Como el año pasado para estas fechas, pleno verano, nos llega a la pantalla la nueva y potente película de Ari Aster, un joven director estadounidense (33) que aterrizaba en nuestras vidas hace bien poco, pero que sin embargo lo ha hecho indudablemente para quedarse. Por méritos propios.
Puedo sin ánimo de equívoco aseverar que Aster es un autor. Uno con sello, estilo y marca de la casa. Algo que tiene un enorme mérito al tratarse únicamente de un estilo definido enmarcado en solo dos trabajos: la fabulosa, rompedora y terrorífica 'Hereditary', con la que se presentó y dio un puñetazo encima de la mesa; y ahora con 'Midsommar', su nueva propuesta de género donde pretende dar un giro más de tuerca. Aunque esta vez ha sido al más puro estilo 'Ikea'.
'Midsommar' llegaba precedida del caché y popularidad que un trabajo de la enjundia de 'Hereditary' otorga. Pero visto el resultado y a pesar de encontrarle puntos positivos que luego detallaré pienso que Ari Aster ha sido presa del éxito y del estilo. Esperemos que retome la senda correcta.
En la nueva película conoceremos a una pareja de jóvenes norteamericanos que se encuentran en crisis. Ella (una fabulosísima Florence Pugh, a quién disfrutamos mucho en 'Lady McBerth' por poner un ejemplo llamativo) completamente traumatizada por la situación que padece. Él (un prometedor Jack Reynor, visto en 'Macbeth' -que no 'Lady Macbeth'-, 'Transformers la era de la extinción', 'Noche de reinas' o 'Sing street' por poner unos ejemplos), un buen chico que no termina de definirse por la inmadurez de la edad ese bucle adolescente: disfrute y juerga con amigos/apoyo a la pareja depresiva con tendencia demasiado absorbente. Tras la presentación de ambos personajes como de los compañeros y amigos se embarcan en un viaje a Suecia a formar parte de un evento especial en un recóndito pueblo de Suecia en mitad de la luminosas noches sin oscuridad de la zona. Un idílico paisaje y una amable comunidad que acogen al grupo para iniciar unos extraños rituales paganos.
La película está claramente diferenciada en prologo, donde emerge el drama, desarrollo, donde la tensión irá en aumento ante la sorpresa, y el desenlace. Momento este donde el terror cobra forma. Lo bueno y particularmente notable de Aster es lo bien que engarza la historia y cómo los géneros emergen, se tocan y confluyen. También particularmente bien está la joven protagonista. Florence Pugh presenta un abanico de sensaciones muy amplia y sale airosa de cada propuesta, por compleja que esta sea. También Reynor cumple aunque luciendo menos. La película además luce brillante y hermosa. Como la comunidad a la que se trasladan los protagonistas. La cámara del director de fotografía (repite aquí con Pawel Pogorzelski) recorre cada punta y aprovecha cada haz de luz para iluminar cada roca, cada tronco, cada túnica blanca, cada pelo rubio o pelirrojo sea de donde sea. La creación de las casas, las pinturas, la música continua e intrigante de Bobby Krlic, los icónicos y premonitorios tapices. Todos elementos a disposición del director para mostrar, hacernos intuir y palpar el terror de las garras al acecho. Un espíritu, unas artes y un estilo con los que sin embargo Aster ha caído preso de unas mieles de éxito, ínfulas de súper genio o como lo quieran llamar. Un producto que con más tino y cautela hubiera sido mejor que su ópera prima y que sin embargo orbita con demasiada morosidad, con rituales macabros demasiado absurdos y provocadores, con una discutible utilización de ciertos personajes y con un evidente exceso de metraje de quién se mira el ombligo en exceso.
Un film muy notable en intenciones pero deficiente en sensaciones (ridículo en algunas).
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LO MEJOR: La utilización del sonido e imagen. Florence Pugh. La atmósfera malsana creada.
LO PEOR: El exceso de metraje. Por momentos aburre.
VALORACIÓN:
Banda sonora: 6
Fotografía: 7
Dirección: 4
Interpretaciones: 7,5
Guión: 6
Satisfacción: 4
NOTA FINAL: 5,7
