, en términos generales, desconocido para los españoles interesados en el arte dramático. Pasa lo mismo con buena parte de su cultura (pintura, poesía, cine…), salvados algunos nombres tan relevantes como José Saramago.

A esa deficiencia pone frecuentemente remedio el Teatro de la Estación que, el pasado día 26, martes, programó una producción del Teatro Art’Imagem, en portugués, con versión de Alfonso Becerra y Diana Vasconcelos, y subtítulos en español, titulada ‘Armazenados’ (‘Almacenados’), escrita por el catalán David Desola, que ya tuvo su trayecto en castellano con el protagonismo de José Sacristán.

La pieza es un diálogo original y de enorme tensión dramática entre un trabajador que va a jubilarse y un aprendiz que le sustituirá dentro de cinco días. La conversación se tensa cada minuto, porque además está controlada por un reloj de entrada y salida que tiene su importancia en la trama.

En el almacén vacío donde se desarrolla la acción, el señor Lino y el muchacho Nin, interpretados por Pedro Carvalho y Jimmy Núñez, bajo la dirección de Flavio Hamilton, establecen una paráfrasis sobre el imperio de las leyes del mercado.

El texto plantea cuestiones fundamentales sobre la dignidad humana, incorporando derivas de carácter filosófico y sociológico, más que industrial o económico. La interpretación de los actores fue excelente, aunque un fallo técnico en cuanto al sonido impidió que resultara una sesión redonda.

¡Habla, coño, habla!

La segunda sesión del ciclo Mujeres a Escena se celebró en el Teatro de las Esquinas el miércoles, día 27, a cargo de una compañía joven titulada Unaovarias, que corría con todos los elementos vinculados al espectáculo, desde el texto hasta la producción, la coreografía y la música.

Con un título impactante, directo y desinhibido, Laura Bellés Arantxa Lekumberri, María Martí y María Sorribes, además directora, secundadas en algunos episodios por Samuel Vilu, autor e intérprete de la música en directo, presentaron a través de diferentes disciplinas un caleidoscopio de situaciones en las que, a través del humor y la ironía, se plantean situaciones que rompen esquemas y tabúes, se cuestionan los esquemas tradicionales y se propone una sociedad más equitativa en la que las mujeres desempeñen el papel que les corresponde desde una perspectiva de igualdad.

En la pieza tiene enorme relieve el trabajo físico de las intérpretes, que ejecutan con una destreza impresionante acrobacias, danzas y coreografías desarrollando un espectáculo fresco, cargado de humor y poesía. La base temática tiene que ver con los desarreglos menstruales y los órganos genitales femeninos, que llegan a aparecer en escena magnificados en una ceremonia pseudoreligiosa.

La temática, partiendo de estos ingredientes, es amplia puesto que se incita a la reflexión sobre las desigualdades de género, los abusos del capitalismo y la pervivencia del patriarcado. Todo contribuye a la construcción de una sociedad más empática y comprensiva. La inspiración de las artistas procede de casos concretos, por lo que es fácil identificarse con muchas de las situaciones que aparecen en escena.

La apuesta por este espectáculo desinhibido y directo es una muestra de cómo evolucionan los tiempos y se normalizan imágenes, conceptos y criterios que hace pocos decenios aún suscitaban rechazo, o al menos recelo, en el contexto social.

Flock

Así se llamaba un programa de navegación por internet que dejó de estar operativo en 2011. Sus desarrolladores recomendaron a los usuarios que emigran a Google Chrome o Firefox. Pero la pieza de Miguel Ángel Mañas, así titulada, que se estrenó el pasado jueves en el Teatro del Mercado bajo la dirección de Diego Palacio, parece no guardar relación, al menos visible, con este programa informático.

Tal vez lejanamente se le pueda vincular con los diferentes inputs que surgen de los miembros de una familia asediada por un conjunto de enemigos arremolinados unos contra otros a partir de la muerte violenta de un pájaro. Saúl Blasco, María Pérez Collados, Nicolás Sánchez, Diego Garisa y Jorge Morte componen los diferentes estratos de esa maraña de conflictos en la que hay enfrentamientos, distanciamientos, acercamientos y otra serie de intentos de aclarar la relación entre los implicados.

Desde el punto de vista escenográfico, y salvando todas las distancias, el planteamiento recuerda a la película ‘Dogville’, de Lars von Traier, por el diseño lineal de los espacios que delimitan las diferentes áreas de acción, desde la vivienda hasta el viejo solar donde se encuentran los jóvenes amantes.

El trabajo de iluminación de Diego Palacio es importante, puesto que parte del mismo director de la obra, y la música de Luis Villafañe también está adecuada a la expresión de un mundo en movilidad constante.

La historia de esta destrucción interior y exterior de las relaciones personales nos deja una sensación agridulce, pues el triunfo que cada uno persigue se trueca globalmente en una derrota. El único personaje femenino en sus diferentes roles, encarnado por María Pérez Collados, sirve de eje de giro para todo el proceso de desintegración.

TOC TOC

Si el escenario del Teatro Principal, donde la pasada semana se ha presentado la comedia ‘TOC TOC’, de Laurent Baffie, en versión de Julián Quintanilla, fuera más amplio, hubieran podido intervenir muchos más actores, lo mismo que en la mayoría de los espacios donde esta comedia lleva representándose muchos años; por poner un ejemplo, diez en Madrid con más de 300 funciones y un millón largo de espectadores.

Porque la problemática que plantea, aunque sea en un tono cómico y dinámico que se agradece, afecta a un creciente número de pacientes de trastornos obsesivos compulsivos (TOC) en una sociedad que progresivamente va perdiendo el equilibrio emocional, la capacidad de razonamiento y el control de sus acciones.

Dejando de lado elucubraciones conceptuales, hay que reconocer que el espectáculo desata la risa de los espectadores, pero es una obra en la que la reiteración puede llegar a cansar, porque la trama no avanza y las pequeñas interrupciones del ayudante del presunto psiquiatra que va a llegar, apenas aportan pausa o inducen el reenfoque de la cuestión.

Un final aparentemente feliz, con giro argumental, aporta la solución un tanto forzada a todos los problemas planteados, deja satisfecho al  un público que ha podido aplaudir largamente al elenco interpretativo, encabezado por Esteve Ferrer, en el papel central de Camilo, que al mismo tiempo ha dirigido la obra. Ese final es hasta cierto punto previsible y redondea un espectáculo que seguirá consiguiendo éxitos de audiencia, de los cuales ya disfrutó la versión cinematográfica de Vicente Villanueva en 2017.

Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte

La aparición de la compañía asturiana Teatro del Norte en nuestra ciudad es siempre un acontecimiento. Con periodicidad aproximadamente anual, este grupo de esforzados artistas que dirige Etelvino Vázquez aporta alguna de sus recreaciones de obras singulares que forman parte del repertorio consolidado de la dramaturgia española o extranjera.

En este caso han regresado con una pieza de Valle-Inclán y han presentado en el Teatro de la Estación, durante el pasado fin de semana, dos de los cinco episodios englobados en el ‘Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte’, Concretamente han sido ‘Ligazón’ y ‘La rosa de papel’.

Con un elenco integrado por Cristina Lorenzo, Cristina Alonso, David González y el propio Etelvino, que se encarga además de la dirección, han ofrecido una visión anclada en las coordenadas habituales de Valle-Inclán, con elementos esperpénticos, ribetes cómicos, apuntes dramáticos y alusiones líricas que conforman un espectáculo de gran dimensión expresiva, partiendo de un gran texto y apoyado en una escenografía simple pero elocuente.

No está de moda Valle-Inclán, pero es un valor definitivo de la literatura y la dramaturgia, no solo española, sino universal. La versión que el Teatro del Norte ha ofrecido es para remarcar dentro de lo que podemos llamar calidad expresiva, quizá no para el gran público, pero sí para aquellos aficionados que valoran el sentido trascendente de la dramaturgia, en la que con pocos elementos y amparados en el gesto y la palabra, los espectadores pueden disfrutar de la capacidad creativa de un autor y de la pericia interpretativa de una compañía.