Opinión

Eso no es violencia machista

Lo que ha ocurrido en Zaragoza no es violencia machista, aunque algunos, sobre todo ciertos partidos políticos, se empeñen en considerarlo como tal. Estamos ante un suicidio ampliado u homicidio por compasión. Así es como se llama técnicamente el drama que ha pasado este jueves en el zaragozano barrio de Casablanca.

Lo que ha ocurrido en Zaragoza no es violencia machista, aunque algunos, sobre todo ciertos partidos políticos, se empeñen en considerarlo como tal. Estamos ante un suicidio ampliado u homicidio por compasión. Así es como se llama técnicamente el drama que ha pasado este jueves en el zaragozano barrio de Casablanca.

Los psiquiatras lo sabemos muy bien y, desgraciadamente, tenemos sobrada experiencia en este tipo de sucesos. Una persona (hombre o mujer) en un estado depresivo grave, con ideas sobredimensionadas de ruina, decide acabar con todo y, curiosa y enfermizamente, tratar de proteger a sus seres queridos de los males y desgracias, que da por seguro, se van a producir.

Este tipo de conductas nada tienen que ver con el abuso de la fuerza bruta de uno, el varón, sobre la otra, la mujer. El homicidio por compasión, aunque es difícil y complejo de entender, es una forma de amor aberrante, desmedido, dañino, pero de amor, al fin y al cabo. Es una manera patológica de compadecerse por el otro.

Meter en el mismo saco un suicidio ampliado y la violencia ejercida sobre el más indefenso por el simple hecho de demostrar el poder, conseguir causar miedo, aterrorizar e imponer su control sería un error imperdonable y una forma de confundir a la sociedad.

Estoy seguro de que los lectores habrán pensado, como nos dicen con frecuencia, que por qué no se invierte el orden y el primero en morir es el causante de las otras muertes. La respuesta desde el mundo de la locura y de la enajenación, que es desde el que hay que situarse para comprender el fenómeno, es relativamente sencilla. Porque el homicida tiene que cumplir su objetivo “humanitario”, y para eso tiene que ser el último en morir.

Pone los pelos de punta leer los comentarios y pronunciamientos de personas ajenas a los problemas mentales que hablan de que la muerte de “cualquier mujer” es violencia machista. Eso que es a todas luces una falacia argumentativa evidente, también es una forma de estigmatizar enfermedades como el Alzheimer, la depresión o algunas psicosis. Lo que hay en estos casos es desesperación, angustia, delirios, agotamiento o impotencia. Lo que no hay es dominio sobre el otro, prepotencia, soberbia o cinismo.

No se me entienda mal, no pretendo justificar la muerte violenta nunca, y mucho menos de seres indefensos, solo aspiro a explicar el mecanismo por el que se produce un tipo de homicidio-suicidio que, por mucho que nos duela y nos hiera, es el fruto de una mente enferma, una mente dañada por tanto dolor que solo ve una salida: la muerte suya y de sus seres más queridos.