«Maléfica, maestra del mal»: ¿Alguien ha pedido una secuela?

No es Easter, ni Spring break. No es Summer season, ni Christmas season. Ni siquiera Thanksgiving. Quizás sea por la cercanía de Halloween? Es igual, Disney marca la pauta y estrena un blockbuster cuando le viene en gana. Si hay un personaje de la compañía que lo represente con fidelidad ese es el tío Gilito: revolcándose permanentemente en su fortuna y con ganas de más. Y al cuento de la Bella durmiente del Bosque, transmitido por tradición oral y versionado por Perrault o Los Hermanos Grimm, le ha nacido una secuela. De modo que el clásico final que dice “fueron felices y comieron perdices” no se cumple en este caso, pues la historia continua años después. Eso si, con la conformidad de la productora ejecutiva Angelina Jolie, que es la que aparece en solitario por delante de los títulos de crédito y que no se habrá lanzado a un proyecto de esta envergadura sin tenerlo todo atado y bien atado.

Años después de los acontecimientos narrados en la primera parte, el romance entre Aurora, reina de las ciénagas, y el Príncipe Phillip, continúa y ya se escuchan campanas de boda. A Maléfica no le hace ninguna gracia pero sí a los padres del novio, los reyes John e Ingrith. En apariencia, pues detrás de la noble y sumisa reina se esconde una intrigante que planea dar un golpe de estado y acabar de una vez por todas con el reino de las Ciénagas.

Antes de nada he de decir que amo profundamente a Michelle Pfeiffer, para mi el verdadero aliciente que me ha llevado a ver esta secuela que nadie había pedido. La sigo desde que la descubrí en Lady Halcón y ha acompañado mi años de cinefilia hasta su retirada de los platós para cuidar de sus hijos. Bien por ellos, mal por nosotros. Ahora, cumplidos ya los sesenta, parece estar especializándose en papeles de arpía: inquietante en Madre!, oscura y esquiva en Asesinato en el Orient Express, intrigante en The wizard of lies. De todos modos, siempre bienvenida. Y en este caso le quita la corona de malvada a una no tan maléfica Jolie.

Hay que reconocer a Disney un valor; adaptarse a las necesidades y tendencias de los tiempos modernos. Las princesas de los cuentos ya no son tiernas y desvalidas. Son las que empuñan la espada y deciden las cuestiones importantes. Y del mismo modo que en la primera parte, Maléfica, la compañía cambio totalmente el final y sentido del cuento porque estaba obsoleto, en esta secuela, las mujeres son las que cortan el bacalao y los hombres quedan relegados a secundarios, cómicos en muchas ocasiones.

Por lo demás, nos encontramos ante una historia de mentiras, manipulaciones e intrigas palaciegas. Y dos mujeres enfrentadas. Maléfica, una vez descubierto su lado bondadoso, adquiere mayor comicidad al tratar de esforzarse por contentar a su ahijada Aurora en sus pretensiones. Y la reina Ingrith toma el relevo de maestra del mal, dispuesta a conseguir sus objetivos en su propio provecho y pisoteando a cualquiera que se le ponga por delante, aunque sea de su propia sangre.

De nuevo nos encontramos ante un espectáculo para mayor lucimiento del departamento de efectos especiales. Los 10 primeros minutos constituyen una borrachera de movimientos de cámara, un exceso de personajes en pantalla ( hadas, gnomos, árboles gigantes, animales del bosque) con una profusión de colores que casi hace daño a la vista y que solo cobran sentido si uno lleva puestas las gafas 3D. Las bromas se vuelven infantiles, claramente dirigidas a un público definido. El director Joaquim Ronning, autor de otro producto de Disney ( Piratas del Caribe, la Venganza de Salazar) confunde abigarramiento con espectáculo, dando al conjunto de la película un tono de dudoso gusto.

Al final lo que queda es un producto ruidoso y efectista, con un argumento mil veces visto, que brilla por el encanto de sus dos actrices principales, capaces de elevar la calidad de cualquier línea de diálogo que pronuncien. He de reconocer que, a pesar de mi tono crítico, me resultó entretenida, a pesar de un bajón de ritmo hacia su parte mitad, fruto quizás de la manía de las productoras de no bajar de las dos horas en este tipo de películas taquilleras.

Junto a esas dos grandes actrices, la dulce ( y aquí un tanto despistada en buena parte del film) Ellen Fanning vuelve a interpretar a Aurora mientras que Harris Dickinson asume el papel del soso Príncipe Philip. Imelda Staunton, Juno Temple y Lesley Manville abandonan su cuerpo para ser carne de F/X e interpretan a las tres hadas protectoras de Aurora. Y Chiwetel Ejiofor se pasea volando con sus alas intentando mantener la paz entre humanos y no humanos en un papel que seguro que aumentara su cuenta bancaria pero que no hará más atractivo su currículum. Eso si, una sorpresa ver al recordado Willow Warwick Davis.

Linda Woolverton, Micah Fitzerman-Blue y Noah Harpster adaptan la historia ideada por la primera y escriben frases de dialogo entre los dos enamorados que sacan los colores, aunque la música permanente, estruendosa y funcional de Geoff Zanelli y los colores brillantes y casi cegadores que recoge la fotografía de Henry Braham nublan los sentidos lo suficiente para no percatarse en exceso de las tonterías que se están diciendo. Está claro que la Jolie y la Pfeiffer han controlado más la calidad de sus textos.

En resumidas cuentas, un film excesivo en cuanto a la cantidad de efectos especiales por segundo en pantalla, que no cuenta nada nuevo, pero que solo merece la pena ver por disfrutar en mi caso de Michelle Pfeiffer y, por que no, de Angelina Jolie. Los niños la disfrutarán, los padres los tendrán quietos dos horas, y la película no durará en el recuerdo más allá de un par de horas… ideal para hacer una tercera parte.

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LO MEJOR: El grado de maldad de la reina Ingrith, lo mejor de la función. El mensaje de conciliación y entendimiento entre pueblos tan necesario hoy en día.

LO PEOR: La pareja de enamorados es muy sosa, por mucho que amemos a Ellen Fanning.

VALORACIÓN:

Fotografía: 6

Banda Sonora: 6

Interpretaciones : 7

Dirección: 5

Guión: 5

Satisfacción: 5,5

NOTA FINAL: 5,75