Opinión

Ramón y Cajal y la educación

Pocos conocen las creaciones literarias y los retazos autobiográficos de Santiago Ramón y Cajal, el científico más importante que ha dado España en toda su historia. Porque el nobel de Medicina brilló también con luz propia con sus escritos y reflexiones sobre sus andanzas juveniles, sobre la naturaleza humana, sobre la Pedagogía o sobre el concepto de patria.

Pocos conocen las creaciones literarias y los retazos autobiográficos de Santiago Ramón y Cajal, el científico más importante que ha dado España en toda su historia. Porque el nobel de Medicina brilló también con luz propia con sus escritos y reflexiones sobre sus andanzas juveniles, sobre la naturaleza humana, sobre la Pedagogía o sobre el concepto de patria. En su obra Recuerdos de mi vida, el científico de Petilla de Aragón no sólo evoca sus años de niño y adolescente en diversos pueblos de la geografía aragonesa, sino que nos deja valiosas ideas y orientaciones sobre el sentido de la vida, la juventud, el pueblo y la ciudad, la enfermedad y la muerte, y sobre la enseñanza y la Pedagogía.

Es, precisamente, el tema de la educación el que ocupa numerosas páginas de estas evocaciones, ya que la dilatada experiencia como alumno y como docente le permiten analizar con especial clarividencia comportamientos y actitudes que, un siglo después, aún están presentes en las aulas de nuestros centros educativos. Así, cuando habla de la enseñanza de los últimos años del siglo XIX, elige la metáfora de realizar la labor docente "con la grata curiosidad del jardinero, que espera ansioso la primavera para reconocer el matiz de la flor sembrada". Se refiere, entre otras cosas, a lo que considera gran objetivo del pedagogo: fabricar cerebros originales. En relación con esto, evoca el excesivo "memorismo" que tuvo que sufrir durante su época de estudiante y que puso en duda su interés por el estudio. También habla del trato a los alumnos, incluso a los más díscolos. Hace especial hincapié en no recurrir sistemáticamente al castigo físico, que puede generar más violencia, en buscar otras alternativas de bondad, de indulgencia e incluso de halago y, sobre todo, en respetar la dignidad personal del alumno.

Ramón y Cajal opina que todo maestro debería ser un exquisito psicólogo y no un recitador de rutinario de textos y de fórmulas tradicionales. En este sentido, se anticipa a las ideas pedagógicas de los docentes del siglo XXI, ya que valora más la espontaneidad del pensamiento y el espíritu crítico que la retentiva automatizada y la docilidad servil. Pero sus reflexiones pedagógicas van más allá de la transmisión de conocimientos. Según Cajal, algunas materias con contenidos más abstractos - como Gramática, Psicología o Física - deberían reservarse para los últimos cursos de bachillerato, ya que la madurez mental de alumnado está más consolidada. Todo ello - afirma don Santiago - debería estar orientado "a excitar la curiosidad de las tiernas inteligencias, ganado así para la obra docente el corazón y el intelecto del alumno".

En estos momentos cercanos al final de curso, en los que se multiplican los exámenes y se agudiza una cierta tensión emocional tanto en el profesorado como en el alumnado, las palabras de este científico y ensayista pueden ayudarnos a dar un enfoque diferente a la enseñanza y a plantear la tarea educativa como un reto basado en la sensibilidad y el entendimiento.