SÁBADO SANTO

La Congregación de las Esclavas recubre de luto las calles de Zaragoza

Como es tradición, las integrantes de la Congregación de las Esclavas, bajo sus sedosos velos negros, en silencio y tan solo acompañadas de sus campanas, marcan el compás del tiempo del Sábado Santo. A las 11.00 horas salía desde la Iglesia de San Pablo una de las procesiones, según algunos vecinos, más “peculiares” de la Semana Santa aragonesa. Sus integrantes, unas 160 mujeres, simbolizan el imperante dolor de la soledad de la Virgen tras la muerte de su hijo Jesús.

Cientos de personas, además de representantes del otras cofradías, han querido acompañar el silencioso paso de todas ellas, precediendo a la imagen de una Dolorosa en duelo que, sobre su peana, aparecía envuelta también en un manto tejido en negro. Todas son mujeres a las que les une no solo un profundo sentimiento devoto por la Virgen, sino una tradición que traspasa generaciones. Muchas de ellas, contaban, se unieron a la congregación “en honor” a sus madres o abuelas, quienes también decidieron un día acompañar a la Virgen en sus más desoladores instantes.

La congregación tiende así a “renovarse” conforme rigen los “nuevos tiempos”, cuenta la Hermana Mayor de las Esclavas, Carmen Etayo. Nuevos tiempos que no dejan de ensamblarse con sumo respeto a un día en el que se respira auténtica tradición. Así, Etayo describe la jornada como una de las más “importantes” por ser la suya la “procesión titular”. Una procesión respaldada por una historia que cuenta ya con más de 200 años.

Y, precisamente, revistiéndose de esa tradición, Etayo desgrana el característico atavío de la congregación. “Nosotras en vez de capirotes o terceroles llevamos un velo en símbolo de luto”. Así lo hacían ya las esclavas más originarias que datan del siglo XIX, con hábitos y cíngulos “dolorosos” en representación de la muerte de Cristo.

Después de transitar por el centro de la ciudad, y tras el acto litúrgico de la Soledad de la Santísima Virgen de los Dolores ante el Santo Sepulcro, la comitiva, compuesta por decenas de cofrades y fieles, ha iniciado su retorno al templo de San Pablo, donde la Virgen descansará hasta el próximo año.