«Mirai, mi hermana pequeña»: La virtud de la pureza infantil

Pocos estilos visuales y cinematográficos son comparables a la animación japonesa. Un estilo, una forma de entender el entretenimiento y en general de entender la vida diferente al resto de propuestas que podemos recibir en nuestras salas de cine de forma habitual. El virtuosismo, la música, el mensaje y en general el conjunto global de los grandes artistas de la animación del país del sol naciente desbordan imaginación y capacidad emotiva. En general sensaciones que traspasan más allá de la cuarta pared y alcanzan al espectador hasta robarle el corazón.

Tras la alargada sombra de los grandes animadores de Estudio Ghibli –Miyazaki y Takahata– han emergido en los últimos años varios animadores que se han considerado los herederos del gran Hayao Miyazaki. Uno de ellos y el más cercano es Makoto Shinkai, autor de dos grandes joyas. Una, un mediometraje primoroso que únicamente su específico formato lastró su carrera comercial: ‘El jardín de las palabras’; y la otra y más reciente, la película con la que logró el récord de recaudación de una película de anime fuera de la fronteras de Japón (superando a la monumental ‘El viaje de Chihiro’), ‘Your Name’.

Shinkai aparte, el otro referente de la animación japonesa que por elementos de su cine y por la utilización de la visión infantil también sirve como heredero de Miyazaki es Mamoru Hosoda, director de animación que presenta ahora en España la notabilísima ‘Mirai, mi hermana pequeña’ (nominada al Oscar en la categoría de mejor película de animación así como de los Globo de Oro o los Annie), una muy recomendable propuesta animada que sin embargo no representa una sorpresa a juzgar por la calidad de sus trabajos anteriores – ‘El niño y la bestia’ (2015), ‘Los niños lobo’ (2012) o ‘La chica que saltaba a través del tiempo’(2006) –.

Mirai, mi hermana pequeña’, está repleta de pureza y ternura, no está exenta de fantasía y logra trasladar al espectador a la mente de un niño, celoso de su propio universo y de la presencia de una nueva integrante en la familia. En el film y como digo conoceremos a Kun, un niño mimado y consentido de cuatro años al que sus padres dejan de prestar atención con la llegada de un nuevo integrante a la familia: Mirai. Ese cosmos de atención y cuidados pasará a dejar de ser exclusivo para tener que ser cedido y compartido con ese ‘desconocido’ bebé. A partir de aquí Hosoda utiliza ese gran acontecimiento para mostrarnos ese cambio moral y psicológico en la cabeza del niño comenzando a experimentar los primeros sentimientos de celos y envidias típicos de la edad. Hosoda aprovecha la pureza de sus líneas y el cuidado del mensaje para encandilarnos con una historia de fantasía a través de la cual el joven protagonista tendrá unas ensoñaciones en las que conocerá a sus padres de niños y su hermana de adulta.

La película, además de por la inteligencia de sus diálogos, resulta especialmente enfocada no solo para los más pequeños sino incluso para todos aquellos que sean padres, viéndose reflejados en más de un momento a través de las situaciones cotidianas que allí se muestran. A destacar el intercambio de roles entre los personajes de los padres –ella trabajará fuera y él lo hará desde casa ocupándose así de las tareas del hogar y de cuidado de los niños– y todo lo artístico que provoca la profesión del padre –arquitecto– a la hora de la creación de espacios y universos.

Una película que recurre a nuestros recuerdos de niño pero también de padre y que probablemente gustará más a aquellos espectadores que hayan ‘sufrido’ la experiencia y la transformación en sus hijos. Una historia conmovedora y entrañable que dejará su ‘beso’ en nuestro corazón paternal/maternal.

TEXTO: Alfonso Asín.

LO MEJOR: La sensibilidad del mensaje y la capacidad de emocionar.

LO PEOR: Las ensoñaciones pueden hacer algo incomprensible la trama de estar algo despistado.

VALORACIÓN:

Banda sonora: 7

Animación: 8

Personajes: 8

Dirección: 7,5

Guión: 7,5

Satisfacción: 8,5

NOTA FINAL: 7,75