Opinión

Acoso y derribo

Faltan ya pocos días para el inicio de la campaña oficial para las elecciones generales del próximo 28 de abril. Digo oficial porque, desde que Pedro Sánchez anunció la fecha, todos los líderes políticos han comenzado a recorrer la geografía española y a celebrar mítines, encuentros y eventos de todo tipo. De todos modos, lo que más llama la atención en estos días previos a este domingo electoral es la manera de afrontarlos de cada uno de los candidatos, especialmente de los más radicalizados. No deja de ser, utilizando la metáfora de esta competición ecuestre ya obsoleta, una campaña de acoso y derribo, marcada por actitudes de intransigencia, de acritud y de evidente animadversión.

Lo primero que sorprende a la ciudadanía es la retórica mitinera que evoca otros tiempos ya lejanos y que creíamos definitivamente olvidados. También llaman la atención las consignas partidistas, las sentencias amenazantes y el clima de confrontación que se respira en cada uno de los candidatos o candidatas a presidir el próximo gobierno de la nación. Es verdad que, como dicen algunos, la patata caliente del independentismo y el incremento de la inmigración han caldeado un ambiente que ya estaba subido de temperatura desde la moción de censura de junio del año pasado. Además, las elecciones andaluzas del pasado mes de diciembre han dibujado un panorama incierto, especialmente con la irrupción del partido ultraderechista Vox en el parlamento andaluz. Todo ello, y otros asuntos de importancia como el futuro de las pensiones, la despoblación rural, el paro juvenil o la brecha salarial, contribuye sin lugar a dudas a que esta precampaña –campaña en la práctica – alcance unos niveles de crispación que no se conocían desde los albores de la democracia.

A partir del 12 de abril, se van a multiplicar los debates, tertulias y, por supuesto, los mítines más o menos multitudinarios. Habrá que ver si el tono de estos actos rebasa la temperatura habitual o sobrepasa el clima de serenidad, argumentación razonada y sentido común esperado. De momento –y espero no equivocarme– da la impresión de que en este rodeo o espacio hípico, metafóricamente hablando, se están dejando de lado los principales problemas del país y se está dirigiendo la mirada hacia un adversario más o menos real a quien se intenta derribar o descalificar a veces sin argumentos y lindando con la ofensa o el engaño intencionado. Es de esperar que en los próximos días las aguas vuelvan a su cauce y se deje de lado el motivo competitivo para cualquier tipo de deporte. Porque lo que está claro –y así lo va a valorar el o la votante– es que el día 28 de abril, a la hora de depositar el voto en la urna, no van a mirar al pasado con el espejo cóncavo retrovisor, sino que pondrán en la balanza cuestiones que afectan a su vida cotidiana, al margen de las proclamas de los líderes políticos y de los fichajes estrella de las listas electorales.