El Corredor de Henares

Todo lo que ocurre entre personas conlleva una transacción entre los diferentes estados de yo, con lo cual cuando una persona envía un mensaje a otra, espera una respuesta, en el caso que nos ocupa en forma de transacción complementaria, es decir, aquella que es apropiada y cabe esperar. Hubo respuesta adecuada a los yihadistas en la masacre del 11M. Como buenos profetas, conocían de antemano el devenir del pueblo español. Ni siquiera los más prestigiosos psiquiatras y psicólogos lo hubieran hecho mejor y en tan poco tiempo.

Con los asesinos, hubo convergencia y dependencia emocional. El pueblo hizo lo que querían los terroristas, posibilitar a todo trance  la caída delgobierno.Una sociedad cobarde con predominio de lo emocional sobre lo racional, carente de maduración cerebral y neuronal. Los del crimen han demostrado, bien a las claras, cuán fácil es  la manipulación de millones de personas, máxime sin acudir a técnicas psicológicas,  al análisis transaccional, a experimentos Gestalt o a otras terapias conductuales.

Lo que evidencia la fragilidad e inseguridad de la sociedad moderna, por bien estructurada que parezca.Y aunque en la estructura de nuestro yo hay múltiples influencias educacionales, tenemos el privilegio de poder ser nosotros mismos, no como en el corredor de Henares, donde el pueblo renunció a pensar, ante el terror.De ahí que se llevase sobre los hombros la carga de la indignidad.Uno es indigno cuando no se atreve a ser él mismo y se comporta como quieren los demás. Nunca es lícito perpetuar semejante rol. Algo que no hicieron algunos de los personajes más interesantes de la mitología, como Atlas y Prometeo, sin claudicar ante la tiranía de Zeus, padre de los dioses.

Y los políticos,lejos de transmitir serenidad, removieron cuanto pudieron el lodazal. Y algunos lo siguen haciendo ahora, tras quince años de las masacres, echándose los muertos encima, alimentando una vez más comportamientos destructivos.Y es que ahí volvieron de nuevo las dos Españas, la de los buenos y la de los malos, cuando lo normal hubiera sido un nuevo aprendizaje en un país cargado de pronunciamientos, anatemas, golpes de estado, guerras civiles, donde  los unos demonizan a los otros. Es bueno que existan las dos Españas, pero no destruyéndose como en el pasado. El mediar para remediar, todavía no está a nuestro alcance.

La mediación posibilita soluciones frente a proyectos socioculturales antagónicos, frente a la actual polarización política e ideológica. Ojalá que la reconciliación y coimplicación de opuestos  no sea un mito en vano, sino que de una vez por todas queden atrás las visiones y culpas de las generaciones anteriores. No hace falta renunciar a nuestra identidad. No es incompatible nuestra concepción de lo real con la concepción de los demás. Pero de momento no existe el encomiable valor moral  de quienes llevaron a cabo la transición, donde tal vez no hubo  ni siquiera incidencias marginales.