Opinión

Movilizar África

África se nos echa encima. Varios millones de africanos, sobre todo jóvenes y niños, aguardan una oportunidad para saltar el charco y plantarse en las costas europeas, comenzando por las españolas. Mientras tanto, los políticos caracolean con planteamientos, a veces peregrinos, inspirados en perspectivas de corto alcance, buscando el beneficio que la situación les pueda reportar.

África se nos echa encima. Varios millones de africanos, sobre todo jóvenes y niños, aguardan una oportunidad para saltar el charco y plantarse en las costas europeas, comenzando por las españolas. Mientras tanto, los políticos caracolean con planteamientos, a veces peregrinos, inspirados en perspectivas de corto alcance, buscando el beneficio que la situación les pueda reportar.

Porque muchos de los trabajos que no desean los europeos, como los vinculados al servicio doméstico, la atención a los ancianos y desvalidos, las labores de limpieza urbana y otras de humilde condición, ya las están desempeñando los emigrantes, legales o ilegales.

Movilizar África, en mi concepto, significa hacerlo hacia dentro, porque hacia fuera ya lo están haciendo los propios africanos. Basta repasar las oleadas diarias de emigrantes en pateras que en cualquier época del año, no solo en verano y con bonanza marítima, intentan alcanzar nuestras costas para sobrevivir con alguna dignidad.

Ha habido fiascos descomunales en la reciente historia de Occidente intentando ayudar a África, como el cacareado y maravilloso concierto, desde el punto de vista musical, Live Aid, en 1985, para aliviar a una Somalia hambrienta, que recaudó más de 250 millones de dólares, a partir de los dos macroconciertos celebrados en Inglaterra y en los Estados Unidos de América, pero cuyos beneficios fueron a parar en un 95% a las arcas de los jefezuelos políticos, que los destinaron a comprar armas y que aceleraron el genocidio que ha llevado al país a peor situación de la que se encontraba.

Estas iniciativas puntuales y plausibles en su origen (recientemente la película ‘Bohemian Rhapsody’ las ha recordado), no han resuelto nada, ni algo semejante conseguirá resolver el problema de fondo. Hay que movilizar África hacia dentro, porque hacia fuera bastante la movilizan ellos, insisto, los africanos que huyen, para desgracia suya y nuestra.

El Mediterráneo es una fosa común, cada día más poblada, mientras la burguesía complacida sigue paseando sobre ella, en su mayoría indiferente, en suntuosos barcos, haciendo cruceros sin otro sentido que el placer efímero y el despilfarro hiriente en un mundo cada vez más desigual.

Habrá que plantear iniciativas nuevas, abrir la imaginación, proponer ideas que pueden parecer fantasiosas, incluso utópicas. Por poner un ejemplo: ¿por qué no se organizan en el África profunda campeonatos mundiales de fútbol (no en la ‘europea’ Sudáfrica, claro), exposiciones universales, olimpiadas, y otros acontecimientos que exigen una gran inversión a medio plazo y que podrían movilizar mano de obra, creando infraestructuras para propiciar un proceso de modernización que acogiera mano de obra propia?

Movilizar África de ese modo, con inversiones sucesivas de largo alcance, bajo estricto control internacional, permitirá utilizar sus productos y sus materias primas, superando la ominosa etapa del colonialismo feroz e inhumano cuyo único objetivo era enriquecer a la metrópolis durante los siglos XIX y XX, incluso antes, incluso ahora.

Tal vez interese al capitalismo internacional, y a los lacayos de los gobiernos que los mandamases del mundo sostienen en buena medida, que la situación se mantenga. A lo sumo con declaraciones retóricas y con parches eventuales que pronto demuestran su ineficacia.

La situación es compleja, de acuerdo, el problema arduo, lo admito, las soluciones difíciles, lo sé, pero el futuro es muy negro, permítaseme la expresión, negro para todos, en el sentido más negativo de la palabra.