Opinión

Estoy viviendo en Loporzano, ¿me dejáis?

Mi hijo es de Loporzano. Mi hija no nació aquí, pero no se lo digas porque de aquí se siente. Como familia estamos integrados desde el minuto cero en que llegamos, hace dieciocho años. Dos vecinas vinieron a invitarnos a la cena del pueblo que había esa noche y así conocimos a casi todos.

Para mí, somos una familia. Con frecuencia cuando nos vemos en Huesca, que está a 15 minutos en coche, nos damos dos besos como quien se encuentra a un familiar. Me alegro cuando a mis vecinos les van bien sus negocios locales, cuando se jubilan, cuando son abuelos o sus hijos consiguen trabajo y, sobre todo, cuando salen bien las pruebas médicas, cada vez más frecuentes. Tenemos un grupo de whatsapp para informarnos de lo que sucede y otro, Taxi Lopor, para rentabilizar las idas y venidas a Huesca. Me preocupo cuando los críos se pasan con sus trastadas, pero friego y limpio su espacio en el local social porque creo que deben crecer juntos a pesar de sus edades variadas. Y eso sí, participo en todo cuanto puedo, en fiestas o durante el año; siento muchísimo cuando me pierdo un cumpleaños o algún vermú del domingo; y siento no poder estar más pendiente de todos mis vecinos cuando tienen problemas, que los tenemos, como todos.

Creo que eso es vivir en un pueblo. Vivir, participar y sentir a tus vecinos. Sin saberlo, eso es lo que nos movió, en su día, a mi familia y a mí a dejar nuestra vida en la ciudad y a que hayamos resistido a pesar de algunos inconvenientes como el transporte de los hijos al colegio, la escasez de niños de su edad para jugar, y en otro orden de ideas, la ausencia de tiendas, las malas carreteras de acceso, en definitiva, la falta de servicios en general.

Todos nuestros ahorros están en la casa que compramos en Loporzano y que hemos mantenido con mucho esfuerzo para que nuestra hija pueda montar su despacho y nuestro hijo su empresa de turismo rural y que ambos puedan desarrollar sus proyectos si así lo desean.

Y en estos días, donde Loporzano es tan mediático, me pregunto: con la ganadería industrial y la demostrada falta de control del cumplimiento de las normativas, ¿podrían vivir aquí mis hijos? ¿Y mi marido y yo? ¿Los proyectos de mis hijos y los míos valen menos que los de otros? ¿Por qué tantos de los que se manifestaron a favor de la ganadería industrial no viven en el medio rural?

Creo que hemos de sentarnos a hablar todos y, en particular, los que de verdad vivimos aquí, y no dejar que decidan por nosotros asociaciones o partidos que, desde Huesca, Zaragoza, etc., quieren imponer cómo hemos de hacerlo. Por eso soy miembro de Loporvenir y me siento tan de Loporzano como el que más.

Creo que si de verdad se ama este territorio no se debe consentir que los acuíferos y las tierras se llenen de agua contaminada, olor infesto y de camiones de gran tonelaje en las estrechas carreteras.

¿Alguien duda aún de la necesidad de una moratoria para reflexionar y que podamos convivir todos preparando el terreno para nuestros hijos?

Los que no creemos en la ganadería industrial también tenemos derecho a vivir en Loporzan,  ¿me dejáis?