Opinión

Violencia machista

Es evidente que hay hombres violentos que consideran a la mujer como un ser inferior a su servicio. Hay otros trastornados que la consideran de su propiedad y que si no es para ellos, "no será para nadie". Hay algunos individuos capaces de matar cruel y vilmente a ese “persona-cosa” que creen haber “comprado”, al igual que se hace con un cerdo o una vaca. Eso existe y hay que luchar con denuedo para cambiarlo.

Es evidente que hay hombres violentos que consideran a la mujer como un ser inferior a su servicio. Hay otros trastornados que la consideran de su propiedad y que si no es para ellos, “no será para nadie”. Hay algunos individuos capaces de matar cruel y vilmente a ese “persona-cosa” que creen haber “comprado”, al igual que se hace con un cerdo o una vaca. Eso existe y hay que luchar con denuedo para cambiarlo.

Pero detrás, o al lado de esas conductas, lo que hay también es mucho desequilibrado mental, sujetos afectos de trastornos delirantes unidos a complejos de superioridad-inferioridad. Hay muchas alteraciones de la personalidad con patologías en el control de la impulsividad. Existen también muchos adictos a sustancias (incluida el alcohol, nuestra droga por excelencia) que les produce arrebatos y conductas violentas y, a veces, hasta incontrolables.

La violencia machista no se puede tratar solo con el Código Penal. Está demostrado que eso no sirve, o por lo menos no sirve tanto como nos gustaría y deseamos. Hay que educar de otra manera a los más jóvenes, sin duda. Hay que ser coherentes y dar ejemplo de una igualdad familiar auténtica. Es perentorio inculcar el respeto y admiración por la mujer. Pero, sobre todo, hay que ir a la raíz (de ahí viene la palabra radical) del problema y abrir nuestro, hasta ahora cerrado, ángulo de visión.

La causa, a mi entender, de una gran parte de la violencia machista hay que situarla, aunque sea impopular decirlo, en alteraciones mentales, a veces graves, como son los delirios, las dependencias a sustancias (con el alcoholismo a la cabeza), el retraso intelectual, las enfermedades de la impulsividad, incluso hasta las demencias, sobre todo en su estado de inicio. Negarlo sería, en mi opinón, un error.

Y si estamos ante desequilibrados y trastornados habrá que aplicar las llamadas jurídicamente "medidas de seguridad". Es decir, no basta con la punición. Hay que dar un paso mas y “entrar” en el cerebro de los “descerebrados” e intentar, si no modificarlo, sí apaciguarlo o anestesiarlo, para que su sadismo sea controlable, su agresividad disminuya a un nivel tolerables y sus conductas sociales se adecuen al ordenamiento jurídico.

Hay sujetos a los que el castigo no modifica la conducta, incluso, si me apuran, a veces hasta la agrava. Cuando tenemos un psicópata de verdad, o un enfermo delirante de celos, o un adicto severo a sustancias estimulantes, el paso al acto criminal es imposible de predecir; por eso, tenemos que tratarlos médicamente cuando todavía es posible prevenir sus acciones criminales.

Sé que mis palabras levantarán ampollas y alguno resucitará malévolamente la “ley de peligrosidad social de tiempos pretéritos” y el determinismo biológico. No es ese mi discurso. Pero mejor que poner brazaletes que no funcionan, alejamientos que no se cumplen, manifestaciones multitudinarias a posteriori a las que vamos los mismos, mejor que todo eso, es buscar las causas de la conducta violenta y actuar sobre el órgano productor de la misma: el cerebro.