Opinión

Hacia un otoño caliente

A medida que desciende la temperatura ambiental va aumentando paulatinamente la temperatura social y política. Y es que el inicio del nuevo curso político, después del paréntesis veraniego, conlleva nuevos proyectos, situaciones inéditas y, sobre todo, mucha incertidumbre. A nadie se le oculta que la situación política es delicada tanto a nivel estatal como autonómico. Da la impresión de que todo está dominado por un clima de provisionalidad que en nada favorece la paz social y la estabilidad económica.

A medida que desciende la temperatura ambiental va aumentando paulatinamente la temperatura social y política. Y es que el inicio del nuevo curso político, después del paréntesis veraniego, conlleva nuevos proyectos, situaciones inéditas y, sobre todo, mucha incertidumbre. A nadie se le oculta que la situación política es delicada tanto a nivel estatal como autonómico. Da la impresión de que todo está dominado por un clima de provisionalidad que en nada favorece la paz social y la estabilidad económica.

En el caso de España, el gobierno de Pedro Sánchez, que acaba de cumplir sus primeros cien días, intenta salir a flote de una situación condicionada por los distintos apoyos que, como es lógico, buscan su propia contrapartida económica y social. Esto supone un desgaste y unos vaivenes ideológicos que desorientan a la ciudadanía y en nada favorecen la situación en un futuro inmediato: los presupuestos están aún en el aire, el problema de Cataluña se sigue enquistando y continúa amenazante como una espada de Dámocles y se advierte una nueva desaceleración económica cuando se cumplen diez años del inicio de la última gran crisis a nivel mundial. Por no hablar del polémico futuro del Valle de los Caídos y de la exhumación de los restos del dictador Francisco Franco.

En la Comunidad aragonesa parece que las aguas están bastante revueltas en esta vuelta a la rutina de septiembre y, al parecer, van a seguir así hasta las cada vez más cercanas elecciones autonómicas y municipales de 2019. El gobierno de Lambán intenta cerrar acuerdos con los partidos más afines, aunque no faltan contradicciones, vaivenes y cambios ilógicos de postura, como ha ocurrido recientemente con el impuesto de sucesiones. Hay que solucionar, además, problemas que quedaron en el baúl del olvido antes del verano y que han vuelto a salir a la superficie como un molesto iceberg: el mal estado de muchas carreteras autonómicas con el consiguiente incremento de los accidentes de tráfico con víctimas mortales, el impulso del eje ferroviario cantábrico-mediterráneo, el cada vez más preocupante problema de la despoblación rural, la falta de médicos especialistas en determinados centros hospitalarios, las carencias y parches improvisados en el ámbito educativo,… Todo ello sin detenernos demasiado en los problemas de los grandes ayuntamientos, como el de Zaragoza, donde un día sí y otro también la polémica está servida, pues algunas coaliciones se resquebrajan, como acaba de ocurrir en Huesca, y otras van a intentar aguantar contra viento y marea hasta que se agoten los últimos meses de legislatura.

Es un buen síntoma, sin embargo, que tanto en la política nacional como en la autonómica y municipal vayan apareciendo caras nuevas, candidatos y candidatas jóvenes y con nuevas inquietudes que, a pesar de este otoño caliente que se avecina, intenten dejar en el olvido los viejos fantasmas de la corrupción, las ideas trasnochadas y los planteamientos propios de etapas pre-democráticas.