«Downton Abbey»: Agradar sin molestar

Cuando nació la televisión, el cine vio en ésta una competencia dura, hasta el punto de que, fruto de esta rivalidad, surgieron algunos de los avances tecnológicos aplicados al séptimo arte más espectaculares en el pasado Siglo XX. El Cinemascope y los formatos panorámicos, el cine en 3-D, el sonido Dolby y otros, tiene su origen en la necesidad de los grandes estudios de combatir el incremento de popularidad de la pequeña pantalla. Las relaciones entre ambos medios, cinematográfico y catódico, afortunadamente se normalizaron y esto trajo consigo una corriente migratoria entre ambos medios en las dos direcciones, no sólo de actores, directores o técnicos, sino también de historias.

Las adaptaciones de series de televisión a la gran pantalla son un fenómeno muy frecuente en nuestros días. Entre ellas hay distinguir aquéllas que, a la sombra del éxito de la versión televisiva, plantean una historia basada en aquélla pero que tiene entidad propia y pueden pasar por un largometraje en el sentido más tradicional, y las que parecen una prolongación de la serie, un capítulo más de ésta, con una duración mayor y una vinculación argumental muy íntima con la misma. Si además los actores y técnicos son los mismos la sensación de que estamos viendo un capítulo más de la serie se acentúa.

Vaya por delante que “Downton Abbey”, la película estrenada en nuestras pantallas comerciales es un caso palmario y evidente de la segunda tendencia, pero ¿a quién le importa? A los fans de la serie, entre los que me encuentro, desde luego que no. Y a los que no han visto nada de la serie puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que tampoco. Porque, a pesar de ese fuerte vínculo con la serie, a pesar de esa continuidad con el último capítulo de la sexta temporada emitido, la historia que ha escrito Julian Fellowes, creador y guionista de la versión televisiva, tiene una identidad característica y, con un pequeño esfuerzo por parte del espectador, se llega a conocer a los protagonistas y la parte más esencial de las historias personales que aquéllos arrastran. Estamos en 1927 y a Downton Abbey llega la noticia (en una maravillosa escena inicial sobre los títulos de crédito) de que el monarca británico Jorge V y la reina, con todo su séquito, pasarán una noche en la mansión de Lord y Lady Grantham (Hugh Bonneville y Elizabeth McGovern). La visita real supone un gran revuelo para los habitantes de Downton Abbey, tanto para los de señores de las estancias superiores como para el personal de servicio, aunque los efectos de la estancia de los monarcas en la mansión son muy diferentes según sea la posición de la habitación. Al mismo tiempo que se llevan a cabo los preparativos necesarios para alojar a la pareja real surgen otras preocupaciones como el viejo asunto de la herencia o la distribución de competencias entre el servicio de Downton Abbey y los criados que acompañan a los reyes.

Aunque la película está dirigida por Michael Engler, realizador de televisión que tiene en su haber episodios de la propia serie de “Downton Abbey”, “Sexo en NY”, “A 2 metros bajo tierra” o “Rockefeller Plaza”, el verdadero padre de la criatura es Julian Fellowes. El es el alma mater de la serie de televisión. El ganador del Oscar al Mejor Guión Original por “Gosford Park” conoce a la perfección el material con el que trabaja y no arriesga un ápice para no defraudar a los fans de la serie, pero tampoco innova ni en el fondo ni en la forma para atraer a nuevos espectadores. De hecho, incluso se permite rebajar el tono melodramático que caracteriza la serie con la intención precisamente de configurar un producto más cinematográfico con menos características del formato televisivo de una serie por entregas. Como consecuencia de ello y para facilitar el seguimiento de la pelicula a los no iniciados las subtramas que se desarrollan por debajo de la historia principal, la visita de los reyes, son previsibles e incluso simples pero tampoco eso importa. Lo que de verdad valora el seguidor de Downton Abbey y el espectador que acude por primera vez a este mundo donde señores y criados conviven sin cruzar esa línea invisible que les separa excepto ocasionalmente, es un producto muy cuidado, con una ambientación ejemplar y unos intérpretes modélicos (algunos como Maggie Smith superando el nivel mostrado en la serie) y en el que se planteen cuestiones sociales sin molestar a nadie. Y eso es lo que sabe hacer Fellowes. A partir de una anécdota que sólo es importante para sus protagonistas monta un espectáculo en el que destaca la compatibilidad entre una profunda división de clases y la coexistencia más o menos pacífica de esos estamentos sociales y en el que cabe un mínimo apunte de denuncia social.

Los británicos siempre se han caracterizado por ser un pueblo eminentemente pragmático, en especial en lo que se refiere al régimen político que gobierna sus vidas. En el cuarto de siglo (1910 a 1936) durante el que reinó Jorge V, el monarca cuya visita altera la vida cotidiana de Downton Abbey, el Reino Unido, y, por supuesto, sus súbditos, tanto sirvientes como señores, convivieron con movimientos sociales y políticos como el fascismo, el comunismo o el independentismo irlandés sin que en ningún momento peligrara la estabilidad del régimen político. Fellowes y Engler trazan un paralelismo entre los nobles de Downton Abbey y su servicio, entre los habitantes de las estancias superiores y los de las dependencias inferiores, pero el resultado es dispar. Mientras estos últimos están fuertemente disciplinados, como si de un ejército se tratara, los primeros funcionan a golpe de improvisación sumidos en un pequeño caos en el que cada uno actúa por su cuenta. Sin renunciar a tocar temas que en aquello años eran “tabú”, como la homosexualidad masculina, el film es el canto del cisne de una época y el comienzo de otra en la que esa línea que separaba las clases sociales se difumina hasta llegar a ser borrosa en muchas ocasiones. Downton Abbey, la película, es un regalo para todos aquellos espectadores que disfrutaron (disfrutamos) con la serie y que sentían un gran vacío en sus vidas desde hace casi 4 años. Un gran regalo de Navidad anticipada, con el más suntuoso envoltorio que uno pueda imaginar, una delicia para disfrutar en las salas de cine.

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LO MEJOR: La magnífica ambientación y la interpretación te trasladan a otro lugar y otra época LO PEOR: La simplicidad de algunas tramas.

VALORACION: Fotografía: 8 Banda Sonora: 8 Interpretación: 8 Guión: 7 Dirección: 7 Satisfacción personal: 9 NOTA FINAL: 7,83