Opinión

Perder el miedo a hablar

Sí, el título no hace referencia a hablar en público, sino simplemente a hablar. Lo hemos comprobado en estas últimas fiestas navideñas; hay personas a las que se les ignora porque no participan en la conversación familiar, o que cuando hablan se las desprecia porque para los demás tiene poco valor lo que hablan.

Sí, el título no hace referencia a hablar en público, sino simplemente a hablar. Lo hemos comprobado en estas últimas fiestas navideñas; hay personas a las que se les ignora porque no participan en la conversación familiar, o que cuando hablan se las desprecia porque para los demás tiene poco valor lo que hablan.

Para aprender cómo actuar recomiendo una charla TED del profesor de la Universidad de Columbia Adam Galinsky. Este psicólogo ha llevado a cabo investigaciones sobre este punto y sus conclusiones las expone en la charla que se puede encontrar en internet; eso sí, en inglés.

Nos dice Galinsky que la capacidad para no tener miedo a hablar con los demás, o en público, es una cuestión de lo que él denomina nuestro “rango de poder”. El poder es definido por otro psicólogo americano, Datcher Keltner, como la capacidad de influencia sobre los demás, la autoridad que sobre ellos tenemos.  Evidentemente, nuestro “rango de poder” aumenta cuando estamos con conocidos, familia o amigos. No obstante, incluso en estas circunstancias hay personas o que no quieren hablar o que tienen miedo de no caer bien.

El rango de poder él lo sitúa en una variable en la que los extremos denotarían falta de poder, bien por no atrevernos a hablar, bien porque cuando lo hacemos los demás no nos hacen caso. En el centro de esa variable estaría nuestro “poder”. Cuanto más ancha sea la zona central, más poder tendremos y más capacidad para ofrecer nuestras opiniones a los demás.

Una forma para conseguirlo es adoptar una visión comprometida con las necesidades de los demás, lo que él llama “perspective-taking”. Esto es ponerse en el lugar del otro, ver las cosas desde su punto de vista, pues dice que esto aumenta nuestra capacidad de influenciar. En este sentido, Galinsky cuenta la anécdota de un ladrón que fue a un banco en Watsonville y le dijo al director de la oficina que o le daba todo el dinero o hacía volar el banco por los aires. El director, con una gran empatía, le preguntó que para qué necesitaba el dinero, a lo que respondió que necesitaba 20.000 $ para salvar de la cárcel a un amigo. Entonces, le respondió: “Lo que usted necesita no es robar un banco, sino un crédito. Pase a mi oficina y rellenamos los papeles”. Con ello, quiere mostrar que las personas que atienden las necesidades de otros aumentan su poder y su capacidad de hablar de un modo asertivo.

Otra forma es dando alternativas al interlocutor. Las investigaciones de Galinsky indican que cuando a la gente se le ofrecen alternativas relaja sus defensas y están más dispuestos a aceptar nuestras propuestas, sugerencias u órdenes. Cuenta la anécdota de que en casa no pueden conseguir que su hija se vista del modo que ellos quieren. La solución se la dio su hermana que le propuso ofrecerle que eligiera entre dos vestidos. Esta práctica es también útil en las empresas y en las organizaciones, no sólo en la familia.

Otra forma más es pedir a los demás consejo para conseguir nuestros objetivos. Esto refleja humildad y da confianza. Cuando esto hacemos, conseguimos que los demás reconozcan nuestros éxitos, nuestra valía, y además, conseguimos que los demás se sientan orgullosos de poder ayudarnos.

Galinsky señala otras más pero, poniendo en práctica éstas, venceremos seguro nuestro miedo a hablar, a expresar nuestras opiniones ante los demás. ¡Una gran idea para comenzar el nuevo año!