Dos obras arriesgadas, dramáticas, muy pensadas, que invitan a la reflexión, comparten los escenarios con una sucesión de diálogos y monólogos simplemente entretenidos.

“Cuzco”, “Nunca os olvidaremos” y “La geometría del trigo"

Dos obras arriesgadas, dramáticas, muy pensadas, que invitan a la reflexión, comparten los escenarios con una sucesión de diálogos y monólogos simplemente entretenidos.

Cuzco

Ha proseguido en el Teatro de las Esquinas el segundo ciclo de Teatro Rebelde con la obra ‘Cuzco’, original de Víctor Sánchez Rodríguez, responsable también de la dirección. Silvia Valero y Bruno Tamarit representan a una pareja que emprende un largo viaje para tratar de salvar su relación en crisis. El viaje como símbolo o búsqueda del conocimiento, en este caso proyectado sobre ellos mismos.

Destino: Perú, y en concreto Cuzco, ciudad que da título a la obra. Allí se encontrarán con personajes diversos que les servirán de contraste, de alegría, de expectativa, de espejo y de reflejo, que aportarán noticias y situaciones varias sin que a ellos les ayude a encontrar un rumbo definido. Van a admitir la imposibilidad de un reencuentro porque los puentes internos se han roto y el fracaso de su intento de convivencia es innegociable.

La obra se adentra en un territorio complejo con varias líneas de expresión. En la zona confortable, aunque exterior, la pareja utiliza plataformas de lanzamiento para recuperar la concordia. También el contacto con la cultura peruana, la mitología incaica, el retorno a los totems representando al mundo son elementos que permiten ahondar en el desarraigo de los protagonistas.

La confrontación con terceras personas que proceden del mismo ámbito cultural acaba rompiendo la calma aparente y desatando el conflicto. Ese entorno no aparece en escena, pero sí en la proyección imaginaria de los protagonistas, con proyectos divergentes, para que el espectador pueda evaluar a su criterio el conflicto.

Los dos intérpretes realizan un trabajo refinado, lleno de matices, con la expresión de su infelicidad y desasosiego sin retorno, que compensarán recurriendo a la evasión. Una escenografía simple, pero significativa, con el suelo recubierto de hojas caducas permite trasladar al espectador más allá de las palabras. El fondo musical contribuye a redondear el espacio en el que se desarrolla la acción.

Nunca os olvidaremos

El planteamiento prometía, pero el resultado final defrauda. ‘Nunca os olvidaremos’ es una especie de comedia planeada por Dani Mateo, Raúl Cimas y J. J. Vaquero que se ofreció en el Teatro Principal el pasado fin de semana.  Lo que pudiera haber sido un interesante ejercicio de análisis cómio sobre la muerte, se quedó en una sucesión de diálogos y monólogos de mayor o menor interés, con algunos gags meritorios pero otros muchos momentos inanes.

Hay antecedentes de todo tipo de reconocido interés sobre la comicidad de la muerte y sus consecuencias. Sin ir más lejos, puede recurrirse a la fiesta mexicana de muertos, que puso recientemente al alcance del público la película ‘Coco’. Y hablando de películas cabría recordar ‘Un funeral de muerte’, de 2007, dirigida por Frank Oz.  Y si tratamos de literatura, ahí están las obras de Nieves Concostrina, siempre con un ribete cómico, y algunas otras, incluso un pequeño libro titulado ‘Morituri’, que publicó la editorial zaragozana Teleo en 2013, con Prefacio que la propia Concostrina y Epitafio del poeta Ángel Guinda.

Lo que se ofrece en ‘Nunca os olvidaremos’ es un amasijo de caricaturas, diálogos y monólogos, que podían haber dado origen a una verdadera comedia de autor, y no a la acumulación de chistes, a veces de mal gusto, que pueden encontrarse en cualquier programa de varietés. En definitiva, y con respeto a los artistas, una ocasión perdida de hacer algo de más enjundia, incluso de mayor comicidad.

La geometría del trigo

Alberto Conejero, autor relevante dentro del mundo dramático contemporáneo, se estrena como director en ‘La geometría del trigo’, un texto que además le pertenece. Se ha interpretado durante el pasado fin de semana en el Teatro del Mercado, en producción de la compañía Teatro del Acantilado.

Seis personajes instalados simultáneamente en el pasado y en el presente entrecruzan sus vidas, poniendo de manifiesto que nuestra percepción temporal ofrece resquicios a la duda. Laia y Joan, a quienes interpretan Eva Rufo y José Bustos, son arquitectos, viven en Barcelona y deciden hacer un viaje al sur para asistir a las exequias de Antonio, el padre de Joan, el desconocido padre de Joan.

Se percibe ya el conflicto de la pareja porque hay silencios no manifestados. Los mismos silencios que 40 años atrás desataron la situación dramática y el distanciamiento entre su padre, su madre y otros miembros de la familia. Hay en escena un halo poético, donde se mezclan el amor y el desamor, donde se ocultan sentimientos  que renacen tras la ausencia. Porque también Samuel, interpretado por José Troncoso, regresa desde París al pueblo jienense de sus ancestros con un proyecto creativo, pero ocultando el verdadero impulso que le mueve, que es retomar una relación secreta –en aquellos tiempo nefanda– con Antonio, el desconocido padre de Joan, cuya esposa Beatriz, interpretada por Zaria Montes, prefirió la distancia al desamor.

Antonio, interpretado por Pedro Almagro, se debate entre el amor convencional de la pareja y el amor intencional, dictado por la pasión homosexual, optando por el segundo. Hay otras dos mujeres en escena, Laia, la esposa de Joan, y Emilia, la madre de Beatriz, en un papel secundario pero expresivo, que desempeña con ecos de nostalgia Consuelo Trujillo.

El juego de temporalidad-intemporalidad, las intervenciones solapadas, la matizada iluminación de David Picazo que caracteriza bien a personajes y situaciones, la música de Mariano Marín y la escenografía de Alessio Melloni completan un retablo de situaciones y sensaciones que indudablemente pueden tocar la fibra de muchos espectadores, sobre todo adultos, en cuanto vuelvan la mirada a un tiempo pasado que, imperceptiblemente, continúa vivo en el presente.