Opinión

Tópicos del lenguaje

No se sabe bien si son los medios de comunicación, la baja calidad de algunas docencias o una suerte de desidia por el cultivo del lenguaje lo que conduce a la utilización de ciertos términos y frases tópicas, que carecen de implicación personal. En el lenguaje ordinario expresado en público pueden encontrarse varios de estos términos y de estas frases que, por haberse hecho comunes, parecen significar algo más que su propio alcance. Vamos a poner algún ejemplo.

Con bastante frecuencia en las discusiones públicas, sobre todo en las de carácter político, suele escucharse decir: “No lo digo yo, lo dice…”. El aludido es tal o cual personaje conocido o alguien de relevancia contrastada en quien se ampara el disertante para avalar su opinión o su argumento. Está claro que ese latiguillo verbal no denota por sí mismo inseguridad en lo que se dice, pero analizado a fondo revela cierta inconsistencia en la argumentación utilizada.

Si quien pronuncia esa frase está convencido de lo que dice, bien podría formularla del modo siguiente: “Esto lo afirmo yo, y además lo dicen también… (tal y cual)”. Sería una manera de potenciar el valor de la propia opinión, en este caso compartida por autoridades del tema que se está tratando.

Un ejemplo más, de exagerada frecuencia: “… como no puede ser de otra manera”. Afirmar esto es contrario a la realidad. Pocas cosas en este mundo pueden ser solo de una manera. Si ocurre lo contrario de lo que se dice, no hay forma de resolver la contradicción. Escuchar este latiguillo en los debates, en las tertulias, en las explicaciones, en los discursos, incluso en las conversaciones informales llega a ser cansino, porque las cosas casi siempre pueden ser de otra manera.

Se puede hablar de adocenamiento verbal o de falta de identidad expresiva. La frase tópica es fácilmente prescindible y en cualquier caso puede sustituirse por algo como lo siguiente: “Esto sucede así, es la forma más conveniente, o la más positiva”. De esta manera ya se dice que no es la única, que puede haber otra, por muy buena que sea la que se ha querido defender.

La precisión en el lenguaje es una riqueza cultural y humana; saber expresarse en público es un dato positivo para quien domina ese arte. Parece ser que los nuevos enfoques de los programas educativos van a introducir la oratoria como una asignatura del ciclo escolar. Será una buena medida y beneficiará tanto a quienes hablan como a quienes escuchan. Porque las cosas sí pueden ser de otra manera a como lo han sido hasta ahora.