Opinión

Hacia un turismo ecológico

Con la llegada del verano, aprovechamos los días de vacaciones para desconectar de la rutina cotidiana y pasar unos días en la playa o en la montaña. Se está comprobando en los últimos años que cada vez son más los que optan por la montaña, ya sea en forma de aventura, de travesía o de simple entretenimiento. Es, por lo general, un tipo de viajero exigente, disciplinado y responsable. Sin embargo, esto no impide que se llegue a una cierta masificación que convierta a los espacios naturales en lugares comunes sin encanto ni atractivo paisajístico alguno.

Con la llegada del verano, aprovechamos los días de vacaciones para desconectar de la rutina cotidiana y pasar unos días en la playa o en la montaña. Se está comprobando en los últimos años que cada vez son más los que optan por la montaña, ya sea en forma de aventura, de travesía o de simple entretenimiento. Es, por lo general, un tipo de viajero exigente, disciplinado y responsable. Sin embargo, esto no impide que se llegue a una cierta masificación que convierta a los espacios naturales en lugares comunes sin encanto ni atractivo paisajístico alguno.

Se está celebrando el Centenario del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, uno de los más importantes de España. Al hilo de los actos conmemorativos, han surgido algunas reflexiones que no podemos obviar: ¿Está saturado este inigualable entorno natural con los miles de visitantes que recorren sus senderos especialmente en la época estival? ¿Se está perdiendo el carácter salvaje – wilderness – que tenía hace unas décadas? ¿La influencia humana está relacionada con el cambio climático y el deterioro progresivo de este lugar privilegiado? Las últimas noticias al respecto no son demasiado halagüeñas. Porque no solo está saturado desde el punto de vista turístico el valle de Ordesa. Ocurre algo similar con el Aneto, donde la masificación del paso de Mahoma, junto a la misma cima, es evidente y preocupante. En este caso se trata también de velar por la seguridad y el control razonable de los accesos.

También podríamos hablar de la protección de esos espacios naturales privilegiados del Pirineo que son los ibones. Así, el Ibón de Plan o Basa de la Mora, uno de los lagos naturales más hermosos del Pirineo, se está deteriorando progresivamente debido a la presencia masiva de bañistas o visitantes con poco sentido ecológico.

Podrían ser muchos más los ejemplos de estas actuaciones colectivas que, afortunadamente, contribuyen a la riqueza de algunas comarcas en esta época del año. Sin embargo, urge desde diversos organismos oficiales y privados una reorientación de este tipo de turismo. De todos modos, la solución no es nada fácil. Se puede comprobar también en algunos lugares emblemáticos de la provincia de Zaragoza –  como el Monasterio de Piedra, el entorno del Moncayo –  o de la provincia de Teruel –  como las Cuevas de Cristal de Molinos, el Nacimiento del río Pitarque o el entorno el Parque Geológico de Aliaga. Son zonas que todavía conservan el sabor de lo salvaje o inexplorado pero que, si no se adoptan unas medidas oportunas y razonables, perderán el atractivo que hace que los fines de semana estos pueblos recobren la vida desde todos los ámbitos.

Volviendo al principio de este artículo, habría que pensar que no estaría de más educar a los más jóvenes en lo que se podría llamar conciencia ecológica. Una actitud que no solo se debe practicar en el entorno urbano, sino especialmente en estos lugares protegidos que debemos legar a las futuras generaciones. Son tesoros naturales que están cada vez más amenazados por las consecuencias de un cambio climático en el que la actuación humana deja mucho que desear.