De este lugar, no nos moverán

Lejos de pasar al olvido, algunos locales de la capital aragonesa que hace tiempo que cerraron sus puertas continúan aún en boca de muchos zaragozanos como lugares de encuentro. Son restaurantes, bares o cines que están ligados a generaciones de personas que no están dispuestas a dejar que su recuerdo desaparezca de su día a día.

Zaragoza.- En toda ciudad hay rincones que permanecen más allá en el tiempo que su propia existencia. Zaragoza no es una excepción. Algunos son comercios, otros bares o, incluso, viejas salas de cine. En cualquier caso, a pesar de haber cerrado sus puertas a cal y canto, de haberse llevado los fogones a otra parte o de haber cambiado de estilismo y hasta de personalidad hace ya tiempo, la gente parece negarse a aceptar su desaparición.

"Nos vemos a las diez en el McDonalds de Plaza España", dice un joven a través del móvil. Seguramente, su cita se dará sin mayor dificultad. No obstante, en Plaza España ya no hay ningún McDonalds. Este restaurante de comida rápida cerró sus puertas en febrero de 2009. Tres años después, es un local vacío y de cristales tintados en blanco, al que habitualmente le rodea gente que, primero espera y luego, por lo general, se encuentra con alguien.

Poco quedan de sus días como centro neurálgico de la ciudad de la mayor compañía de hamburguesas del planeta. Pero los zaragozanos parecen no haber olvidado el pasado de este local actualmente en desuso, aun a pesar de que en 2012 esta franquicia abrió un nuevo establecimiento a pocos metros del antiguo, en la calle Coso.

Uno de los nostálgicos es Jonathan, que durante su época de universitario vivió el la ciudad. Es el primer día que, tras volver, pasa por delante de la puerta y la ve cerrada. "Estaba mirándolo y he pensado: ¡Anda, lo han cerrado!". Le sorprende. Fue su lugar de "quedada" con sus amigos. "La plaza de España era demasiado grande, el McDonalds era más específico", señala.

Por su parte, Alberto, a sus 25 años, pertenece a esa generación que empezó a quedar a las puertas de este local y, también, a la que le tocó acostumbrarse a verlo desaparecer: "Da igual que cambie de negocio, para mí seguirá siendo la esquina del McDonalds, igual que los cañones serán cañones, aunque un día llegue y no estén".

Alberto hace una pausa corta y matiza: "Bueno, puede que un día cuando sea mayor y tenga hijos se rían de mí por llamarlo así. Yo lo hago a veces con mi madre cuando, por ejemplo, me dice que quedaba en el lado de la fuente de la Plaza Aragón. Y siempre le digo: ¿Pero qué fuente, mamá?".

Justo a su lado, codo con codo, está la susodicha, Asunción, a quien se le atribuye la perspicacia de quien fue cocinero antes que fraile. "Sé que un día sus hijos, mis nietos, también le tomarán el pelo. Pero para Alberto y los de su edad este lugar será el McDonalds, posiblemente siempre y, un día, él tendrá mi edad y sus hijos no sabrán ni de qué les habla".

Antiguos cines Goya
Antiguos cines Goya

A esta voz de nostalgia, se suma también Lucas, un primerizo en la mayoría de edad. "Es lo típico. Nos damos un toque entre los colegas y nos decimos: quedamos donde el McDonalds de Independencia y todos llegan".

La calle de El Calamar Bravo

Este efecto no es aislado. Unos metros más allá, en San Clemente, está Antonio. "¿Conoce la calle de Juan Moneva?". Este treintañero se queda dubitativo. "No, lo lamento. Soy de aquí de toda la vida, pero no me suena. ¿No está por el centro, verdad?". Sí, la conoce. Y sí, está por el centro. Es la pequeña calle paralela al Paseo de la Independencia en la que se ubicó desde 1967 uno de los imprescindibles de la gastronomía zaragozana: El Calamar Bravo.

Aunque tiene la calle justo en frente, Antonio no se ha percatado. "¡Claro, por supuesto que me suena!, ¡El Calamar Bravo, sí! Esa calle la conoce todo el mundo por el bar, nadie por el nombre, pocas veces me habían dicho que era ese", dice sorprendido.

Es la calle de El Calamar Bravo pero sin él, porque Joaquín Navarro Pellicer, que regenta el local junto a su hijo, cerró sus puertas de este establecimiento de la calle Moneva en 2007 para volverlas a abrir en otra calle.

Pero para Asunción, como les pasa a muchos otros en la ciudad, aunque los calamares se hayan ido a otra parte, Moneva huele a pan, mayonesa y, por supuesto, rebozado. Asegura que cada vez que pasa por este lugar con su marido "siempre decimos: la calle de los calamares". Lo mismo le ocurre a Jonathan, que justifica este fenómeno argumentando que era un establecimiento que "llevaba años, era conocido y cuando ibas se comía bien, aunque tuvieras que esperar largas colas". Para él, "los recuerdos pasan en lugares, en sitios donde se reúne la gente, por ejemplo, donde se come. Y aquí se comía".

Los cines Goya

También en la misma zona y haciendo esquina, tras cristales opacos y enormes ventanales, estaban los cines Goya. Sin embargo, de ellos no queda ya ni el letrero, lo que no ha hecho que pasen a un segundo plano de la vida social de Zaragoza.

El Corte Inglés, por ejemplo, ha realizado los procesos de selección, para el nuevo almacén que tiene previsto abrir en Puerto Venecia, justo donde se ubicaban los cines o lo que es lo mismo, en las oficinas que tiene en la calle San Miguel.

El bar de tapas 100 Montaditos ocupa parte de los antiguos cines Mola
El bar de tapas 100 Montaditos ocupa parte de los antiguos cines Mola

No obstante, "la gente preguntaba mucho esos días por los cines, más que por la oficina, tanto los más jóvenes como el resto", ha explicado María Ángeles, que vive justo enfrente. De este modo, las filas que antes se congregaban a las puertas para conseguir una buena butaca, ahora se han convertido en largas colas para hacerse con un empleo "decente".

María Ángeles añade, además, que ella continúa diciendo que su casa "está junto a los cines Goya. Es lo más sencillo de explicar".

Los cines Mola

Florencia y Palmira son dos octogenarias que quedan a menudo para tomar el café "en los cines Mola". Aseguran que cuando eran jóvenes les gustaba acudir a esta sala.

No obstante, los cines ya no están. Hace seis años que los Mola bajaron la persiana de sus taquillas. Y no ha sido hasta 2012 cuando este espacio, situado en el Paseo de Sagasta, ha vuelto a reabrir sus puertas convertido en bar de tapas.

Con todo, para los zaragozanos sigue presente su antigua función ligada al séptimo arte. Florencia toma la palabra, y argumenta que al poco de inaugurarlo "entramos un día para ver cómo era. Nos hizo ilusión recordar la zona de las taquillas y el vestíbulo también, pero para nosotras esto es, de siempre, el cine Mola. Además, con el mismo nombre que tenía esta calle".

Lo anterior abre, además, una brecha generacional que enfrenta a mayores contra jóvenes: los Cines Mola en la antigua calle General Mola frente a El 100 Montaditos, situado en la calle Sagasta. En realidad, se trata del mismo lugar por extraño que parezca.

Este fenómeno social se trata de la cara y la cruz de una ciudad que crece y evoluciona; que cierra y abre establecimientos; que cambia y que no. Para Alberto, todo esto tiene una explicación sencilla: "La gente no se fija en el nombre de la calle, sino en los negocios y en lo que vive en ellos". A su juicio, forma parte de la idiosincrasia de los zaragozanos.