Belén Rodríguez-Carmona: "Los divorcios y las familias reconstituidas deben normalizarse en sociedad”

Belén Rodríguez es técnica de UNAF
photo_camera Belén Rodríguez es técnica de UNAF

Aragón ha sido uno de los escenarios de un proyecto de sensibilización que está llevando a cabo la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF). Una iniciativa que acoge dos ámbitos de actuación: la Mediación en Familias con Hijos Adolescentes y la Mediación en Familias Reconstituidas. Belén Rodríguez-Carmona ha sido una de las técnicas responsables de los talleres celebrados este año en las comarcas de La Ribagorza, Jacetania y Zaragoza. Talleres impartidos a profesionales que trabajan con familias (educadores, trabajadores sociales, psicólogos..) y a  madres y padres, contemplados como un espacio de “reflexión” y “análisis” para aprender a gestionar conflictos que -en numerosas ocasiones- parten de una concepción interna, pero que termina por imponerse en el ideario más colectivo, rigiendo el orden social. La ruptura de esos “mitos” y la normalización de situaciones como la adolescencia, el divorcio o la reconstitución familiar cobran, según reflexiona Rodríguez, un papel fundamental de cara al bienestar conjunto.

Pregunta.- Acaban de finalizar un tour por Aragón ¿Cuál ha sido el objetivo de los talleres?
Respuesta.- Son proyectos financiados por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social que ofrecemos a zonas del territorio nacional, especialmente a aquellas zonas con mayor dificultad de acceso a temas de formación o acción social. En este caso, hemos hecho una ruta por Aragón para sensibilizar a los distintos colectivos (profesionales-padres y madres) sobre las dos grandes ramas que tratamos en cada taller: familias reconstituidas y familias con adolescentes. En Unaf también hacemos orientación y terapia familiar.

P.- ¿Qué procedimientos implementan con las familias reconstituidas?
R.- Lo principal es concienciar a los participantes acerca de este nuevo modelo de familia, que es cada vez más común. Les hablamos sobre el concepto que aún tenemos por herencia cultural, que concibe como “lo normal” a la familia tradicional nuclear. De hecho, es habitual que la gente no vea como familia “ideal” a una reconstituida, porque tendemos a reproducir los roles culturales, con ese afán de volver a formar una familia ideal. Cuando se rompe ese idealismo y llega una separación, seguimos concibiéndolo como fracaso. Nosotros les aconsejamos sobre, por ejemplo, cómo comunicárselo a los hijos, o acerca de cuándo es el momento idóneo para comenzar a convivir con la nueva pareja. A los educadores les damos pautas sobre cómo intervenir si tienen cerca un caso.

Aragón ha participado en los talleres de UNAF

P.- ¿Cómo han respondido los participantes aragoneses?
R.- Estamos muy satisfechos con el resultado. Ha habido gran diferencia con otras zonas de España. Generalmente, la gente es muy agradecida y eso se refleja en la participación. Nosotros les explicamos que para entender el nuevo contexto familiar deben ponerse las “gafas” de familia reconstituida, porque asistirán a una reorganización y transformación familiar integral, además muy rápida.

P.- Cambios que afectan a todas las partes. En este nuevo sistema familiar, habrá padres que no afronten la responsabilidad correctamente…
R.- Es que en ocasiones se nos olvida que las elecciones las hacemos los adultos y no tenemos en cuenta que no todo el mundo tiene el mismo proceso de duelo. La familia reconstituida parte de una pérdida. El procesamiento de ese duelo influirá en cómo es la propia reconstrucción de la familia. Hay que aprender a revisarse uno mismo, ser consciente de cómo ha sido el proceso desde el punto de partida. Por ejemplo, si en una separación ha habido ira, esa ira puede llegar a intervenir en la reconstitución. Es un concepto que nosotros llamamos pérdida ambigua, que viene a referirse a que un duelo por divorcio es mucho más largo y doloroso que un fallecimiento, porque, digamos, la persona sigue ahí, es reversible. Entonces, lo doloroso es vivir en esa ambigüedad. Si se clarifica, relaja muchísimo.

P.- El clima familiar influye en la aceptación de esa reconstitución, pero, ¿hasta qué punto lo hace el entorno sociocultural?
R.-Volvemos a los mitos y creencias en sociedad acerca de la familia tradicional. Socialmente, esa percepción tiene peso y repercute en la visión que -por ejemplo- un hijo tendrá sobre su propia familia. Aunque lo cierto es que los niños de ahora son más conscientes de la diversidad familiar. Es habitual que tengan padres separados, dos casas, etc. Es una realidad más común y que “se ve más”. Antes las familias reconstituidas no se mostraban tanto, porque socialmente no estaban bien vistas.

P.- ¿Qué clase de creencias persisten?
R.- Por ejemplo, que si no te casas o no llegas a formar una familia, no te realizas. Una concepción que implica que si yo me separo, inmediatamente voy a tratar de reconstruir una familia. Todos los mitos influyen directamente en nuestra percepción de la vida, la familia, la sociedad, lo correcto.

P.- ¿E influye a la hora de gestionar las nuevas situaciones el estilo de vida de hoy en día? El estrés, la ansiedad…
R.- No ayuda nada, porque al final ese estrés genera aún más ansiedad. Durante las sesiones tratamos de inculcar a los participantes que contemplen el taller como un lugar para “pararse”. Para plantearte o asentar cosas. Hubo un padre que en un momento de uno de los talleres pensó en voz alta y dijo “nunca más seré una familia tradicional”. Cada uno pasa un duelo y se genera un conflicto interior. El hecho de ponerle palabras, de hablarlo, relaja.

P.- ¿Constan datos acerca de cuántas familias reconstituidas hay?
R.- Los datos estadísticos tan solo recogen una foto fija del censo de la población en un instante concreto. Si un chaval tiene dos hogares, pero en el momento de esa foto se encuentra en casa de la madre, figurará como familia monomarental, lo cual no refleja la realidad. Lo que sí es deducible es que si cada vez aumentan más los divorcios, en algún sentido también repuntarán las familias reconstituidas. Esto me lleva a hablar de otro mito erróneo asentado en sociedad, extraído de opiniones de hijos con padres separados o divorciados: se cree que el divorcio es malo. Ellos, y la sociedad en general, lo aprecian como algo negativo, pero lo realmente negativo son las peleas, la mala gestión de ese divorcio.

P.- Y en realidad el divorcio es el punto de partida hacia una nueva vida…
R.- Así es como ha de verse. De hecho, los hijos son conscientes y afirman que ellos mismos están mejor si sus padres son más felices, más allá del desdoblamiento familiar. Esto es importante, porque si pensamos que el divorcio en sí mismo es malo, el padre o la madre siente frustración y culpa por sus hijos, y terminan activando mecanismos inconscientes para aliviar esa sensación. Por ejemplo, dejar de poner límites al hijo o hija bajo el “pobrecito, ya lo está pasando bastante mal”. Esto genera el clásico mito del niño mimado o el niño con problemas de conducta. Todo parte de un origen.

P.- Y los talleres de familias con adolescentes, ¿Cómo son?
R.- Son muy distintos. Las mediaciones con adolescentes son duras, pero muy bonitas. Al final el objetivo es que tanto familias como profesionales vean que la adolescencia no solo transforma al niño, sino a la familia. Es algo relacional, porque todos son partícipes del cambio y debe percibirse como positivo. Esa relación mejorará según el tipo de comunicación entre progenitores y adolescentes.

P.- ¿Y cómo puede un padre o una madre comunicarse de manera eficaz con su hijo adolescente?
R.- Los progenitores deben comprender que el niño está, pero psicológicamente es otra persona. Los cambios físicos son tangibles, pero no lo son a nivel interior. El adolescente necesita otro tipo de comunicación. Fíjate: Antes se creía que la adolescencia venía de la palabra “adolecer”, que significa “carente de algo”, pero después se supo que provenía de” adolescere”, que se refiere a “oportunidad, cambio, madurez”. Tenemos tan metida la negatividad en los procesos de adolescencia que no creemos que puedan ser instantes decisivos y positivos. Y lo son.

P.- ¿Y qué indicadores les dan a los padres y madres?
R.- Les decimos que no se lo deben tomar como algo personal, sino que el hijo en el proceso de adolescencia tiene cierto déficit de atención y la comunicación suele tender a deteriorarse. Tratamos de aconsejarles acerca de que su rol ahora debe de ser más de “estar ahí”, como un apoyo, pero no como un “control”. Esto ayuda a mejorar las relaciones. Se les indica también que el clásico “sermón” no sirve y no lleva a buen puerto. Desde una contextualización evolutiva, a los padres se es explica qué es más eficaz y se les intenta desbancar la idea del “se mete en su cuarto porque no me hace caso o ya no me quiere”.

Los padres aprenden métodos para gestionar “mejor” el contacto con sus hijos adolescentes

P.- Parece que ambos talleres están muy relacionados
R.- Bueno, nosotros los diferenciamos mucho. Pero podría haber correlación, aunque para eso entra otra variable de estudio: hijos adolescentes en familias reconstituidas. Es un universo mucho más complejo y conflictivo.

P.- ¿Y cuál es la fórmula para una mejor gestión de las distintas situaciones de conflicto?
R.- Lo más importante es cambiar los tips mentales. Normalizar y desdramatizar tanto la adolescencia como el concepto de divorcio y de reconstitución familiar. Romper los mitos sociales y propios y entender que ambos son puntos de inflexión, climas de cambio y hasta de enriquecimiento.