Opinión

Yo, la Tierra

Voy a ponerme una vez más, como si fuera la misma Tierra. Esta que todos habitamos. En numerosas ocasiones he tenido que hacerlo. Llevo desde 1986 con este tema como preponderantemente prioritario. Ahora, cuando los dientes del lobo han empezado a morder, es cuando se está empezando a hacer caso.

Está bien, otra de mis variantes derivadas:
Hola de nuevo. Soy la Tierra, tu casa, parte de tu familia. Y soy tu Amiga.
No comprendo cómo después de que tus ojos me hayan visto tal y como la mayoría de los humanos me han dejado, hayas pasado de largo impasible.

Pronto, no tendrás un lugar en mí en el que estar, ni habrá senda alguna ya por la que poder caminar: ni siquiera para huir de ti mismo.

Has mirado fotografías horrendas de las devastadoras consecuencias que has ido creando a lo largo de los siglos, al cabo de un tiempo que crees eterno aquí en este Planeta. Sin embargo, te da exactamente igual. También me refiero a las aberrantes catástrofes narradas en las noticias de cualquier medio de comunicación. Todo dicho con autenticidad y el máximo realismo.

El mundo que has fabricado no es que se caiga a pedazos… si no que se derrite a pasos agigantados mientras tú te recluyes en tu egolatrismo intentando comprar los años, la juventud y todo cuanto te es atractivo. Sin tener los pies en el suelo que pisas sin piedad. Por ende, yo estoy hecha un puzzle más bien irrecomponible de seguir así.

Me oprimes el corazón y me provocas un estado de indescriptible dolor. Tus sueños se agotan, lo mismo que mi aliento. Estás erradicándome cada vez a mayor velocidad y marchas forzadas.

Tendrás hijos, familia, amigos, no sé…. Al menos alguien que te gustaría que siempre te recordara. Alguna persona importante en tu vida, aunque eso lo siento cada vez más crudo por tu parte. Quien se olvida es como si nunca hubiera existido…

Mi llanto supera la acidez, me ahogo sin remedio entre la sequía que me da tu indiferencia absoluta acompañada de una dejadez letal, una tortura sin fin. La basura que me proporcionas se va acrecentando que ni cuentas puedo hacer en estos momentos.

Ya ni lágrimas negras tengo. Fui enterrando mis canciones cada noche porque no me vieras sufrir sin nombre.

Te escribí mil correos electrónicos hasta hace no mucho. Antaño eran cartas de mi puño y letra, mojadas con la poca sangre que ya me quedaba. No muy sana por aquellas alturas, vaya.

En la actualidad, te wasapeo constantemente también, sin que ni siquiera percibas mi presencia, por no variar en tu mala costumbre. Todo te lo continúo dando como un regalo, sin esperar nada a cambio.

Si quieres seguir recibiendo vida por mi parte, no me la quites ni arrebates como lo haces. Evita asesinarme cada vez a un ritmo más trepidante y retorcido, que, más que asusta, paraliza. Y todo, por tus nefastos hábitos.

Yo no te enseñé esto desde un principio; sí la sencillez y el intercambio de energías en una simbiosis justa. ¿Dónde dejaste los sentimientos y las emociones?

Tan pésimamente me maltratas que todo está por explotar en el mayor de los estallidos sin precedentes.

No puedo quedarme quieta con tanta herida abierta en la que sigues hurgando por doquier. Es normal que me revele pues. Deja de tentar esta suerte, que si yo desaparezco tú no te vas a quedar aquí precisamente.

Tú eliges. El resto de polvo que de mí dejes como escoria resumida por ti desaparecerá purificado por el aire del cielo, fundiéndose con las estrellas. Y brillaremos unidas, todos unidos con quienes sí dieron el demostrativo de amarme.