El calor y sus olas: una meteorología de vaivenes

Los recientes vaivenes meteorológicos inquietan a Agencias medioambientales del mundo. En Europa, preocupa la situación geográfica de España: desde los 90, se han vivido más de 30 olas de calor extremas. Cifra que irá en aumento de aquí a 2050. En Aragón, se ha editado una Guía para prevenir el trastorno del "estrés térmico" este verano.

Zaragoza.- Las predicciones climáticas de las agencias internacionales para los próximos años están lejos de resultar alentadoras. La tendencia al calentamiento global se estima ya “imparable” y tanto la NASA, como la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica determinan que la subida térmica media de la superficie terrestre acoge cifras sin precedentes: En poco más de 100 años, el clima mundial ha presentado un repunte de casi 1,5 grados Farenheit. 

Las consecuencias de este vaivén meteorológico inquietan, pero más allá de los eventos oceánicos “Niño y Niña”, los deshielos, las especies en peligro, o los atropellados reajustes en las agendas políticas, la propia humanidad está expuesta a riesgos inminentes. En territorio urbano, se manifiesta el fenómeno “isla de calor”. Esto es, la acumulación de temperaturas superiores a las ordinarias en entornos acotados, debido a la concentración de hormigón u otros materiales absorbentes. En Zaragoza, la edificación masiva hace que la temperatura aumente en más de tres grados, en comparación con las áreas metropolitanas. 

Este contexto ambiental, dentro del nodo urbano, no influye a toda la población de manera homogénea, sino que presentan mayor potencialidad de afección las personas mayores de 65 años, lactantes o menores de cuatro años, y embarazadas. Asimismo, puede afectar especialmente a personas que trabajan en exteriores: sectores como la agricultura, la construcción, la hostelería, o el mantenimiento urbano diario. 

No obstante, según indica el especialista en Medicina Interna del Servicio de Urgencias del Hospital Clínico de Zaragoza, Daniel Sáenz, el perímetro de riesgo cerca más especialmente “a aquellas personas que ya padecen alguna vulnerabilidad endógena”, como enfermedades cadio-vasculares, pulmonares, crónicas (diabetes, obesidad) o neurológicas (párkinson o demencias), pudiéndose dar entonces “una comorbilidad”: la interacción entre dos enfermedades, “ampliando la probabilidad de que empeore la evolución de ambas”.

Golpes de calor, diagnosis y cifras

La exposición a altas temperaturas puede desencadenar una progresiva “cascada de sintomatologías características del estrés térmico que oscilan entre nivel leve a muy grave”, analiza Sáez. “Cuando todos nuestros mecanismos de termorregulación ya no funcionan, es el momento en que se libra la batalla entre la intensidad del calor acumulado en el cuerpo y la cantidad de factores agravantes con los que cada persona cuente”, expone. 

Se considera
Se considera "Golpe de Calor" cuando la temperatura corporal rebosa los 40 grados

Los síntomas arrancan, añade Sáez, “con lo que comúnmente llamamos síncope o pérdida de conciencia”. Después, pueden sucederse los calambres musculares por pérdida de minerales (por deshidratación), o lesiones cutáneas (erupciones). Si el efecto del estrés térmico sigue sin disiparse “entonces podría sobrevenirse el llamado agotamiento por calor, que ya es una situación de cierta entidad, con episodios de astenia, taquicardias, náuseas o vómitos y confusión, y se acerca al golpe de calor”. El escenario más peligroso es que dicho golpe de calor, considerado clínicamente cuando el cuerpo rebasa los 40 grados centígrados, “puede poner en serio compromiso la vida humana, llegando al fallecimiento”, razona el experto. 

Según el informe The Lancet Coutdown, 2016 contabilizó a 125 millones más de personas adultas que en los 2000 expuestas a olas de calor. Y no solo repunta a nivel cuantitativo, sino desde el punto de vista de intensidad. Precisamente, la demarcación geográfica europea ha experimentado en el nuevo milenio casi una decena de olas de calor extremas, siendo la de mayor magnitud la vivida en 2003. 

Desde entonces, se vivieron episodios similares en 2006, 2007, 2010, 2014, 2015, y 2017. Según los datos del Centro Nacional de Epidemología, cerca de 70.000 europeos perdieron la vida en la ola de 2003 por déficit de prevención y respuesta. Cifras escalofriantes que podrían incluso repuntar de aquí en adelante: la Agencia Europea de Medioambiente estima que hasta 2050, las olas de calor podrán causar unas 120.000 muertes adicionales. 

Especial precaución habrá de tomar España, ya que los datos de la Agencia sitúan a la Península como el segundo territorio en que más olas de calor se registran, resultando además las más perdurables. De hecho, la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) determina que, desde los años 90, se han producido 32 olas de calor, con una media de cuatro o cinco días de duración. 

Este 2018, y a punto de cumplir el ecuador estival, Aragón ha vuelto a activar la alerta amarilla por temperaturas máximas. De hecho, a lo largo de este verano, la Comunidad ha sido y es uno de los territorios nacionales donde se están midiendo los picos térmicos más altos del país, sobrepasando los 38 grados

Cultura preventiva anti estrés térmico 

Ateniéndose a las cifras, Comisiones Obreras Aragón presentó recientemente una guía de actuación ante posibles casos de golpes de calor este verano, que ha sido elaborada por la Secretaría de Salud Laboral y Medio Ambiente, y financiada por la Fundación Estatal para la Prevención de Riesgos Laborales. Se trata de una hoja de ruta a seguir, asociada al estímulo de la cultura preventiva tanto entre la ciudadanía, como desde las propias compañías. La guía identifica una serie de factores riesgo a tener en cuenta, además de posibles fórmulas para reducirlos. Cuestiones, en definitiva, sobre las que estar vigilantes y para lo cual la sensibilización social puede ejercer de importante catalizador preventivo.

Los trabajadores al aire libre deben tomar medidas preventivas más estrictas contra el calor, y evitar las
Los trabajadores al aire libre deben tomar medidas preventivas más estrictas contra el calor, y evitar las "horas punta" del sol

En el estrés térmico por calor intervienen condiciones ambientales, como la temperatura del aire, la humedad, o el llamado calor radiante (eyectado por equipos electrónicos o el propio sol). Asimismo, puede influir la intensidad de la actividad física (categorizada en intensa, ligera o sedentaria), y del ritmo derivado de, por ejemplo, el estilo de trabajo. Aunque, en realidad, explica el secretario de Salud Laboral del sindicato aragonés, Luis Clarimón, “la variable más relevante es la individual”. 

Cada persona acoge particulares niveles de aclimatación corporal o frecuencia cardíaca, y, por tanto, cada una puede presentar parámetros de afección distintos. Depende de la edad, del índice de masa corporal, la resistencia térmica, o incluso el género. Clarimón indica que el estrés térmico “afecta generalmente más a las mujeres por el proceso metabólico de sudoración”.

Así, la guía propone una “reorganización”, principalmente, de carácter laboral, ya que es en el lugar de trabajo donde mayor tiempo pasan las personas. Además, reitera la necesidad de adopción de medidas preventivas más estrictas en puestos al aire libre por parte de las empresas. Es el caso de, por ejemplo, paralizar o modificar el itinerario de los trabajos en “horas punta” del mercurio, o marcar como preferencia aquellas zonas “menos soleadas”.

También, aconseja aumentar la frecuencia de los descansos y habilitar espacios a la sombra para descansar, así como facilitar refrigerios, suministrar vestimenta adecuada con protección UVA, o incluso distribuir cremas de protección solar entre los empleados. Además de ello, recomienda el reajuste de soluciones técnicas para reducir el esfuerzo físico, limitando las tareas más pesadas, y procurar no dejar realizar las labores en solitario. Así, como reza el refrán…”en verano, más vale arrimarse a la sombra del manzano”.